Enigmas

1.

Después de que se aprende a hacer el pesto en casa es imposible volver a comprarlo enlatado en un supermercado. La excepción es el que compro en una trattoria cerca de casa donde lo preparan exquisito. Me divierte jugar a tratar de desencriptar la receta del chef. Lo que más me llama la atención de su receta es que siempre sabe igual. Después de volverme cliente fiel en algunos restaurantes puedo detectar si cambian el chef. Noto esto sobre todo en los de comida colombiana. Hay una cadena de restaurantes italianos que me gusta mucho y nunca la misma pasta o pizza saben igual. Incluso varía el sabor según el día. Seguramente la trattoria sigue la receta al pie de la letra, siempre con los mismos ingredientes.

Me he aferrado a una receta particular, pero la práctica imposibilidad de comprar la misma albahaca o queso parmesano hacen que –contrario a la trattoria— el pesto que preparo siempre sabe diferente. A veces, muy a veces, creo que he logrado desencriptar la receta de la trattoria; sé que la clave final está en los ingredientes. Me pregunto sobre la logística de las grandes multinacionales de alimentos para lograr que sus productos conserven siempre el mismo sabor.

2.

Una anécdota de García Márquez: contaba que se encontró con un amigo lector de Del amor y otros demonios que le comentó: “Fabulosa tu novela, me la leí en cuatro horas”. García Márquez le agradeció y le dijo: “De buenas tú, a mí me tomó dos años escribirla”. Varias veces he pensado que García Márquez era un cazador de shocks o de epifanías y gastaba muchas horas tratando de descifrar el camino que llevaba a estos chispazos reveladores. Si era así o no es otro enigma. A mi parecer, su mayor obra de desencriptación sigue siendo la muerte anunciada. Su investigación de cómo sucedió el asesinato de Cayetano Gentile lo llevó a descubrir esa expresión que es válida en muchos contextos (las más recientes las del fiscal argentino Alberto Nisman o los dibujantes de Charlie Hebdo). Toma muchos años desencriptar la cifra pero una vez que se logra es cuestión de horas o minutos aplicarla en la realidad.

3.

Vimos The Imitation Game, una película con muchos aciertos. Quizás el mejor de todos sea que siguió el juego de palabras propuesto por Andrew Hodges, el mejor biógrafo de Alan Turing: él mismo era el enigma y el acierto de la película está en llevar en paralelo el trabajo de Turing para desencriptar las comunicaciones nazis cifradas con la máquina Enigma con el retrato de su vida, con sus primeros esfuerzos por encriptar la comunicación con su amigo Christopher y luego preservar el secreto de su condición homosexual. Como dijo un general retirado: “Menos mal que las autoridades no descubrieron que Turing era homosexual, de lo contrario hubiéramos perdido la guerra”.

Uno de los momentos de mayor tensión de la película es el de la serendipia cuando Turing descubre los cillies, una de las vulnerabilidades de Enigma (el factor humano). En realidad el trabajo de Turing fue más allá y en este sentido la película podría haber presentado más momentos de placer intelectual en el trabajo de Turing. Pero, lo dicho, el énfasis estaba más en descifrar el enigma de Turing. La actuación de Cumberbatch como Turing es maravillosa y tiene más que merecida la nominación al Oscar. Crípticamente la película termina con una nota sobre las víctimas de la homofobia en el Reino Unido (que sin duda es una de las claves para ver la película). A mí me llevó de nuevo a la vida de ese héroe polaco que fue Marian Rejewski y al infame espía Hans-Thilo Schimdt, un dúo improbable sin cuya ayuda Turing jamás habría podido avanzar en su trabajo.

Escuchemos un pequeño homenaje a Turing: los nocturnos de Chopin por uno de sus mejores intérpretes, el chileno Claudio Arrau: