Matrix, origins (2): Everybody can be an artist in the Net

Conocí a D., joven millennial, con quien tuve la oportunidad de comentar mis impresiones sobre la vida en la Red. Cuando le pregunté que si era cierto que los jóvenes de su edad escogían sus destinos turísticos dependiendo de qué tan buenos fondos serán para su Instagram, me dijo: «Espera un momento, estás reventando mi burbuja: soy muy serio con mi Instagram, le dedico mucho tiempo y esfuerzo. Para mí es fundamental escoger buenas locaciones para mi fotografía».

Después de ver su Instagram no hay duda sobre su dedicación y compromiso con su arte. Aunque también me confesó algo que me dejó boquiabierto: «Si una foto no recibe suficientes me gusta, la borro: la falta de me gusta significa que la foto probablemente no es tan buena como yo creo y es mejor borrarla. También siento algo de pena si alguien viene a ver mis fotos y no tienen suficientes likes». No pude contenerme y decirle que me parecía que este era un criterio masoquista: si él la había publicado en primer lugar es porque consideraba que tiene un valor, eso debería ser suficiente: «No puedes anticipar cuándo llegará alguien a quien le gusto incluso más que a ti». Justo entonces por casualidad C. compartió una foto de Kubrick en la que los smartphones eran remplazados por periódicos y revistas: «Es la condición humana», concluyó tajante.

Me pareció ver dos polos de la discusión. Concuerdo con D. en que seguramente en los pensa de las academias de diseño y fotografía se estudien ahora los instagrams de personas que quizás ni siquiera se consideren así mismas artistas aunque su práctica y logros afirmen lo contrario. D. por ejemplo estudia Relaciones Internacionales pero es evidente su talento para la fotografía. Quizás la gran maravilla de los nuevos medios es que al facilitar sus recursos a cualquier persona esta pueda descubrir o desarrollar sus talentos artísticos mucho más fácil que antes. Pensemos en las bitácoras, en Twitter –timelines o trinos que son la versión 2.0 de los aforismos o escolios, microrrelatos, etc.–, Flickr, Instagram o hasta el mismo Blip.fm: Todos podemos ser artistas en la Red.

C. se animó a decir que los likes que D. valora pueden ser buenos guías: «Digamos que hay 5 personas a las que él aprecia o respeta. En lugar de ir a presentarles su trabajo y preguntar su opinión como se hacía en el pasado, sus me gusta son una retroalimentación inmediata que le obliga a preguntarse por qué una foto gustó o no. Es otra forma de aprendizaje, pueden ser mentores virtuales».

Recordé entonces una charla de Wynton Marsalis que hablaba indirectamente sobre la búsqueda de esos likes. Decía que un músico sabe cuáles son los caramelos que le gustarán al público; solo tiene que dárselos para llenarse de aplausos, pero eso es todo lo que recibirá, sugiriendo que la conexión mística (o casi) con la música era la verdadera búsqueda; la búsqueda de los likes es la que lleva a la depresión postselfie o a la neurosis de repetición de don Juan, que en su versión 2.0 acumula likes en lugar de parejas.

¿Es así como se va desprendiendo el mundo de la Red, el Online, del mundo que creemos real, el Offline? Quizás no se desprende, quizás sea más acertado percibir cómo se va virtualizando hasta no tener más sentido que su valor en la Red, como los mapas a escala real de los que hablaba Borges en Del rigor en la ciencia.