X

Alejandro se fracturó la rodilla derecha. La Laguna está rodeada por un campo de musgo. Quisimos vadearlo pero fue imposible. Le entró un ataque lúdico y decidió atravesarlo. Estaba feliz con el sonido al levantar los pies y por la sensación de estar luchando por soltarse de unas chupas gigantes. Calculó muy mal un paso y se cayó con todo el peso del morral de frente sobre la rodilla. Horrible. Doloroso. Dejé mi morral y fui a rescatarlo. Estaba pálido, casi desmayado por el dolor. Hice mi mejor esfuerzo por sacarlo del musgo sin comprometer más la rodilla, casi no lo logro. Llegamos completamente bañados en agua negra a la orilla (el color negro se lo debe a las algas marinas). Improvisé unas férulas con las varillas de su morral, pero es claro que tenemos que regresar al pueblo cuanto antes. No puse la carpa en el mejor lugar: estamos expuestos a una corriente de viento muy fuerte y sentimos bastante frío. El reflejo de la luna llena sobre la Laguna crea un halo plateado sobre ella, y puedo escribir como si estuviera bajo una lámpara de luz día.

IX

¡Llegamos! Le pido a Alejo que me regale una foto con su cámara instantánea para pegarla en el diario. Es increíblemente negra, casi parece una mancha de petróleo flotando sobre el valle. Los frailejones aquí son más pequeños, otra curiosidad porque en el camino atravesamos un bosque de frailejones de 1,70mts en promedio, algo así como árboles de 170 años. Vimos también una falda de montaña quemada por los campesinos para utilizarlos como leña para sus chimeneas, todo un arboricidio. Almorzamos en la cima y el plan ahora es pasar la noche al lado de la laguna. Nos espera una noche de 8 grados bajo cero y, si la Laguna además de luz absorbe calor, podrá ser más fría aún. Pero estamos bien preparados.

VIII

Dormí muy bien, nada de pesadillas ni alucinaciones, aunque ayer si pensé varias veces sobre el mensaje de la mano. ¿Por qué querría llevarse las emociones y no la vida (el corazón), por ejemplo? Me pareció más un llamado a perder el miedo, a no sentirme intimidado porque estuviéramos perdidos, igual estábamos cerca de la Laguna y la brújula indicaba invariable la ruta. Así que es necesario que conserve la calma, nada de entrar en pánico. Quizás debo permitir que la mano se lleve el miedo la próxima vez.
Alejandro dice que ha fotografiado 15 especies de aves que no había visto antes.

VII

Llegamos a la base de la cadena donde está la laguna (creemos). Acampamos en un cañón ideal para protegernos de los fuertes vientos, cercano a un riachuelo. El pasto parecía bastante cómodo. Sólo hasta que me acosté descubrí que estaba encima de una placa de piedra. Alejandro se rió y se durmió profundo con un «de malas, chino, ponga su cobija debajo y trate de dormir». Traté, pero a la medianoche, cuando ya estaba quedándome dormido por puro cansancio, sentí una mano invisible que me quería robar el sistema simpático. Se enterró en todo mi estómago, sentí una garra en el tórax y tuve un forcejeo tenaz con ella. Empecé a gritar pidiéndole ayuda a Alejandro. La mano se fue y quedé asustado. Me volteé a ver si Alejandro se había despertado con mis gritos, pero seguía profundo. Más que una pesadilla, me pareció una alucinación porque no estaba del todo dormido. Revisé la carpa, pero estaba intacta. Raro. A los cinco minutos volví a quedarme dormido y sufrí un nuevo ataque de la mano invisible. Esta vez alcancé a ver cómo cortaba con un cuchillo la carpa y se introducía por el agujero decidida a tratar de robarme el simpático otra vez. La agarré por el antebrazo y sostuvimos otro combate. Esta vez estoy seguro que sí grité durísimo pidiéndole ayuda a Alejandro, pero él no se inmutó. Finalmente venció mi resistencia y la mano se fue. Es absurdo, pero recuerdo su fuerza con gran intensidad todavía. Cuando Alejandro descubrió el agujero en la carpa no me atreví a decirle cuál creía que era la verdadera causa: «Seguro se descosió con mi peso y el del equipo en tensión con la piedra». Lo zurcí, recogimos el campamento y empezamos a remontar el cañón hacia la cima.

VI

Descubrimos que la brújula de Alejandro apunta hacia la Laguna Negra. Uno de los mitos dice que es como un agujero negro del espacio, un gran magneto y por eso es de color negro, porque absorbe la luz. Un poco exagerado creer que puede ejercer mayor atracción que el eje de la Tierra, pero es una casualidad que nos favorece: vamos directo hacia ella.