Apoyo

Hace alrededor de 15 años vivía un romance con una mujer que se estaba separando, que dormía en habitaciones separadas. Después de 2 años la separación no se daba y decidí dar un ultimátum. Ella finalmente empacó su maleta y se vino a vivir a mi casa: «¿Ahora sí me crees?». A mí me tomó totalmente por sorpresa. La recibí feliz, pero no sabía cómo apoyarla. La vi nerviosa, acababa de empacar toda su vida en una maleta y ahora se encontraba a la deriva, sin seguridad de si mi casa sería su puerto final o no. Traté de aligerar el momento y le dije vamos a alquilar un par de películas. Después de esta proposición ella me pidió que la comprendiera, que quizás todo era muy súbito, tomó su maleta y regresó a su hogar. Entendí que había dicho una estupidez propia de quien no tenía ninguna experiencia en esos casos.

Recordé esta anécdota ayer cuando leí que una mujer había hecho lo mismo para apoyar a una amiga que acababa de abortar. Parece que con la amiga sí le funcionó, pero igual reconocí la misma falta de preparación para acompañar a una persona que pasa por un momento existencial crucial. Y mucho más atrás, recordé cuando acompañé a una amiga muy querida a abortar. Estar con ella no era un problema, lo difícil para mí era cómo ayudarla después de. Pensaba en prepararle un caldito de pollo, dejarla que reposara en mi casa, pero ¿de ahí en adelante qué? Eso sí, jamás pensé en entretenerla. (Sigue leyendo »»)

Amsterdam era una fiesta

La goleada del Ajax al Madrid siguió resonando por toda la ciudad, era la charla del día. El partido fue como asistir a una gesta utópica que termina convirtiéndose en realidad. Para nosotros los utopistas, este es el momento culmen de la utopía, esa metamorfosis que reivindica el camino recorrido por ella.

Dos de las estrellas de la noche, el mediocentro Dusan Tadic y el entrenador Ten Hag nos regalaron otra utopía que me ha tenido pensando esta mañana. Tadic: «Ojalá muchos de mis compañeros puedan llevar su ambición un paso más arriba y pospongan sus planes inmediatos un año más», un llamado quimérico a De Jong sin duda; Ten Hag: «Sería fantástico poder trabajar más tiempo con esta selección. Pero en el fútbol actual es una utopía; nos compran los jugadores cada vez más jóvenes, una tendencia desde hace 10 años que solo empeora con el tiempo y no se puede cambiar».

Le guardo antipatía al Real Madrid y a Mourinho en especial porque ante la superioridad del Barcelona la única solución que encontraron fue lanzarle torpedos (y otras cosas) para destrozar su fútbol. Mourinho logró su cometido: Guardiola tuvo que tomarse un año sabático y el Real Madrid volvió a empatarle e incluso ganarle al Barcelona. «Fútbol sin balón» bautizó con orgullo Mourinho a su estrategia. El placer de las tres derrotas en una semana que vivió el Madrid es que fueron ante los mayores exponentes de la escuela del fútbol total creada en Holanda y legada al Barcelona por Cruijff; sí, Mourinho logró desactivar el juego del Barça, pero el precio a largo plazo fue más costoso: dejó al Madrid sin identidad, hoy en día nadie sabe a qué juega.

¿Qué tal que la utopía de Tadic y Ten Hag se pudiera hacer realidad? ¿Hasta dónde lograría evolucionar este nuevo sendero que está bifurcando el Ajax? No lo sabremos: los grandes equipos están comprando ya a las jóvenes promesas y con ellos se irá esta utopía. Lo que más me llama la atención es la falta de visión general de estos poderosos: se llevan a los jugadores, cuando en realidad deberían comprar al Ajax y dejarlo desarrollarse de forma natural. Es la escuela que están buscando. Cuánto sufren el PSG y el Madrid por la falta de visión y claridad que en el Ajax practican sus jugadores desde los 10 años. (Sigue leyendo »»)

Cuando ganar es perder mucho

Anoche soñé que el Ajax le ganaba 0-5 al Madrid. Una premonición similar a la que tuve con el 0-5 de Colombia a Argentina. Recuerdo la cara de C cuando le dije este posible marcador: «Está loco, además jugamos en Buenos Aires». Si algo he aprendido del Barcelona de Messi y Guardiola es que el fútbol debe ahora ser visto como una obra de arte, no solo como un deporte. Así que no me impresiona en absoluto un equipo que lleve ganadas tres orejonas seguidas y se siente orgulloso de llevar más de mil días como rey de Europa. Comparto el criterio de Messi cuando se le preguntó sobre estas victorias del Real Madrid, dijo algo similar a saben ganar de la nada, es decir, cuando se juega a nada y aun así marcan goles y ganan.

