XIX

Qué cagada: incendié una bodega llena de frailejones, pero el fuego se extendió al techo de paja de la casa principal y vi cómo salía corriendo toda la familia. La madre tocó a rebato y no tuve más remedio que esconderme entre un rebaño de ovejas. Ya no quiero volver a la Laguna, pero por el momento, es el único refugio seguro que tengo. Vino gente de todos los rincones a ayudarlos; si me encuentran, me matan. Qué desespero haberle hecho ese daño a esa pobre familia. Si logro escaparme, buscaré la forma de resarcir el daño.

XVIII

Pisé una trampa de dientes de hierro y duré con el tobillo aprisionado por dos horas. De nuevo unos perros me delataron y cuando los campesinos empezaron a disparar grité una serie de aullidos y gritos incoherentes que efectivamente los asustaron y se escondieron. Con la navaja terminé de desarmar la trampa, pero el tobillo quedó bastante lastimado, me duele mucho apoyarlo. Tuve que improvisar un bastón, una venda y regresarme al campamento, no podía arriesgarme a dormir por el camino. Tendré que dejar la idea del incendio para mañana, pero ya sé que al menos con los aullidos se esconden.
Encontré también más fósiles humanos en el camino. Imposible que sean de Alejandro. Dormiré mañana todo el día, recogeré fuerzas y prepararé el incendio.

XVII

Ensayé cinco nuevas rutas y en una de ellas me encontré con varios fósiles humanos. Volví a esconderme para escuchar la conversación de los campesinos pero ya solamente mencionaban un fantasma que se estaba robando los huertos, la leche y asustaba a los niños. ¿Cómo diablos puede creer esta gente que existen fantasmas en pleno siglo XXI? Hice un último intento por presentarme como un viajero casual que caminaba de manera espontánea por su vereda y fue en vano. Empezaron a lanzarme piedras, los niños a llorar, las antorchas, los gritos de «a la laguna, a la laguna» y a correr de nuevo.
Mi plan ahora es crear un gran incendio en una de las casas camino a Pascua para distraerlos y colármeles hacia Montegat. Voy a hacer eso esta noche.

XVI

Nuevo intento fallido por descender de la Laguna Negra. Ensayé cuatro caminos distintos pero la gente sigue disparándome y prendiendo antorchas. Me escondí entre unos matorrales cerca de un cultivo de cebollas y escuché a dos campesinas diciendo que anoche habían visto a un fantasma cojo yendo hacia Mongua (otra vereda cercana) y otro hacia Pascua (yo, sin duda). ¿Está yendo Alejandro hacia Mongua, solo? Ni modo de acercarme a las campesinas a preguntarles, pero es imposible que en su estado pueda caminar solo. ¿Y si es él? Traté de seguir hacia Montegat pero unos perros empezaron a ladrar y me delataron. Se repitió el rito de las escopetas y las antorchas y alcancé a escuchar gritos de «A la laguna, a la laguna, nada se le perdió por aquí». Alcancé a escabullirme de nuevo, pero esta partida de locos me tiene atrapado aquí arriba en la Laguna. Llegué al campamento a prepararme un poco de comida y descansar, con el corazón latiendo a toda velocidad.
De nuevo el cielo despejado. Nadé en la Laguna para buscar alguna otra señal de Alejandro. Resultó imposible sumergirme: la Laguna tiene una densidad altísima. Abrí los brazos, dejé que el agua me levantara y me entregué por un instante al descanso. Al rato escuché a unos pastorcitos gritando «Ahí está, ahí está» y cuando levanté la cabeza para mirarlos, salieron corriendo. Tengo que salir de este lugar a como dé lugar.