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Después de que se aprende a hacer el pesto en casa es imposible volver a comprarlo enlatado en un supermercado. La excepción es el que compro en una trattoria cerca de casa donde lo preparan exquisito. Me divierte jugar a tratar de desencriptar la receta del chef. Lo que más me llama la atención de su receta es que siempre sabe igual. Después de volverme cliente fiel en algunos restaurantes puedo detectar si cambian el chef. Noto esto sobre todo en los de comida colombiana. Hay una cadena de restaurantes italianos que me gusta mucho y nunca la misma pasta o pizza saben igual. Incluso varía el sabor según el día. Seguramente la trattoria sigue la receta al pie de la letra, siempre con los mismos ingredientes.
Me he aferrado a una receta particular, pero la práctica imposibilidad de comprar la misma albahaca o queso parmesano hacen que –contrario a la trattoria— el pesto que preparo siempre sabe diferente. A veces, muy a veces, creo que he logrado desencriptar la receta de la trattoria; sé que la clave final está en los ingredientes. Me pregunto sobre la logística de las grandes multinacionales de alimentos para lograr que sus productos conserven siempre el mismo sabor.