Matrix, origins: An instagrammable life

Siguiendo una reflexión budista, aquella que dice que lo que nos sorprende del mundo exterior nos sirve para hacer un puente con nuestro interior, empecé la serie El arte del selfie como el arte de reflejarse en la imagen, en franco contraste con el culto narcisista de la autoimagen. La serie tuvo un origen anterior: el deseo de retratar a las personas antes, durante y después de un selfie, captar ese momento en el que le decimos a la cámara cómo somos de cool y felices, como estas protagonistas anónimas cerca del Castillo de Praga:

Selfie grupal en Praga

Pero leí una noticia este fin de semana que le dio un giro radical a mi percepción. Decía que los millennials buscan sus destinos turísticos según qué tan instagrameables sean, si se verán bien de fondo en una foto para su cuenta en Instagram. Aquel placer del paseante, del flâneur que se perdía por una ciudad para conocerla, es taaaan decimonónico para estos jóvenes: ese placer ya no existe, o sí, en la medida en que se encuentre un cuadro que aguante Instagram, que amerite ser instagrameado. Lentamente se empieza a vivir para la Red, para la realidad virtual. El sueño sería caminar con los lentes de realidad aumentada y ver los bellos momentos que otros han vivido por los lugares que está recorriendo, por ejemplo, y contribuir en tiempo real con las imágenes propias. ¿Quién querría quitarse esos lentes?

Imaginé también que los autos sin conductor proyectarán en sus ventanas viajes virtuales para ir a la oficina: ¿por qué limitarse a ver la tediosa avenida que se recorre para ir al trabajo cuando se puede simular un viaje de aventura por el Gran Cañón para cambiarlo al día siguiente por un recorrido por la Plaza de la Concordia en París y así sucesivamente? Creo que ya hay un ascensor en Nueva York que hace algo parecido: anima con diversos timelines su recorrido, mucho mejor que ver un muro gris.

Lentamente se empieza a vivir más en la realidad virtual, legiones de vidas ansiosas por conectarse desde sus habitaciones a sus redes sociales para ver qué está pasando, la vida en función de qué se va a decir o mostrar en la Red. Los sobrevivientes serán aquellos que no tienen cómo conectarse a las redes (cada vez menos) y aquellos que son capaces de desconectarse de estas y aventurarse por el mundo offline y su capacidad para forjarse una vida que aguante la realidad.

Tiene sabor

La defunción del nonagenario Chuck Berry ha sido acompañada con varios recordatorios merecidos sobre su papel fundacional en la historia del rock & roll. Siguiendo la reflexión sobre la sabrosura mi rockola interior empezó a tocar ese clásico de Abelardo Barroso con la Orquesta Sensación Tiene sabor, un tema de los 40 que no solo por el título es precursor de la salsa y la descarga, un excelente exponente de la sabrosura. Podemos apreciarlo en los múltiples arreglos que ha inspirado, destacándose en especial el de Charlie Palmieri, y que presentamos en la serie Échale salsita.

Empezamos como es costumbre con la versión original de Abelardo Barroso y la Orquesta Sensación:

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Baby please don’t go

F prendió su teléfono y dijo asustada: “Se me hizo retarde para ir a lavar el auto”. Empecé a cantar de manera improvisada ese clásico de Rose Royce, Car Wash:

Para mi sorpresa, F no conocía la canción, apenas era una bebé cuando empezó a sonar. Sintonicé el video oficial en Youtube y ella dijo sorprendida: «Increíble que alguien pueda inspirarse en un lavadero de carros para componer una canción». Le conté la anécdota de cuando los Rolling Stones conocieron a Muddy Waters: él estaba pintando el techo en Chess Studios y algún chorro de pintura blanca escurría por su rostro. Bill Wyman incluso cree recordar que Muddy ayudó a descargar el equipo del auto y llevarlo al estudio. Sin olvidar que fue un álbum de Muddy Waters bajo el brazo el que inició la amistad entre Mick Jagger y Keith Richards; de uno de los albums de Muddy tomaron el nombre para su banda. «Todo lo que queríamos hacer con los Stones era que la gente empezara a conocer el blues», dijo alguna vez Richards.

