Para todos los lectores utópicos que me han preguntado que qué sucedió con Proyecto BICS les traigo una buena noticia: acabamos de relanzarlo. Las novedades son pocas: se actualiza cada hora (y no cada 10 minutos como lo hacía antes) y ahora se muestra por orden de actualización. El listado también es más reducido: desaparecieron 15 bitácoras.
Ha vuelto a despertarme la pesadilla de que soy un francotirador. No me recupero de esa escena de American Sniper en la que Kyle asesina al francotirador de la resistencia iraquí a 1.920 metros de distancia. Una belleza de disparo. Esto es lo que me despierta, el horror de ver lo bello en la precisión del francotirador al disparar a otra persona.
Mi inconsciente me trajo a la memoria a Wile E. Coyote y la felicidad cada vez que llegaba un paquete de los laboratorios Acme. Creo que gracias a él aún mantengo intacta la felicidad cuando me dan un regalo o llega algún paquete de una compra en línea. Wile E. Coyote fue la preparación para la ceremonia de graduación con De Quincey y su Del asesinato considerado como una de las bellas artes. Probablemente De Quincey compartiría que el disparo de Kyle entra en la clasificación.
Cuando Stockhausen propuso que los ataques del 11 de septiembre entraran también el mundo se le fue encima. Tuvo que repetir, de manera resumida, la introducción de De Quincey a su libro. Como director de orquesta, Stockhausen sabía de qué hablaba al ver ese crimen orquestado con cuatro aviones y esos dos grandes estruendos inolvidables al ojo y corazón humanos; casi igual que con el atentado de Atocha, cuando gracias a la impuntualidad, al error en el tiempo (whiplash!), Madrid se salvó de una desgracia aún mayor.
Stockhausen ya no vivió para alabar la desaparición del avión malayo. En la música de Arvo Pärt el silencio es fundamental, la raíz de la cual nace y a la cual vuelve. El avión malayo entra en los anales del asesinato considerado como una de las bellas artes como un gigante alado que desaparece sin dejar el más mínimo ruido, la más mínima huella, silencio total.
Cuando Gary Kasparov perdió con Deeper Blue (la versión actualizada de Deep Blue) en 1997 acusó a IBM de haber hecho trampa: afirmó que programaron el supercomputador para jugar contra él. Hoy la mayoría de supercomputadores están basados en procesadores Intel y AMD (x86-64), es decir, casi al alcance de cualquier pyme y son el motor de los estudios de big data ahora.
Después del mundial de fútbol en Brasil pasado, donde las empresas dedicadas al big datahicieron una fiesta, el nuevo técnico de Barcelona se propuso emplear la misma defensa de Gasparov contra Deep blue: la impredictibilidad, presentar semana tras semana una alineación sobre la cual no hay datos suficientes para prever su comportamiento en la cancha. Ya no juega solo contra el oponente, lo hace también contra su Deepest Blue.
De los regalos que le agradezco a la vida sobresale saber disfrutar la salsa. En El espejo enterrado, el ensayo de Carlos Fuentes sobre qué le ha aportado América Latina a la humanidad, menciona cuánto le debemos a la cultura africana los latinos, en especial por la música. Pero no dedica ningún capítulo al legado de la salsa. Quizás Fuentes pertenecía a los latinos a los que no les gusta. A los que nos apasiona solo nos queda agradecer el gusto por ella.
Esta introducción un poco pomposa se debe a un nuevo ataque de la serie cómo se compone un son. Hoy en la ducha me preguntaba cómo se compuso Amor en serio, una de las canciones más sabrosas y deliciosas para bailar. Entremos en materia:
Esta versión pertenece al álbum de 1978 From the Depth of My Brain, del grandísimo Fernando Luis Rosario Marín, más conocido como Willie Rosario o Mr. Afinque. En el coro se encuentran, nada más ni nada menos que Tony Vega, Bobby Concepción y Gilberto Santa Rosa, y con Junior Toledo como cantante principal acompañado por Guillo Rivera. Willie Rosario, como siempre, en los timbales. Existe una versión de 1977, de Santitos Colon con la orquesta de Tito Puente:
La versión que me fascina es la de Willie Rosario. Empieza con una introducción de 40 segundos por los metales que se repetirá al final para cerrar la canción. Luego entra la voz de Junior Toledo acompasada por el piano de Javier Fernández y la percusión con Rosario y Jimmy Morales en las congas. En 1:26 se funde la intro con la melodía para preparar el plato fuerte del coro de 1:50 a 1:56. Aquí los bailadores ya estamos en la luna, con un empuje sostenido de los metales, destacando el saxofón de Beto Tirado un minuto después. Luego, en 3:35 empieza uno de los solos de alambre dulce más exquisitos de la salsa interpretado por el tresero Justo Rivera, acompañado por el piano, Morales y el bongosero Mitchell Laboy. Entran de nuevo los metales, el coro y una improvisación sabrosa de Junior Toledo para preparar el final.
Si comparamos esta versión con la de Tito Puente y Santitos Colón creo que podríamos descubrir el ingrediente secreto: los arreglos de Bobby Valentín que le dan el ritmo al bajo de Carlos Roldán y es lo que, a mi parecer, marca más la diferencia entre las dos versiones. Lo que hace que uno vuele con Willie Rosario y no despegue con Tito así la canción sea la misma. Ni comparación además entre el solo en el piano eléctrico de Tito Puente con el del tres de Justo Rivera. Son apenas casi seis minutos, pero cuánto se puede gozar en ese tiempo. Lo dicho, una fortuna saber apreciar y disfrutar la salsa.