Nepal and Kathmandu… Disaster Relief for the Earthquake.
Category / La palpitante actualidad
El trauma de Lubitz (y la catarsis)
Florece el humor negro con los viajes en avión de Semana Santa: “Nos vemos allá, si el piloto no decide hacer un Lubitz”. Estaba sentado en la segunda fila del avión y me dediqué a observar qué hacían las personas apenas se subían al avión. Casi todas miraron a la cabina de vuelo. ¿Buscaban a los pilotos? ¿Contemplaban el espacio desde donde se podría jugar sus vidas? Estaba tan cansado que dormí todo el viaje y no pude fijarme cómo sería la dinámica de la tripulación cuando alguno de los capitanes quisiera ir al baño.
C. me escribe que llegó bien a Brasil luego de ver una película no muy relajante para el vuelo: Gravity. Le dije que menos mal no pasaron Relatos salvajes, una película que evidentemente jamás será presentada en un avión, mucho menos después de Lubitz. Ya muchos han señalado que quizás la película inspiró a Lubitz. Una injusticia, porque precisamente la película lo que hace es brindar una catarsis para todos los que tienen tantos resentimientos acumulados y han fantaseado con estrellar un avión con todas las personas que les han hecho daño. No fue el caso de Lubitz, que acabó con la vida de 149 personas de las que no sabía ni le habían hecho nada.
Pensé que nunca iría a escribir sobre Lubitz. Me dejó seco, sin palabras. Luego de tomar el vuelo me di cuenta de que estaba empezando a nacer una especie de trauma de Lubitz. La gente que le tenía miedo a volar, ahora le tendrá pánico. Soy de los que puede leer mientras el avión está despegando. Esta vez sentí desasosiego. Un amigo con miedo a volar me decía que el problema es que un avión es una bomba volando, “se llega a despresurizar y se acaba todo”. Ni me atrevo a preguntarle qué siente ahora.
Después descubrí un miedo más profundo a que el piloto fuera un kamikaze. Me encontré con el temor de insensibilizarse al punto de irse contra una montaña sin importar la vida de los demás, completamente ciego o incapaz de ver una mínima luz al final del túnel. Me da pánico esa respiración serena antes de semejante impacto. ¿Cómo se hace la catarsis de eso?
Encuentros con los vampiros (2). Miedos atávicos
Tuve una novia que me doblaba la edad. A pesar de estar muy feliz con ella me encontré sin esperarlo con el rechazo de muchas personas (amigos y familiares). Escuché también cualquier cantidad de chistes malos. Recuerdo incluso a un personaje que en un canal de Amsterdam, mientras veíamos a jóvenes pasar con sus faldas vaporosas en bicicleta, me decía que no había placer en la Tierra equiparable a acariciar el cuerpo de una mujer joven, de tetas paradas y culo firme. Era un hombre casado con una mujer espectacular y con dos hijas que entraban en la adolescencia. No comprendía que yo, a mis 29 años, renunciara a ese placer supremo por estar con una mujer mayor.
Me hizo reír. Hablaba de las tetas paradas y el culo firme como quien paladea el pernil de pollo asado de La Chispita, que a mí también me gusta, mucho. No llegó al límite de preguntarme por qué prefería una gallina vieja, como dicen también los cubanos. Para mí también era claro que no había punto en contarle que había escogido a mi pareja por ser la mujer que era, no por su edad.
Viajé mucho con ella y en todos los lugares donde nos encontramos con personas siempre había alguien que levantaba la ceja. En Barcelona, en uno de mis restaurantes preferidos, ya siendo amigos una señora nos observaba como una experta microbióloga ante la mutación del ébola. La miraba a ella, me miraba a mí, luego a ella, luego a mí. Me dio risa la impertinencia de la señora pero mi amiga se sintió incómoda. Peor aún, se sintió vieja. Me preguntó que si no me avergonzaba que me vieran con una mujer vieja. Apenas pude responderle que el día que esta experta microbióloga me regalara algo de lo que había vivido con ella, quizás ese día le pondría atención. Hasta entonces no era más que otra persona impertinente cuya opinión no tenía mayor valor para mí.
Utopian Sniper (2)
Me había pasado un poco el desasosiego con la historia de Chris Kyle y su habilidad para matar bárbaros hasta que leí la columna de Mario Vargas Llosa en El País el domingo pasado, El harakiri, una nueva oda del nobel peruano al neoliberalismo. Descubrí un macabro paralelismo entre Kyle y Vargas Llosa; el primero ejecutando bárbaros, el segundo, todo lo que no sea neoliberal. Podríamos decir que ambos trabajan para el mismo amo.
Kyle no se cuestiona sobre sus víctimas, Vargas Llosa tampoco. Apuntó su teleobjetivo contra Syriza en Grecia para dar de baja a un partido de izquierda, sin cuestionar que los griegos lo votaron después de 5 años de medicina neoliberal, de obediencia puntillosa a la Troika, que apenas han servido para que Grecia sobreviva, no para que crezca. Pero desde que Vargas Llosa es un francotirador del neoliberalismo, estos matices no cuentan para nada.
De la serie Lost in translation presentamos Mártires
1.
En clase, a principios del bachillerato, oí preguntas de mis compañeros tales como:
—Si la reencarnación existe, ¿de dónde vienen tantas almas? Si la población en el siglo XX es de seis mil millones y en el XIX era de mil millones, ¿de dónde aparecieron esas cinco mil millones de almas, dónde estaban escondidas?
—Si según el Génesis Dios creó el mundo en 7 días, pero en la época de las escrituras se desconocía que la Tierra era redonda o siquiera que América existía, ¿cuánto tiempo le está tomando la creación del universo a ese ritmo?
—Si un astronauta se muere en el espacio, ¿desciende al cielo?
—Si todo se originó en el Big Bang, ¿qué había antes? ¿no había prerrequisitos para hacer posible esa gran explosión?
Es simpático ver también a los budistas buscando la reencarnación de un lama en los Estados Unidos, pues las leyes de la reencarnación no contemplan la distancia física para que esta se dé.
Todo muy misterioso. En una de sus citas célebres, Rodolfo Llinás dice que:
Dios es un invento del hombre. Y como todos los inventos humanos, se parece a él. Dios tiene dos razones de ser: a los inteligentes les sirve para gobernar a los demás y a los menos inteligentes para pedirle favores. A todos, para explicar lo que no entendemos de la naturaleza. Es una lógica de un primitivismo nauseo.
Y de lo más nauseabundo son los crímenes cometidos en nombre de este dios o dioses.