En la Villa ‘La Gioconda’, en Vinci, nos encontramos a un gato muy joven. Empezamos a jugar con él y nos siguió hasta la habitación. Rasgaba la puerta, la ventana y maulló toda la noche para que lo dejáramos entrar. Hacia las 7 de la mañana empezó la misma rutina y le abrimos la puerta. Saltó sobre la cama y se puso a dormir sobre las cobijas. F. me preguntó qué nombre le íbamos a poner.
En la noche insistió de nuevo y nos resistimos otra vez –hasta el amanecer. A las 7 le abrimos la puerta, jugó buen rato con nosotros y volvió a quedarse dormido sobre la cama. A la noche siguiente, después de regresar de paseo, no vimos rastro de él. Antes de partir esa mañana nos encontramos con un vecino de habitación que nos preguntó que si habíamos escuchado a un gato que no lo dejó dormir en toda la noche. Cuando no lo vimos al regresar, llegué a pensar que este vecino lo había secuestrado y abandonado en algún pueblo cercano. Sentí tristeza por su destino y lo extrañé.
A la mañana siguiente fuimos a preguntar al administrador que si tenía noticias del gato. Nos lo encontramos jugando en la terraza de otros vecinos. Ni siquiera nos determinó. Nos vio a la distancia y siguió indiferente jugando con sus nuevos amigos. ‘Después de dos noches maullando porque lo dejáramos entrar, después de permitirle que durmiera en la cama, ¿ahora ni nos determina?’, comenté con cierta indignación. ‘Gatos -exhaló sobrecogida de hombros F.: ¿Querías darle un nombre? Ahí lo tienes: ese gato se llama Deseo’.