Cuando se encontraron a Muddy Waters sobre un andamio ya estaban totalmente bajo su influencia, presente en muchos de sus grandes éxitos. «Imagínate tener de maestro de brocha gorda a Muddy Waters…». Según la leyenda, hasta ese momento él no había aparecido nunca en la televisión estadounidense. Cosas del racismo.

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Y el Barça hizo la tierra temblar

1.

48 horas después sigo sin voz. Jamás había gritado un gol con tanta emoción e intensidad, por un instante creí que me iba a desmayar por falta de oxígeno, no podía parar de gritar el gol. Después del 4-0 tan doloroso en París, consecuencia de la falta de coordenadas de Luis Enrique y su radar averiado, no me sentía muy optimista con la remontada. La cifra de Luis Enrique era correcta: se necesitaban 6 goles para compensar el gol como visitante que probablemente anotaría el PSG: ¿6-1? Algunos hablaban de utopía por aquello de hacer posible lo imposible, pero más parecía una quimera.

2.

Utopía es encontrar el técnico que sea capaz de conducir un Ferrari y llevarlo por destinos maravillosos e insospechados, tal como hizo Guardiola con su Barça. Emery clasifica de sobra en esa categoría. Es de esos técnicos, como Sampaoli o Paco Jemez, que nos hacen preguntarnos qué tal serían al frente de un equipo grande. Probablemente Emery no desmeritará su puesto y ganará la liga francesa. Ayer estuvo a punto de alcanzar una nueva cota personal y para su equipo: llevar al PSG por primera vez a octavos de la Champions nada más ni nada menos que derrotando 4-0 al Barça en París.

No tenía para nada fácil el planteamiento del partido: el Barça anunciaba los vientos de guerra con sendas goleadas. A pesar de que sabe cómo jugarle al Barça, las bajas que tenía lo motivaron quizás a optar por la vía conservadora: defender con todo el equipo y confiar en algún contragolpe por algún descuido. Ahí estaba el matador Cavani listo para castigar. (Sigue leyendo »»)

La vida del hombre

«La vida del hombre», de Jan Steen

El cuadro La vida del hombre de Jan Steen cuenta a través de sus personajes las diferentes etapas en la vida de un ser humano, empezando con el niño que juega con pompas de jabón hasta el hombre anciano sentado y jugando con otro niño. Acompañé a unos amigos de visita por la Mauritshuis y esta vez tuve una visión diferente de la pareja en el centro del cuadro. El hombre le ofrece una ostra a la mujer –ya desde entonces su poder afrodisiaco era mítico—y ella parece rechazarlo. En general se considera una escena de seducción. Pero esta vez, en lugar de una ostra, me pareció ver monedas, y recordé otro par de cuadros de Steen en los cuales aparecen hombres dándoles dinero a las mujeres, uno de ellos con un título bastante explícito: Escena en un burdel de un anciano dándole dinero a una niña.

«Escena en un burdel de un anciano dándole dinero a una niña», de Jan Steen

El lugar común dice que la prostitución es el oficio más antiguo de la humanidad. Esta visión que tuve me hace pensar que hay un oficio anterior y es el de corruptor, la persona que corrompe para obtener algún beneficio; la prostitución no es más que una de sus áreas de acción. Aunque también podría decirse que fue una mujer la que primero se ofreció por pocas o muchas monedas, en cuyo caso su oficio efectivamente sería anterior al de corruptor. O fue un hombre el que la ofreció primero, haciendo al proxeneta anterior a la prostituta, etc.

Creo que mi visión fue fruto inconsciente del impacto del caso Odebrecht, esa Escena en una cafetería de un empresario dándole dinero a un funcionario que bien pudo retratar Steen también. Y así por mil los ámbitos donde opera este hombrecillo: es una plaga que nos acompaña desde los orígenes de la humanidad. (Sigue leyendo »»)