La piñata revisited

Anna me preguntó emocionada que si abrir una empresa dedicada a hacer piñatas sería una buena idea. Vio la ceremonia de la piñata en la fiesta de los hijos de unos amigos chilenos y le pareció que había descubierto un nicho en el mercado de fiestas infantiles en Holanda. Le conté de los orígenes precolombinos de la tradición y de cómo los mismos sacerdotes la utilizaron como herramienta de evangelización. Recordé una anécdota que hoy pienso que contiene ciertas claves para comprender la política en Iberoamérica.

En una fiesta infantil el momento de la piñata sólo es comparable al canto del cumpleaños, la repartición de la torta, la llegada del mago, las marionetas o los payasos. La piñata despierta la avidez por ser el que más acumula en el menor tiempo posible. Así es, en esta simple descripción de una fiesta infantil ya hay varios elementos reveladores del mundo adulto y sus relaciones políticas. (Sigue leyendo »»)

The Man, 10, o el nacimiento de la utopía

Qué título más potente. Me imagino a Nietzsche escribiendo el título de su primer libro El nacimiento de la tragedia y pienso que tiene que haberse levantado con mucha energía cada mañana a trabajar en él. Un libro magnífico además. El nacimiento de la utopía es, como cabría de esperarse en esta bitácora, un libro utópico. Tiene además la fuerza de inspirar fácilmente 500 páginas para apenas acariciar la superficie de tan magno evento. Porque la utopía estaba ya presente en el mismísimo Big-bang. ¿Algo más utópico que un universo en expansión a partir de una explosión? No es que esté convencido de la teoría del Big-bang, me parece que aún cumple con el papel pacificador de los dioses ante el temor constante de los seres humanos con la incertidumbre.

Una de las tareas de esta bitácora utópica es registrar las manifestaciones de la utopía, en especial, el pensamiento utópico. ¿Dónde surge? ¿qué lo inspira? ¿cuál es su motivación? etc. etc. etc. Hoy recordé a un prohombre utópico, a un profeta del caos cuyo lugar en la historia reciente colombiana no ha sido bien reconocido. Los lectores más perspicaces ya deben saber a quién me refiero. Empecemos con una poesía que le dedícó su viuda, porque así es, un prohombre que se respete merece al menos un poema de su viuda:

Te amo en la creación de Dios

Te amo en tu forma de ser

y aun en mi soledad.

13 de septiembre del 2010, cinco años después de tu partida, Amparo. (Sigue leyendo »»)

El futuro del torero es impredecible

José Tomás después de una cogidaCreí encontrarme hoy a un visionario utópico cuando leí el titular de la columna del doctor Ramón Vila: El futuro del torero es impredecible. Me imaginé que ya dentro de la misma sección dedicada a los toros en El País de España se empezaba a preparar a sus seguidores para lo inevitable, el fin del toreo. Pero no, era un falso positivo nada más: el doctor Vila se limita a analizar la cornada sufrida por el torero José Tomás, resaltar la noble actuación del equipo médico y desearle sus parabienes para que vuelva pronto al ruedo.

El accidente de José Tomás llega justo después de una columna de Vargas Llosa defendiendo, cual bully, la fiesta brava. Para él:

La fiesta de los toros representa una forma de alimento espiritual y emotivo tan intenso y enriquecedor como un concierto de Beethoven, una comedia de Shakespeare o un poema de Vallejo.

Para ilustrar sus ideas, decide escoger a una señora compañera de mesa para torearla con sus brillantes ideas. Ya sabemos que él necesita este alimento espiritual y, al tamaño de su ego, muy probablemente habrá tenido la sensación de que cortó rabo y dos orejas con su impecable exposición. Pues no. Pitos y rechiflas para este brillante e improvisado mataor.

Antes debo confesar que sé apreciar el arte del toreo y, en especial, del rejoneo. El lenguaje corporal del torero en la corrida o el movimiento de los caballos frente al toro son artísticos y tienen la fuerza para conmover estéticamente al observador. No me sorprende entonces que hayan sido inspiración para Goya, Picasso o Botero. La figura mitológica del minotauro picassiano es la suma de esa comunión que se da entre toro y torero, entre la fuerza y constancia del toro y la inteligencia y habilidad del torero. Pero hay dos problemas grandes con estos artes del toreo y el rejoneo: la necesidad de muerte y la sed de sangre del público. La imagen de José Tomás ensangrentado, probablemente ofreciendo las orejas del toro al público, es el sinónimo de una gran faena.

