Contestador automático

Hace muchos años, por allá en una galaxia lejana, cuando la automatización apenas despuntaba en el siglo XX, una familia de amigos de la casa (una madre divorciada y su hijo menor), muy aficionados a vivir en el cutting edge de la tecnología, trajeron de un viaje por los EUA un contestador automático, de los primeros que llegaban al país (ya les conté, estoy hablando de una galaxia lejana).

Cuando llamamos a preguntarles cómo les había ido de viaje, nos encontramos con la novedad del contestador. Primero llamó mi mamá, que nos compartió la noticia, luego mi hermana y yo para escuchar el aparato. Le dije a mi hermana que podríamos simular un contestador automático para divertirnos un rato. Creamos el mensaje y nos sentamos a esperar la primera llamada.

Ring, ring. Oh sorpresa, era la madre cutting edge que acabábamos de llamar. Con la mayor seriedad posible recité el mensaje: “Este es el 2 48 78 60. En el momento no nos encontramos disponibles. Por favor deje su mensaje después del tono. Biiiiiiip”. Ante la cara de incredulidad de mi mamá y hermana, la amiga dejaba su mensaje: “Hola, éramos nosotros devolviéndoles la llamada. Pensábamos que éramos de los primeros con contestador en Colombia, pero parece que ustedes se nos adelantaron. Felicitaciones, llámennos apenas puedan”. Colgó y no parábamos de reírnos. Mi mamá en ese momento era una niña juguetona más con nosotros. (Sigue leyendo »»)

¿Por qué escribir? (2)

Cuando he podido ir a recoger a mi sobrinita a su escuela me gusta pararme en una esquina y observarla jugando en el patio con sus amigos. Veo cómo se va dando esa transición de la niña alrededor de la cual gira todo a una que aprende a relacionarse con los demás y empieza ya a negociar espacios, deseos, expectativas. Incontables los desencuentros de los niños a esta edad, su tendencia natural a absorber la atención de los demás o la frustración por no lograrlo. También he visto el goce de las primeras complicidades y afinidades.

Si es válido hacer un paralelo entre el desarrollo de la sexualidad, en su sentido amplio, y la escritura, la pregunta sobre por qué escribir se torna como una revisión periódica de nuestra práctica. No existe entonces una respuesta única sino la que le vamos dando a medida que pasa el tiempo, enriquecida por las respuestas de los demás.

La respuesta de la joven documentalista me pareció que estaba en una fase primaria entonces, o quizás no quiso compartir más ideas, impresiones o experiencias sobre su arte creativo. Igual, me pareció más auténtico que el otro famoso escritor que ante la pregunta de por qué escribir se limitaba a repetir las respuestas que había leído en Google de Fuentes o Kundera, sin comprender muy bien a qué se referían ellos cuando hablaban de la condición humana. Son los problemas de la teoría.

Si el psicoanálisis es el arte de comprender por qué hacemos lo que hacemos, de hacer consciente ese saber – no saber, la pregunta por qué escribir se convierte en un medio análogo para ayudarnos a comprender cómo estamos en nuestro presente, cuál es nuestra condición en este momento. Como una pregunta diagnóstica, del tipo cómo estás, que no tiene una respuesta definitiva sino que va cambiando con la experiencia en el tiempo.

Cuando leí Geografía de la novela de Carlos Fuentes pensé que iba a encontrarme con un libro como Dirección única de Benjamin, en el que el autor exploraría los espacios del alma, el retrato de la famosa condición humana según sus autores seleccionados, para decirnos en qué punto estábamos. Pero no, hablaba más de los autores ubicados en un mapamundi para resaltar su idea de la literatura excéntrica (en calidad de periférica). La pregunta sobre la escritura sí podría ayudarnos a construir esa geografía de nuestra alma, el mapa de qué terrenos hemos ido caminando en el tiempo, incluyendo los caminos cerrados o equivocados, de la misma manera que nuestras lecturas nos ayudan a constituir nuestra propia geografía de la novela.

He conocido a varias personas a las que les causa angustia esta pregunta, la necesidad de tener una certeza, una justificación válida, sólida, coherente, quizás hasta indiscutible. Creo que verla en su forma dinámica, de múltiples respuestas según va la vida, le da una perspectiva más libre y amable: la respuesta nos ayuda a saber en qué punto de nuestra geografía estamos. Basta con marcarla en el mapa y volver a hacerla en un año para ver hacia dónde nos hemos desplazado o llegado. Perdón, apreciado lector utópico: creo que me atacó otro instante filosófico. Mejor paro aquí.

¿Por qué escribir?

1.

Isa, mi madre, cree recordar que mi primera erección fue entre los 4 y 5 años. Hasta ese momento nos duchábamos juntos. Cuando la sorprendí con el saludo a la bandera ella decidió que era momento de que me bañara por separado. Nada traumático, queridos lectores utópicos. Al contrario, me parece estar viendo un documental de esos de Naturalia (en la época no había cable ni acceso a Discovery Channel o National Geographic) en que la madre cree que ha cumplido con la tarea de educar a sus cachorros y es hora de que se aventuren a la vida por sí mismos. Pero, para ser sincero, no tengo mayor recuerdo de este momento ni de haber sentido algún dolor por empezar a bañarme solo. De hecho pertenezco al club de todos a los que una buena ducha les resulta inspiradora o creativa.

