En mi último paseo por las librerías me encontré con varios libros dedicados a Bob Dylan como parte del conocido Efecto Nobel. No voy a entrar en esa discusión antipática de si se lo merecía o no, si no hay cantantes que han hecho mayores o mejores aportes que él, etc. Hace años se filtró una lista del sonajero de la Academia sueca en el que ya figuraba el nombre de Dylan y mucha gente se lo tomó en broma. Probablemente el, la o los académicos que sugirieron su nombre se tomaron como una cruzada personal la demostración de que sí puede haber un cantante como ganador del premio.
Por supuesto que no tiene nada de raro. Basta con remontarse a Platón para recordar sus comentarios sobre los poetas y por qué deberían de ser expulsados de la ciudad ideal. Tomé al azar uno de estos libros dedicados a Dylan y no puedo negar que escuché el eco del filósofo griego. No hay escritor que no lamente el poder emocional de la música sobre la literatura: bastan unos acordes para evocar todo un universo de emociones, mientras que el verso aún más eficaz palidece como la luz de una vela ante el fulgor del volcán iniciado por la música. Pero esos versos ya sin compás son otra cosa: no es lo mismo leer “eres el metrónomo que marca el compás de mi corazón” que escucharlo con música. Creo que fue un éxito de los setenta u ochenta ese estribillo, con toda la parafernalia de mercadeo asociada (tarjetas tipo Timoteo, camisetas, tazas, etc.).
Es probable que un académico sueco haya olvidado el comentario platónico, o la advertencia mitológica sobre el canto de las sirenas y se haya perdido en la emoción producida por la voz y versos de Dylan, hasta que triunfó en su meta de coronarlo Nobel. Una victoria pírrica, porque el premio es una gran oportunidad para dar a conocer autores cuya obra quizás no es muy (re)conocida. O consagrar a los ya conocidos gigantes de la literatura.
Recuerdo, por ejemplo, que fue en una venta de garaje donde encontré la biblioteca Salvat dedicada a textos de los Nobel. Se amontonaban joyas de la literatura a precios muy bajos. Ahí encontré uno de mis libros fetiche, Las voces de Marrakesh, y por ahí empecé a explorar toda la obra de Elías Canetti. He de decir que una vez concluida, con todo lo que la admiro, me parece que haberle dado el Nobel a él fue algo desmedido, pero igual agradezco el premio porque quizás no lo habría descubierto de otra forma: en ninguna de las revistas literarias que consulto, por ejemplo, encontré reseña alguna de ese libro que me acompaña en cada viaje, que me enseña a mirar mejor alrededor, a sentir el lugar, y que me indujo el sueño recurrente de que amanezco en un hotel en una ciudad que desconozco, por la que se cuela una fuerte luz por la ventana, al igual que el ruido de una plaza y entonces creo intuir que estoy en Marrakesh.
Recuerdo ahora también que un compañero de universidad que hizo su tesis sobre Kafka y el derecho no quiso leer el ensayo magnífico de Canetti sobre la correspondencia entre él y Felice Bauer, El otro proceso de Kafka, donde detalla la excelsitud del autor checo para confrontarnos con el terror ante los ritos de pasaje que nos impone la sociedad, como el matrimonio. Sin esas cartas es muy difícil entender o conocer el origen de El proceso, como tampoco de algunos de sus cuentos más hermosos (De la construcción de la muralla china, por ejemplo).
Fue Nick Cave quien sin ser miembro de la Academia sueca hizo caer en cuenta a Kylie Minogue de que sus temas discotequeros podrían ser recitados como poemas, dando origen al álbum Abbey Road Sessions. ¿Qué habría sucedido si el académico sueco que hizo la campaña por Dylan hubiese descubierto este álbum antes? ¿Estará preparando alguna nueva sorpresa? Puedo apostar a que no podrá sacárselo de su cabeza, como le sucedió con Dylan:
Este premio ha traído tela que cortar, muchos piensan que Dylan no lo merece y otros pensamos que sí, como la mayoría de seres humanos solemos tener criterios que a lo mejor no son los más compartidos pero eso es lo bello de la vida la diversidad de pensamiento ojalá se respetara cada pensamiento del ser humano y escucháramos nuestras ideas poniéndonos en el lugar del otro. algo realmente difícil.
Hola Oswaldo, gracias por el comentario. Definitivamente los admiradores y amantes de la obra de Dylan, que son legión, deben de estar muy contentos con este premio. Como cuento en la entrada, conozco muy poco de su obra, apenas 3 o 4 letras de canciones que no son ni el 1% de toda su obra. Desafortunadamente el comunicado de prensa o las notas bio-bibliográficas de la Academia sueca no me ayudan a descubrir cuáles son «las nuevas formas de expresión poética» que creó Dylan, porque ahí sí tendríamos material para analizarlo y compararlo incluso con otros escritores estadounidenses que también son dignos de esa frase.