Vargas Llosa le espeta a la señora que la langosta que se está comiendo fue hervida viva a fuego lento "porque, al parecer, padeciendo este suplicio su carne se vuelve más sabrosa gracias al miedo y el dolor que experimentan". Oigo el largo "oooleeee" que se habrá autoprodigado el escritor. Pero olvida que nadie le estaba poniendo música al cocinero, avivándolo con cada giro de la langosta o esperando babeante el momento de la muerte del crustáceo. De esta suma de características viene la palabra bullying, del placer que sienten las personas cuando ven arrinconada a otra, no solo se deleitan con ello sino que avivan el abuso. Ya por simple educación cívica es un arte que se debe de acabar. Y hay que darle un punto de razón a Vargas Llosa: es necesario examinar la forma en que se preparan las langostas para que se les dé una muerte rápida e indolora. Pero lo uno no justifica lo otro, vergonzoso decirle esto a alguien como el escritor peruano.

El escritor torero también dice que sin la fiesta brava no habríamos conocido las obras inspiradas en ella (y claro, al citar a Goya o a Picasso el hombre se da un nuevo "ooooollllleeeeee" grandioso, está llegando a la cúspide del delirio, ya está apuntando al rabo). Sucede que quizás salvo Botero no hay otros artistas contemporáneos que utilicen la fiesta brava como fuente de inspiración desde hace varias décadas. Es una fuente de inspiración agotada, luego los argumentos sobre su imperativa necesidad estética no aplican ya. Recuerdo que en Vivir para contarla,  cuando García Márquez va con su madre Luisa Santiaga de regreso a Aracataca a vender la casa, utiliza una expresión taurina de bella manera para narrar la discusión con ella y su futuro profesional al confrontarla con su propia experiencia: García Márquez cuenta que le dio "una verónica larga". Claro, algo va del uso elegante y estético del toreo por García Márquez al que hace Vargas Llosa con su compañera de cena (ooolleeee). Pero no más.

Finalmente Vargas Llosa acude a la consabida libertad propia (o el individualismo extremo) para decir qué se ve y que no. Que le respetemos su libertad para disfrutar de la fiesta brava. Pues tampoco. Resulta que el placer estético que él tanto necesita depende de personas como José Tomás (qué punto tiene hablarle del sufrimiento del toro o de la imposibilidad de prevenirlo ante la emboscada o encierro que se le viene) que arriesgan su vida para complacerlo. En un delirio utópico, comparto los parabienes del doctor Vila y le deseo larga vida a José Tomás, que ojalá al recuperarse se vuelva un activista a favor del fin del toreo y que si el futuro del torero ha de ser incierto lo sea porque su oficio se va a acabar y no porque está en una unidad de cuidados intensivos. Que las columnas como la de Vargas Llosa queden como ilustración de lo que hace el bullying educado y cultivado y que el autor se compre la colección de 100 DVD de Momentos orgásmicos del toreo para verla en su televisor de alta definición y tridimensional cada vez que necesite alimento espiritual.

La verdad

En el tren lleno de Amsterdam a La Haya pasa un hare krishna por los pasillos preguntando ¿Quiere conocer la verdad? Tal parece que nadie que crea que la verdad es conocible crea también que es él quien la tiene: su maletín naranja lleno de libros permanece lleno.

De paso por mi fila le lanza la pregunta a mi vecino. Él responde: "Disculpe, no hablo holandés". El hare krishna no se arredra y le preguta en inglés: "¿Quiere leer este libro? ¡Tiene todas las respuestas!". Mi vecino, cercano a los treinta, duda un poco y le responde: "No lo necesito: uso Google".

ARNOLD JONK

Basura

La empresa de aseo de Amsterdam está de huelga desde hace una semana y la basura sobresale por todas partes. En casi todas las esquinas se acumulan montañas de basura, también al final de mi calle. El único acto de civilidad que parecen tener mis vecinos es botar la basura en el mismo lugar. Cada día crece más y más la montaña, a un ritmo de medio metro.

Desde ayer cuelga una pancarta en el árbol al lado de la montaña de basura: "Esto no es un basurero", dice en letras grandes y agresivas. Hoy me di cuenta que alguien añadió una nueva palabra debajo del texto. Con delicada caligrafía dice: "Magritte".

MARK VAN BAAL