—No, el de ejecutivo tampoco, dijo tajante J.
Tengo 5 disfraces de ejecutivo que utilizo en diversas ocasiones. A la hora de una entrevista de trabajo o firmar un contrato, etc. Tuve que ponerme la versión engallada para ir a la Embajada de Holanda en Bogotá. Si hay algo que abre las puertas con una secretaria, por más impenetrable que sea, es un vestido de ejecutivo de tres piezas con reloj dorado prestado de mi padre para la ocasión. Le puse también el llavero de Mercedes Benz que me regalaron cuando acompañé a L. a comprar su auto modelo Serie E (me lo regaló el vendedor como para que saliera con algo del almacén). Es absurdo, pero funciona, y no solamente con ellas. En la sala de espera había un par de jóvenes muy bellas y muy bien arregladas: en cuestión de minutos me dieron tarjetas con teléfono para llamarlas para que nos encontráramos en Ámsterdam. Quién sabe cara de cuántos euros le vieron a este cliente o si creyeron que íbamos a viajar por Europa con mi Mercedes.
Tomé conciencia de la importancia de ampliar mi repertorio el día que fuí al matrimonio de C. y su esposa me dijo: "Traes el mismo vestido que utilizaste en los entierros de los abuelitos de C.". Creo que estuvo a punto de decirme Ni que esto fuera un entierro, pero se contuvo. En todo caso, tenía toda la razón (no por lo del entierro, también podría estar en la línea de que la ocasión exigía vestido nuevo): me había tomado muy en serio aquello del todocasión.
—J, te propongo una cumbre sin disfraces.
Otra forma de invitarla a tomar el sol en la playa nudista. Llegamos y como era de esperar, estaba completamente repleta; pleno inicio del verano. Finalmente encontramos un lugar tranquilo hacia las dunas y nos preparamos para charlar. En el fondo, J. entendía muy bien mi aversión a los matrimonios y me alegró mucho ver el optimismo con el que estaba dando este paso. El porqué del traje de novia para el segundo matrimonio me pareció poco comprensible pero el caso es que es lo que ella quiere.
—En el fondo, el cuento de las crónicas utópicas y todo lo utópico se lo debes a tu papá.
—?
—Sí, la educación que él te quiso dar es una crónica utópica. Digamos que quiso hacer el proceso masónico contigo de volver una piedra bruta en el bloquecito ese de la perfección y no le salía. Seguía las instrucciones del manual, era riguroso con los mandamientos, pero nada. Veo a un hombre desesperado que no sabía cómo reaccionar a medida que el tiempo pasaba y el resultado no era lo que él quería. Bueno, no es nada nuevo, al doctor Víctor Frankenstein le sucedió igual.
—Gracias, qué cumplido. Y apreté las dos bolitas que tengo a los lados del cuello. Siempre siento algo de pudor cuando J. quiere llevar la visita a la playa nudista al plano emocional.
—Hay también un patrón de transformación y cambio. Me pregunto qué tanto tendrá que ver Paracelso con la masonería.
—Buena pregunta. La imagen es clara, aunque quizás no sea más que un caso de sinfronismo.
—Podría ser porque todo el conocimiento se pierde en el momento en que se encontró la fórmula y luego quieren probarla una y otra vez. En realidad diría que eres el hijo de un alquimista frustrado, jajajaja.
Me reí también, imaginar a mi papá por algún instante como el abuelo Drácula en su laboratorio me parecía absurdamente chistoso, porque en todo caso, le hacía falta el ingrediente principal para esos experimentos. Pero sí, J. me dejó sin palabras en ese momento. Se acomodó para acostarse y en ese instante comprendí su felicidad.
—Estás embarazada.
Se levantó las gafas de sol y me regaló su mirada de brillo intrigante.
—¿Cómo lo descubriste?
—Intuición masculina.
—Tengo seis semanas, solamente lo sabemos Germán y yo y ahora tú, estoy esperando un mes más para contar la noticia.
Llevé mi mano sobre su vientre para saludar a la criatura. Sentí una energía especial.
—Sabes, me has convencido. No voy a hacer fiesta de disfraces con corbata negra. Voy a organizar la fiesta aquí en la playa con un festival de colores. Puedes traer tu disfraz de diablo, aunque un traje azul veraniego con pantalón blanco de lino no te quedaría mal.
—Así llegaré.
Y nos abrazamos, profundo. Definitivamente, una de las formas más bellas de la alquimia es el diálogo.