Afganistán, o la utopía democrática

Con la salida de las tropas estadounidenses de Afganistán el pasado 31 de agosto debemos registrar en esta humilde bitácora utópica el fracaso de un nuevo esfuerzo por hacerla realidad.

Una breve digresión: los estudios sobre la utopía están ganando momento y podemos decir que se encuentran en estado más que saludable. Ya son varias las universidades que la incluyen en sus programas y con toda seguridad el fracaso de Afganistán será motivo de muchos de estos estudios utópicos.

Las invasiones de Afganistán e Irak eran una respuesta absurda al derribo de las Torres Gemelas. Europa se sumó por estar bajo el paraguas de los EUA, pero con mucha reticencia. 20 años después el fracaso de ambas invasiones demuestra sin duda que fue una respuesta sin pies ni cabeza.

Afganistán es un país de 38 millones de personas. Los colombianos recordamos con humor cómo Tola y Maruja le recomendaban a Tanja Nijmeijer que cuando fuera a cumplir su sueño de llegar en hombros a la Casa de Nariño, no tomara la 26 porque estaba destrozada por el contrato fallido con los Nule: es imposible que una guerrilla de 20.000 personas pueda tomarse Bogotá. Imaginemos entonces la tarea de invadir un país como Afganistán, sin conocer siquiera su lengua, mucho menos su cultura.

20 años, 1 billón de dólares (1 trillón en el sistema estadounidense) y más de dos mil soldados muertos después, la verdad dudo en llamar a la operación utópica o quimérica. Para dar alguna prueba de que no todo fueron pérdidas, Biden saca pecho diciendo que con sus aliados rescataron a más de 120.000 personas del país. ¿Después de 20 años el núcleo de afganos a rescatar son 120.000 nada más? Ni el 0.5% de la población. Un desastre por donde se le mire.

En los próximos años vienen los estudios sobre las preguntas relevantes e interesantes que deja esta fallida invasión, en especial para no cometer los mismos errores. Por ejemplo, en una lectura apresurada, hay sectores en la UE que apoyan la creación de un ejército europeo para no depender de los estadounidenses en casos como la evacuación de Afganistán; miles de aliados no tuvieron tiempo de ser evacuados por los europeos (los que quisieron y no salieron volando sin decirles siquiera adiós).

¿Pero es un ejército la respuesta? Mejor pensar en una fuerza de élite, como se planteará hoy en Bruselas. Afganistán también servirá de palanca si EUA vuelve a las andanzas: a pesar de que esta derrota junto con la de Irak le hace replegarse, no hay que descartar que se anime a intervenir en otros países de igual manera. Europa tiene suficiente evidencia para decir que ese no es el camino (remember Irak and Afghanistan) y, sobre todo, preguntarse cómo terminó en una misión tan loca desde el comienzo.

Vuelven también las preguntas sobre qué tan exportable es el modelo democrático de Occidente y los límites por la lucha de los DDHH en el mundo. La derrota de Afganistán significa que tendremos que convivir de nuevo con la impotencia de ver cómo tratan los talibanes a las mujeres, p.e. O cómo se cultiva el yihadismo ya sin temor al enemigo estadounidense. ¿Qué puede hacer Occidente ante estos casos?

Un amigo me decía que la única utopía de esta escala que se está haciendo realidad es la invasión china de Tíbet. No solo discrepo sino que lo considero un golpe bajo (cuando no un insulto) a los principios de la utopía, que siempre apuntan a un lugar mejor. Lo que está haciendo China en Tíbet es la extinción de una cultura mediante la imposición de una lengua, la prohibición de la nativa, la migración forzada de los autóctonos para apropiarse de su terreno. Esto de utópico no tiene nada. Y Europa también sabe convivir con este desastre sin problema alguno; sigue recibiendo más clases de ética democrática y humanitaria Cuba que China.

Otra inquietud que deja el fracaso de Afganistán es cómo se enfocarán los desafíos que tiene la humanidad con la Tierra en las próximas décadas. Sabemos que vamos tarde en implementar los cambios que se necesitan para vivir de manera sostenible, ¿pero cómo lograr que la mayor parte del mundo reme en la misma dirección si ni siquiera estamos de acuerdo en la equidad con la mujer, ya ni qué hablar de vivir en democracia?

Es de temer que la crisis que se avecina por la limitación de recursos en el planeta pueda desembocar en conflictos armadas por controlarlos. Las voces que claman por el ejército europeo verán justificada su alarma. ¿A cuántos años estamos, por ejemplo, de que un ejército europeo decida encargarse del cuidado de la Amazonía, un pulmón de la humanidad y no solo de Brasil? Macron lanzó el enunciado, en lo que podría considerarse el primer aliento de los vientos de guerra si no logramos que la humanidad reme de manera solidaria en la misma dirección.

De nuevo: 20 años, un billón de dólares, miles de soldados muertos después, y seguimos sin saber cómo hacer realidad la utopía. ¿Es ella la que falla o los que queremos alcanzarla?