Sí recuerdo en cambio mi falta de preparación ante mi primera erección consciente, es decir, que no solo me siento erecto sino que además siento la pulsión del deseo ¡pero no sé qué hacer con ella! Un horror. Acababa de ver a Tránsito, nuestra joven empleada doméstica, bañándose desnuda con la puerta del baño abierta. Desde entonces es irresistible la imagen de una mujer bañada por el agua. Le debo así a Tránsito mi primera erección consciente –y el recuerdo inolvidable de que no tenía ni idea de qué hacer con esta. (Sigue leyendo »»)

Blip Tunes

bliptunes-whiteBlip.fm tiene el problema de que no ha actualizado su reproductor de música basado en Adobe Flash. Esto hace imposible escuchar las estaciones de los DJs en tabletas o smartphones. O era, porque gracias a un nuevo producto de los Laboratorios Acme de Utópica ahora es posible hacerlo en tabletas, smartphones y hasta PCs: con ustedes en exclusiva, fieles lectores utópicos, Blip Tunes.

El sintonizador permite escoger las opciones de la lista de reproducción. Pero también se puede acceder directamente a una estación. P.e. a la de este servidor: http://bliptunes.com/diplopito

Pensé que podría hacerlo en un par de días pero me tomó una semana que disfruté mucho, como el placer de escuchar las estaciones mientras voy de viaje, en la bicicleta, el auto o el tren, preferiblemente con el Soundlink Mini.

Bliptunes como minireproductor

Bliptunes como minireproductor

Algunas características especiales: en el PC se puede jugar con el tamaño de la ventana hasta dejarlo como un pequeño reproductor (incluso más pequeño que en la imagen); la barra de progreso también sirve para adelantar el video, una función que hace mucha falta en Blip.fm, y es posible filtrar la estación de un DJ y escuchar solamente esos blips. El siguiente paso será crear listas de reproducción propias a partir de una o varias estaciones, pero esto tomará su buen rato.

Técnicamente fue un desafío bello en el front-end, pues fue hecho todo con Vanilla JavaScript. El primer borrador (http://blip.utopica.xyz) sí utilizaba jQuery pero la lista de reproducción era muy difícil de navegar en Android. Pasé a iScroll de Matteo Spinelli, que se convirtió en la columna vertebral de la aplicación. En las próximas semanas espero compartir también un reproductor independiente para los PCs. Y la gran desventaja sigue siendo para los iPhones: debido a su política restrictiva, no es posible reproducir una lista continuamente. Curiosamente esto no sucede en los iPad. En Android, Linux y Windows el reproductor toca hasta el último blip. Si se utiliza Mozilla Firefox, se puede escuchar con la pantalla apagada (shhhh!).

Ojalá otros DJs y viajeros utópicos lo disfruten también. Está en fase de prueba, con suerte será público en Blip.fm el fin de semana.

 

 

El origen de los apuntes y el efecto Ramsey

De niño me causaba mucha curiosidad descubrir el origen de los chistes. En mi familia paterna se celebraba siempre el apunte, que en bogotano se define como una salida cómica e ingeniosa. Era común que en las charlas familiares se mencionara un apunte, o que en las telefónicas mi papá se despidiera —mucho antes que Steve Jobs— con un “ah, antes de despedirnos, un apunte”. ¿De dónde vendrían los apuntes?

Alguna vez pensé que de la improvisación: si empezaba a contar un cuento inventado, de pronto en algún momento aparecería un apunte. Así que en una visita dominical a mi abuelo paterno me animé a compartir un apunte. Empecé a contar una historia de un incendio y los bomberos que pasaban por cualquier cantidad de percances, tantos que cuando llegaban a apagar el incendio este ya había terminado. Mi familia se cansó a la mitad de la lista de los percances, el niño no iba a ninguna parte, y decidieron todos sincronizarse con mi abuelo para terminar la historia con una sonora carcajada y sacarme del apuro. En mi honestidad infantil no comprendía por qué se reían si ni siquiera había terminado el chiste y el apunte no había aparecido por ningún lado, me había mamado gallo.

Si en mi familia bogotana con su sobria compostura se celebraba el apunte, en mi familia materna paisa lo que contaba era el chiste que producía carcajadas estruendosas. Antes de que llegara el anglicismo del Stand-up comedy ya se celebraban por todo el país los chistes de Montecristo y la Nena Jiménez, entre otros. Recuerdo ferias de pueblo donde vi los primeros culebreros y a artistas callejeros que montaban números completos escenificando Yo soy el aventurero, de Antonio Aguilar:

httpa://www.youtube.com/watch?v=Ua4GzgdwAC8

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