Me comparte J. una anécdota de Picasso: su amigo Vázquez de Sola, gran ilustrador, lo visitó en su estudio de París y Picasso le comentó que se le había aparecido la Virgen. Vázquez de Sola le preguntó: «Después de haber pasado por tu casa, ¿sigue siendo virgen?». Picasso se disgustó levemente y lo calificó de blasfemo. La broma es muy buena, pero lo que más me llama la atención es el fenómeno de la aparición de la Virgen.
Ha habido varias apariciones célebres, y lo que me he preguntado siempre es si la Virgen habla español o francés para comunicarse con sus interlocutores, porque hasta donde sabemos estos no hablaban hebreo antiguo.
Es una peculiaridad original de la iglesia católica, pues no hemos escuchado a nadie a quien se le haya aparecido Platón, Cervantes, Nietzsche o Einstein. Incluso si a un español o griego contemporáneos se les aparecieran sus compatriotas escritor o filósofo tendría grandes dificultades para entenderlo. Entro en pánico de imaginar que se me aparece Nietzsche y me dice un aforismo que revolucionará la filosofía contemporánea pero que no entiendo porque lo dice en alemán. Aunque bueno, con un poco de recursividad quizás lograría hacerle entender que espere y hacemos un Instagram Live para que pueda compartirlo con la humanidad.
Trato de leer sobre las ballenas cada que puedo y recuerdo un libro que empecé a leer porque la autora decía que iba a compartir sus diálogos con las ballenas, que ella hablaba con ellas de manera muy fluida. En el primer diálogo la ballena empezó a comentarle que tenía una vida muy activa cuidando a sus nietos y en los momentos libres se reunía con amigas a tomar el té. Todo esto se lo decía en inglés la ballena. Puse el libro abajo y ahí lo dejé: no tuve duda de que era una novela autobiográfica en clave de ballena.
¿Pero qué sucede cuando el diálogo sí es posible, cuando a una persona se le aparece una que conoce y le habla en su propio idioma, o en al menos alguno que sí entiende, en sueños? Le sucedió hace poco a una tía de F. Le comentó que se había encontrado en un sueño a su difunta madre y le mandaba decir que estaba muy bien y sin sufrimiento alguno. Le pedí a la tía que si se la volvía a encontrar que si por favor podía pedirle la receta de las papas al chupe que hacía, una exquisitez total. Una vez en el almuerzo le dije que sus papas eran tan deliciosas que me hacía pensar en el cuadro de Van Gogh Los comedores de papas, tan sombrío, en el cual los retrata con el color de una papa sin pelar para revelar la dureza de su existencia: «Si Van Gogh hubiera probado tus papas seguro que habría empezado a pintar sus cuadros con colores vivos mucho antes y los habría empezado a firmar con rojo anaranjado», mientras me relamía comiéndolas. La tía no entendió mi comentario y F. me miró con cara de blasfemo. Otro diálogo imposible, también en la cotidianidad.