¿Cuáles son las diferencias más importantes entre la Agenda común por el cambio hacia una nueva Colombia de San Vicente del Cagúan y el Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera firmado en La Habana? En términos de forma, no muchas pero sí muy significativas.
En el Caguán las Farc llegó con una agenda de diez puntos que terminó en doce. En La Habana, el equipo negociador logró reducirla a seis puntos. Los dos temas nuevos, muy importantes, de La Habana que no estaban en el Caguán son: el punto 3, el cese del conflicto y la dejación de las armas, y el punto 5, víctimas.
Los puntos de la agenda del Caguán que no aparecen en el Acuerdo de La Habana:
Todos los relacionados con la revisión del modelo económico, incluyendo el polémico punto en los diálogos pasados de la redistribución del ingreso y el pago proporcional de impuestos;
Los puntos 8, sobre reformas del Estado, 10, sobre las Fuerzas militares, 11, sobre relaciones internacionales;
Otros puntos que cambian en la estructura de las agendas: En materia de lucha contra la corrupción, se acepta el actual marco legal más tres medidas suplementarias; el narcotráfico pasa a tener un capítulo aparte en el Acuerdo (sin duda un guiño a los Estados Unidos).
Los puntos en común: el punto 3 del Caguán, Política Agraria Integral, llamado ahora Reforma Rural Integral; el punto 7, Reforma política para la ampliación de la democracia, ahora punto 2, Participación política: Apertura democrática para construir la paz, que contiene varios acápites de otros puntos principales, en especial el punto 1 del Caguán, Protección de los derechos humanos como responsabilidad del Estado y el punto 9, Acuerdos sobre Derecho Internacional Humanitario.
¿Qué sucesos en el país pudieron motivar este cambio de agendas en 10 años? Principalmente cinco:
- La imposibilidad de la victoria militar de alguna de las partes;
- La desmovilización de los paramilitares durante el gobierno de Uribe;
- Las bajas en el Secretariado de las Farc (Marulanda, Reyes, Cano, Jojoy y Ríos);
- El manejo de la crisis económica: contrario a los análisis de las Farc, la crisis económica mundial no hizo que el país se girara hacia el modelo económico propuesto por esta;
- La inclusión en la lista de organizaciones terroristas de Europa y EUA (la gran derrota a manos de Pastrana que reconoció Tirofijo).
Del Caguán nos quedaron varias lecciones, si bien desconocemos el análisis de las Farc sobre el fracaso de esa oportunidad histórica que el país le debe a Andrés Pastrana. Por el contrario, gracias al libro La paz en Colombia hoy sabemos que las Farc nunca tuvo la intención de sacar adelante el proceso del Caguán: por el contrario, lo que estaba era ganando tiempo para lanzarse a la toma del poder por la vía armada. Esto se lo dejó muy en claro a Fidel Castro, todo consignado en la llamada Estrategia político-militar que le pidió no compartir con Pastrana (Véase el capítulo VIII, Los dos encuentros con Marulanda).
En el Acuerdo de La Habana hay un preámbulo con una declaración de principios muy bella, pero definitivamente hace falta ese mea culpa de las Farc por haber arruinado la experiencia del Caguán. A pesar de que en el Acuerdo se enfatiza la expresión no repetición no está en claro por ninguna parte del Acuerdo que las Farc no volverán a las armas.
En el contexto del Acuerdo, la no repetición se restringe a no repetir las condiciones para el conflicto armado o para que nadie más vuelva a ser víctima de este, pero hace falta la declaración formal de las Farc de no volver a las armas. De hecho, a falta de un “acuerdo prenupcial” y según la experiencia del Caguán, este sería el gran as bajo la manga de las Farc.
No sorprende entonces la hipótesis de que el cese del fuego unilateral de las Farc es parte de la estrategia de esconder armas en caso de que decidan romper el Acuerdo (unilateralmente). Porque este es el otro gran vacío del Acuerdo: ¿qué pasa si alguna de las partes lo incumple total o, en especial, parcialmente? Sin armas las Farc ya no tendría el mecanismo de presión que llevó al Estado a negociar; desafortunadamente, los motivos de desconfianza entre las partes datan desde el origen de las Farc.
En suma, el corazón y la estructura de la Agenda del Caguán y el Acuerdo de La Habana no son radicalmente diferentes. El peso del fracaso del Caguán recae enteramente en las Farc y sin este mea culpa, sin ese acto de humildad y sensatez de reconocer que por estar empleando una estrategia doble con el Estado y la sociedad colombianas se perdió esa oportunidad que nos habría ahorrado ya una década de conflicto, es inevitable plantear un gran signo de interrogación sobre la voluntad y compromiso de las Farc para asumir a cabalidad el Acuerdo, sin ases bajo la manga.