1.
Hace ya diez años, cuando hice la primera versión de Las Monedas Virtuales para leer el I Ching, le pregunté al Oráculo qué opinaba sobre esta nueva forma de consultarlo, inspirado en el mismo ejercicio que hizo Jung con el Oráculo y que se encuentra en el conocido libro de Wilhelm. La respuesta fue y no fue sorprendente: el hexagrama 40, la liberación, que dice:
LA LIBERACION. Es propicio el Sudoeste .
Si hay no hay donde ir, la vuelta trae buena fortuna.
Si todavía hay algo donde uno tiene que ir, la dispersión trae buena fortuna.
Mi interpretación fue la siguiente: ese algo adonde uno todavía tiene que ir (el Oráculo) es el medio digital, dispersarse en él. Lo importante es perpetuar el mensaje, el texto: "la vuelta trae buena fortuna". El I Ching es probablemente el texto más antiguo de la humanidad: sin ningún problema migra de un medio a otro, de un formato a otro, sean papiros de bambú, ediciones de tapa dura, bytes.)
2.
Estaba tomándole algo de apatía a Babelia, el suplemento cultural de El País. Justo cuando inconscientemente le estaba dando un ultimatum, me sorprendió con textos muy buenos, curiosamente la mayoría relacionados con la utopía y con ello me ayudó a volver a esta bitácora tan abandonada para registrarlos. El primero de ellos fue la entrevista con Ray Bradbury. Un autodidacta formado en su biblioteca por Shakespeare, Verne, Poe, Burroughs, Wells, los amigos de papel, como él los llama. Un autor más con el Síndrome de don Quijote, que se refleja a su vez en su lucha utópica por mantener las bibliotecas.
Bradbury se opone por completo a los libros digitales: "Eso no son libros. Los libros sólo tienen dos olores: el olor a nuevo, que es bueno, y el olor a libro usado, que es todavía mejor". Una bella descripción para ese objeto cuyo fetichismo compartimos muchos lectores.
Bradbury ha ido perdiendo la vista: ahora, para escribir, llama a su hija y le dicta los textos. Estas dificultades no pueden contra su deseo de seguir escribiendo.
3. La resistencia a lo nuevo
Transcribo estas palabras de Sócrates en el Fedro:
Me contaron que cerca de Naucratis, en Egipto, hubo un Dios, uno de los más antiguos del país, el mismo a que está consagrado el pájaro que los egipcios llaman Ibis. Este Dios se llamaba Teut. Se dice que inventó los números, el cálculo, la geometría, la astronomía, así como los juegos del ajedrez y de los dados, y, en fin, la escritura.
El rey Tamus reinaba entonces en todo aquel país, y habitaba la gran ciudad del alto Egipto, que los griegos llaman Tebas egipcia, y que está, bajo la protección del Dios que ellos llaman Ammon. Teut se presentó al rey y le manifestó las artes que había inventado, y le dijo lo conveniente que era extenderlas entre los egipcios. El rey le preguntó de qué utilidad sería cada una de ellas, y Teut le fue explicando en detalle los usos de cada una; y según que las explicaciones le parecían más o menos satisfactorias, Tamus aprobaba o desaprobaba. Dícese que el rey alegó al inventor, en cada uno de los inventos, muchas razones en pro y en contra, que sería largo enumerar. Cuando llegaron a la escritura:
«¡Oh rey!, le dijo Teut, esta invención hará a los egipcios más sabios y servirá a su memoria; he descubierto un remedio contra la dificultad de aprender y retener. —Ingenioso Teut, respondió el rey, el genio que inventa las artes no está en el caso que la sabiduría que aprecia las ventajas y las desventajas que deben resultar de su aplicación. Padre de la escritura y entusiasmado con tu invención, le atribuyes todo lo contrario de sus efectos verdaderos. Ella no producirá sino el olvido en las almas de los que la conozcan, haciéndoles despreciar la memoria; fiados en este auxilio extraño abandonarán a caracteres materiales el cuidado de conservar los recuerdos, cuyo rastro habrá perdido su espíritu. Tú no has encontrado un medio de cultivar la memoria, sino de despertar reminiscencias; y das a tus discípulos la sombra de la ciencia y no la ciencia misma. Porque, cuando vean que pueden aprender muchas cosas sin maestros, se tendrán ya por sabios, y no serán más que ignorantes, en su mayor parte, y falsos sabios insoportables en el comercio de la vida.»
Hoy en día, este fragmento resulta un arcano de cómo nos relacionamos con las nuevas tecnologías. En el comentario de Bradbury sobre los libros digitales retumba el eco del rey Tamus. Paradójicamente, Sócrates también abogaba por el aprendizaje oral, negándose a escribir sus enseñanzas. Gracias a la escritura de Platón podemos recordarlas. Este eco también se escucha en una más de las tantas discusiones sobre el futuro del libro, reducida prácticamente al amor por el objeto libro contra la continuación del servicio del objeto libro ahora en forma digital.
4.
Estaba leyendo la novela Tirza de Arnon Grunberg en holandés y cuánto anhelaba tener un libro digital al cual con dar un solo click sobre una palabra apareciera la traducción al español o inglés de la misma y no tener que parar la lectura para buscar la palabra (una vez más) en el diccionario. Esta será una de tantas funciones que nos esperan con los libros digitales. Alcancé a ver por un instante una mezcla de los dos objetos: un libro digital encuadernado como libro de papel (inspirado en el case modding), una fuente de trabajo para ese oficio en plena extinción: los encuadernadores de libros. Pero esto será algo opcional y que solamente dilatará la extinción del oficio.
5.
Una amiga profesora me contaba cómo veía cada vez más el problema del "olvido de las fuentes de conocimiento" (los libros de la biblioteca) por parte de los estudiantes: lo que no encuentran en Google o Wikipedia, no existe. No se les ocurre ir a una biblioteca a investigar. Esa es su tarea quijotesca para este año, me dijo, "llevarlos de nuevo a la biblioteca". La llegada de los libros digitales ayudará en ese problema también: con una biblioteca digital los estudiantes no tendrán excusa para no ir con mayor profundidad en su aprendizaje. La anécdota de Amazon con la novela 1984 puede ser un primer paso para crear estas bibliotecas públicas que prestan una edición digital y a las 3 semanas la borran del dispositivo. Quizás porque sucedió en EUA, los gritos de indignación han sido porque Amazon retiró algo por lo que los usuarios ya habían pagado, la violación a la propiedad privada, y por el control que una empresa puede tener sobre el dispositivo, la violación de la privacidad (y con ello la risa Orwelliana). Pero no hay que ver todo tan blanco y negro: este lapsus bien puede ser la base de las bibliotecas digitales.
En otra entrada seguiré con las crónicas utópicas relatadas por Babelia.