Encuentro pocas cosas más aburridas que ver jugar al Real Madrid. Sí, 13 orejonas, ¿y qué? Flóper mismo lo sabe: varias veces ha confesado que su objetivo es crear un equipo que enamore, un equipo que cree afición, como el Brasil del 70, el Ajax del 95, el Barcelona de la última década. Esos equipos que hasta los niños saben cómo juegan: Rivelino recibe el balón, hace un regate y se la pasa a Tostão, este se desprende de la marca y se la pasa a Jairzinho, hace un centre y la recibe Pelé, regatea a tres defensas y marca gol. Los niños entienden cómo juegan esas selecciones, instintivamente saben a qué juegan. Los que heredaron ser hinchas del Madrid solo sueñan con comprar la camiseta de Cristiano porque marca muchos goles, pero que pongan atención a quién se la pasó a él o quién armó la jugada… (Sigue leyendo »»)

Fibonacci

Fui a un concierto de música clásica y vi que en el balcón se encontraba el expresidente Barack Obama. «Qué casualidad, es la cuarta vez que me lo encuentro en un año», pensé. Sentí envidia además: lo vi joven, relajado, sin preocupación alguna, disfrutando del momento, con pensión de expresidente gringo y todo el tiempo del mundo para viajar adonde quiera. Un guardaespaldas rompió mi ensoñación: «Acompáñeme, por favor». Me tomó totalmente por sorpresa el hombre, en especial porque el concierto estaba a punto de empezar.

Me llevó a una oficina acompañado por otro escolta. Me llegué a sentir como un sujeto peligroso. Me hicieron sentar y empezó el interrogatorio: «Es la cuarta vez que coinciden usted y el presidente Obama en este último año. ¿Coincidencia?», me preguntó con cara de sospecha el escolta. «Pues fíjese que sí –le dije–, de hecho estaba pensando en lo mismo». El hombre respiró profundo, hizo un par de gestos histriónicos, de esos de serie policiaca gringa, me miró fijo a los ojos y espetó: «¿Sabe a cuántas personas con su perfil les sucede esto?». Obviamente le respondí que ni idea. «Las puedo contar con los dedos de la mano. Una de ellas es usted. ¿Puede explicarme qué está haciendo hoy en Nueva York?».

Le expliqué los motivos de mi viaje, iba de nuevo de escala rumbo a Bogotá: «En todo caso, ningún plan terrorista y créame que desconozco por completo la agenda del expresidente, todo es una gran casualidad». Me preguntó que a qué me dedicaba, le dije que era un simple programador. Su colega sacó de su maleta un laptop y me dijo: «Tiene 15 minutos para escribir un algoritmo que elabore la serie de Fibonacci». «¿En qué lenguaje? ¿PHP, JavaScript, .Net, Python?», le pregunté. «En el que quiera, pero tiene que funcionar». (Sigue leyendo »»)

De Roma a Santa Bárbara pasando por Chapinero, memorias de Cleo, Rosa Tulia y Luz Helena

En 2006 el escritor colombiano Mauricio Bonnett publicó La mujer en el umbral, libro que leí el año pasado después de haber recibido como regalo sus Cinco versiones de Adriano, que me gustó mucho. Encontré grandes coincidencias entre Rosa Tulia, la empleada doméstica de la casa en Santa Bárbara protagonista de la historia, el coprotagonista adolescente Diego, con Luz Helena, nuestra empleada en la infancia cuando vivimos en Chapinero, a quien me encontré muchos años después cuando era el tinieblo de Lina María. Así que vi Roma, de Cuarón, como otro de estos relatos de vida cotidiana de familias latinas pequeñoburguesas, con sus semejanzas y diferencias.

Cuarón hace un retrato fiel de esa forma moderna de esclavitud que viven las empleadas domésticas en muchos hogares todavía. Son las que primero se levantan en un hogar y las últimas que se acuestan. De niño recuerdo cómo le decía a mi madre que me parecía una injusticia que Luz Helena no pudiera recibir visitas ni salir por la noche, solo los domingos. Pero después de ver el casi documental de Cuarón, entendí también por qué no había entendido claramente la diferencia entre una sirvienta y una empleada doméstica. De hecho, cuando escuché la palabra sirvienta por primera vez en mi vida creí que era una forma despectiva de referirse a las empleadas domésticas. Luego, con la experiencia, vi la diferencia real: hay gente que utiliza como sirvientes a los empleados domésticos.

Desde niño junto con mi hermana tuvimos claro que Luz Helena estaba en casa haciendo su trabajo, no para servirnos a nosotros sino para ayudar a mantener la casa. Jamás se nos ocurrió pedirle algo para nosotros, ni siquiera un vaso de leche o de agua, salvo cuando estaba trapeando la cocina y no podíamos pasar. Durante las vacaciones jugábamos a brillar el piso de madera del corredor con ella. Nos sentábamos en unos trapos viejos, unos jalábamos a los otros y disfrutábamos la sensación de velocidad. Como ella era más grande no se sentaba, solo nos jalaba. (Sigue leyendo »»)