Mientras desempolvo esta humilde Bitácora Utópica del descuido y el olvido pienso con cierta indignación cómo tanta gente sigue teniéndole aversión a la palabra utopía; la siguen percibiendo como una fantasía rosa producida por Disney. Me indigna más ahora que estamos viendo cómo la utopía de Netanyahu y sus radicales ultraortodoxos de extrema derecha se está haciendo realidad: una Israel sin palestinos, qué cuentos de dos Estados. Por no hablar de ese batiburrillo de Trump que no clasifica ni a fantasía infantil. Pero para aquellos que siguen viendo la utopía como una fantasía rosa inalcanzable ahí tienen un genocidio para pulverizar esa idea. El lado oscuro, tenebroso, de las utopías. Por eso es tan importante saber escogerlas.
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Encuentro con monje budista
En el camino a Utópica me encontré con un monje budista en la Plaza Keym en Bruselas. Nos saludamos con la mirada, sonriente me preguntó ¿cuándo regresarás a casa? Mi respuesta intuitiva fue todavía no. Él asintió. Olvidé preguntarle dónde quedaba mi casa.
Por un Estado laico en Israel y Palestina
Esta crónica utópica nace de la experiencia desgarradora del ataque inhumano de Hamás en Israel. Ver a jóvenes que festejaban acribillados sin compasión es brutal. Como también lo será la respuesta que los extremistas le exigen a Israel. Parece que solo se sentirán satisfechos con la desaparición de la franja de Gaza.
Hoy mi ser utópico se levanta pensando sobre la convivencia que han logrado judíos y musulmanes en todos los países de Occidente. En Ámsterdam tengo amigos judíos y musulmanes, hemos compartido todos sin problema tardes de sol. Cada uno respeta sus creencias y nunca son motivo de charla o discusión. ¿Por qué lo ha logrado Occidente y no Israel y Palestina?
Desde 1974 la ONU ha insistido en la solución de los dos Estados para resolver el conflicto. Si la experiencia occidental en la que conviven judíos y musulmanes sin atacarse mutuamente nos dice algo es que otra solución posible es crear un Estado laico en Israel/Palestina que se preocupe por el bienestar, convivencia y prosperidad de todos sus habitantes, sin distinción de la religión que practiquen, donde el principal problema sea encontrar un nuevo nombre que refleje su nueva realidad. (Sigue leyendo »»)
ChatGPT: primeras impresiones
1.
Cuando empecé a escuchar y leer de ChatGPT tuve la impresión de que era un motor de búsqueda que presentaba los resultados de Google de manera más elaborada. He leído de manera reciente a algunos columnistas que todavía dicen que no hace más que completar las frases que el usuario escribe. Error.
2.
Hace algunos meses, el ministerio del interior neerlandés se vio obligado a revelar el código fuente de la aplicación DigiD, que se utiliza para identificarse ante el Estado para tareas administrativas. Un usuario publicó una captura del código revelado. Y otro usuario le pidió a ChatGPT que analizara ese código. La respuesta me dejó boquiabierto. No solo hizo un análisis correcto de la función sino que además propuso una alternativa más elegante y breve, si bien tiene margen de mejora, como lo demostraron las más de cien alternativas que presentaron otros programadores. A partir de este punto me pareció que tenía que dejar de lado los comentarios que había leído y lanzarme a vivir mi propia experiencia con la IA. (Sigue leyendo »»)
Democracia, genocidio y negación: una neurosis de larga duración
Estudié Ciencia Política por varios motivos, entre ellos, la existencia de niños abandonados en las calles de Bogotá, la retoma brutal del Palacio de Justicia, la lectura de los Escritos Políticos de Hermann Hesse, que me llevaron entre otras a desarrollar mi primer síndrome de Don Quijote, a la lectura de Paideia y a sembrar los pilares de mi pensamiento utópico. Me gradué de la universidad sin haber tocado de lejos ninguno de estos temas, con una terrible angustia porque sentía que había un abismo entre la realidad estudiada en la universidad y la que vivíamos afuera. La palié un poco con mi monografía de grado, en la que hice un estudio del Estado colombiano desde otro ángulo, creo que más acertado pero que incluso hoy en día se queda corto, el propuesto por el profesor Fernán Gonzáles de País en construcción, que en realidad es una figura benévola para un Estado apropiado por la plutocracia nacional y sin interés alguno en crecer para cubrir a todos los colombianos. También investigué un poco la toma y retoma del Palacio, un estudio que también he ido actualizando con el tiempo y el descubrimiento de nuevos hechos.
Esta semana ha habido dos acontecimientos que me han confirmado que, en efecto, la Ciencia Política que estudié está muy desfasada con la realidad de Colombia: la condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) al Estado colombiano por el genocidio sistemático de la Unión Patriótica durante 20 años y la de Camilo Tarquino, expresidente de la Corte Suprema de Justicia por ser miembro del Cartel de la Toga. (Sigue leyendo »»)