Este fue un verano feliz en parte porque me trajo tres senderos, las memorias de artistas que admiro y aprecio: Lluís Homar, Fernando de Szyszlo y Philip Glass. He querido escribir una entrada sobre los pasajes comunes que estos tres artistas comparten, pero no he encontrado el tiempo todavía. Hoy recibo una alerta diciendo que ha fallecido, a sus 92 años, el maestro Fernando de Szyszlo. Me invade la tristeza.
Conocí su obra por primera vez gracias a una exhibición en el Mambo. Recuerdo esa fiesta de rojos profundos, que años después pasarían a ser azules. Sentí la conexión con Alejandro Obregón y Rufino Tamayo y, por ende, con el corazón del arte precolombino. Como sucede con el buen arte, salí lleno de gozo gracias al placer estético que me regaló su obra. A cuanto amigo me encontré o llamé o me llamó le conté que era imperdible la experiencia. Empecé a seguir sus pasos y a coleccionar libros y artículos relacionados con él y su obra.