Memorias fantasmagóricas

Como escritor fantasma que fui, el comunicado de Lina Moreno, esposa del expresidente detenido Uribe Vélez, me trajo recuerdos del oficio. Aclaro que no descarto que la señora Moreno sea la autora del comunicado, solo que tiene recursos propios de los fantasma que me provocan esta evocación matutina en la forma de memorias fantasmagóricas. Mi primera sorpresa fue encontrarme a la Didot en el titular del comunicado:

Recuerdo ese día que vi los tipos originales en el Museo de Johannes Enschedé en Haarlem, junto con los de la Baskerville, Bodoni, Perpetua, Gill Sans entre otros (para desmayarse). La Didot viene incluida en los Mac, de donde se puede deducir que el texto se le pasó a un diseñador o que fue formateado directamente en el Mac de la señora Moreno. Aprecio también las tildes en las mayúsculas, pequeños detalles de cuidado de no querer dejar nada al azar.

También recuerdo en mi biblioteca familiar un libro que mi padre valora en particular: El diccionario de citas célebres que, según el texto a escribir, puede ser un instrumento invaluable para darle un tono de erudición al contenido o ser la floritura para abrir como epígrafe. Incontables las veces que ha usado ese libro, incluso para grabarlas en el contestador automático como primera respuesta.

La cita de Fitzgerald que sirve de epígrafe era quizás la que más apreciaba el escritor Jorge Semprún, que la asociaba con la resistencia, con la capacidad de no dejarse abatir por la realidad. Llegó a llamarla la mejor definición de dialéctica que conocía en su libro Vivir es resistir. Pero no quiero perderme en el estudio de las citas, sería caer en el divertimento del fantasma. Porque sí, da cierto placer introducir esas citas como argumento que fortalece o da autoridad y razón a lo que se dice, pues como ya lo dijo Sócrates en el Fedro: ….

Me hace recordar también dos momentos puntuales en los que me he cuestionado la esencia del poder de las palabras y la labor del escritor fantasma. El primero, cuando de niño le escribí un poema a mi abuela Rosita y antes de terminarlo ella ya estaba llorando. El segundo, cuando ante la inminencia de una entrega de ensayos, ayudé a mi novia de entonces a terminarlos. Me sentí escribiendo carreta: sí, tenía ritmo, cierto poder de convencimiento, pero era artificial. Como fantasma no fueron pocas las veces en las que me sentí haciendo lo mismo, escribiendo carreta para llenar páginas, aunque siempre busqué ponerle algo de sustancia y contenido al tema central. Lo dejé porque al final vi que era un ejercicio estéril, para todas las partes: quien escribía, quien presentaba, quien leía.

Es la misma carreta que encuentro en el comunicado para decir tres ideas: 1. Los jueces son humanos y se dejaron permear por el discurso antiuribista; 2. Series como Matarife han demonizado a Uribe y su carrera y la Corte se dejó influir por ellas; 3. El país está a la deriva, polarizado y dominado por el odio. Como ya se preguntaba Thomas Mann y hoy es más relevante que nunca: ¿de esta fiesta de la muerte […] ¿surgirá algún día el amor?

La cita final del comunicado no deja de ser un divertimento puesto que no encaja con nada de lo anterior, salvo que sea una invitación a cortar la rama judicial para poder volver a ser libre.

¿Pero eran este el tono y contenido a la altura de las circunstancias? No me parecen. De sentenciar a Uribe por las evidencias a todas luces contundentes para la Corte Suprema de Justicia, el siguiente paso es investigar sus lazos paramilitares. Y aquí es donde se equivoca flagrantemente la señora Moreno: no se puede poner en duda la probidad de cinco magistrados ante un tema tan delicado (así sea Colombia con sus carteles de la toga). No se puede reducir a es que le tienen tirria a Uribe, le hicieron caso a los chismes de la oposición, etc. ¿Y sobre esto recae la solidaridad con el esposo?

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Lo demás es una piñata para los hermenéuticos y vacío para sus seguidores (salvo los acérrimos, a quienes se les ha desvelado la filósofa del siglo XXI). Para mí, humilde cronista utópico, me confirma que el vacío más grande de la escritura fantasma está precisamente en lo que quiere ocultar.