Caminábamos con F. por Estambul cuando encontramos una librería muy bella cerca de la plaza de Taksim. No pudimos vencer su fuerza magnética y entramos a visitarla. Igual que me sucedió en Atenas, me sorprendió ver la variedad de títulos, el cuidado de las ediciones, la riqueza de tipos de portada, un mercado editorial muy vivo. Fui a la sección de libros extranjeros a ver qué encontraba y después de mucho mirar me encontré Amuleto, una novela breve de Bolaño. Era el único libro en español. F. me preguntó que si ya la había leído. Le respondí que no y ella se ofreció a regalármela: Si es el único libro en español en esta librería me parece que es una señal del destino muy clara.
Sin darme tiempo de decirle que no era necesario se dirigió a la caja y pidió que la envolvieran como regalo. La otra sorpresa vino cuando la librera nos dijo que no podía cobrar el libro porque no aparecía en el inventario. Llamó al gerente, no tengo ni idea de qué se habrán dicho en turco, el hombre vio el libro como un objeto breve, ligero, casi que insignificante, y nos dijo que era un regalo cortesía de la librería. F. ya no tenía dudas sobre la señal del destino.
Salimos muy agradecidos y seguimos caminando hacia el mar de Mármara. Encontramos un pequeño parque donde me senté a tratar de descifrar la señal del destino mientras F. iba a tomar fotos. La novela de Bolaño me pareció una especie de remake de ¡Que viva la música! de Andrés Caicedo. Diría que como nos sucedió a muchos, Bolaño quedó marcado por el delirio de Maricarmen, la soltura narrativa de Caicedo en ese largo selfie que es su novela. (Sigue leyendo »»)