Me gradué de un colegio británico donde todos los viernes protagonizábamos una escena propia del realismo mágico: cantábamos el himno de Colombia, loas al pueblo soberano, para pasar a cantar el himno de Inglaterra y pedir que dios salve a la reina. Un poco bipolar la cosa. Cuando estalló la guerra de las Malvinas, llegué a posicionarme por Inglaterra y no por mis hermanos argentinos, absurdo. Pero hoy, en el partido de Colombia contra Inglaterra, no tenía un ápice de simpatía por el equipo inglés. Mi único temor era que nos fueran a golear, en especial con Vardy y Kane on fire.
Inglaterra mostró gran disciplina sobre el campo, un conjunto compacto que sabe subir y bajar de manera escalonada y sincronizada, eso habla bien del trabajo del entrenador. Pero con poco talento creativo, si bien fueron los que generaron más ocasiones de gol. Colombia finalmente no logró prender el turbo y cayó en un juego de faltas innecesarias del cual abusaron sin piedad los jugadores ingleses: todos fueron Neymar en algún momento del partido. De haber seguido Colombia, habría terminado jugando con el equipo B el resto de partidos por acumulación de amarillas del A. (Sigue leyendo »»)