¿Por qué escribir?

1.

Isa, mi madre, cree recordar que mi primera erección fue entre los 4 y 5 años. Hasta ese momento nos duchábamos juntos. Cuando la sorprendí con el saludo a la bandera ella decidió que era momento de que me bañara por separado. Nada traumático, queridos lectores utópicos. Al contrario, me parece estar viendo un documental de esos de Naturalia (en la época no había cable ni acceso a Discovery Channel o National Geographic) en que la madre cree que ha cumplido con la tarea de educar a sus cachorros y es hora de que se aventuren a la vida por sí mismos. Pero, para ser sincero, no tengo mayor recuerdo de este momento ni de haber sentido algún dolor por empezar a bañarme solo. De hecho pertenezco al club de todos a los que una buena ducha les resulta inspiradora o creativa.

Sí recuerdo en cambio mi falta de preparación ante mi primera erección consciente, es decir, que no solo me siento erecto sino que además siento la pulsión del deseo ¡pero no sé qué hacer con ella! Un horror. Acababa de ver a Tránsito, nuestra joven empleada doméstica, bañándose desnuda con la puerta del baño abierta. Desde entonces es irresistible la imagen de una mujer bañada por el agua. Le debo así a Tránsito mi primera erección consciente –y el recuerdo inolvidable de que no tenía ni idea de qué hacer con esta. (Sigue leyendo »»)

Rompe Saragüey

En el quinto día de la película 7 días en La Habana se puede ver un ritual yoruba con la planta Rompe Saragüey, utilizada para hacer limpiezas, despojos, purificaciones. Antes de bañarse con ella se aconseja tomar tres sorbos largos para fortalecerse interiormente.

Cuentan los expertos en cubanía que por allá en 1933 el compositor pinareño Virgilio González Solar vio a una joven cortando la planta de Rompe Saragüey con unas tijeras y esto lo inspiró para crear el clásico que hoy compartimos en la serie Échale salsita.

Hay múltiples versiones. La siguiente selección es para una tarde de domingo, de antemano presentamos disculpas a los músicos que no fueron incluidos en ella. Empezamos como es costumbre con el son y le vamos echando salsita hasta llegar a LA versión:

La más tradicional que pude encontrar, la de Chappottin y sus estrellas:

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Negacionismo

Ayer los diarios españoles parecía que nos informaban sobre una guerra entre un ejército invasor de toros contra seres humanos: un torero y un moso muertos, 6 corneados, un humano triunfante con el rabo de un toro, no sé cuántos toros invasores más muertos en múltiples ruedos. Hasta imágenes de bestialismo de un humano con sus genitales bañados en sangre después de tener sexo con el cuerno de un toro.

Pero lo que más me sorprendió es que nada de esto aparecía bajo la categoría de «guerra» o «conflicto» interno sino de «fiesta taurina». España está en negación con estas prácticas de bárbaros. Otra señal de la negación es que el término inglés bullying se desprendió precisamente del toreo, se creó como analogía al acto de «torear a alguien», pero dado el negacionismo español, no se adopta como «torear» sino como «matoneo».

La señal positiva es que los animalistas cada vez están ganando más batallas contra los taurinos. Que la «fiesta de la muerte» de ayer sea un aliciente para acabar con esta práctica centenaria.

Songoro cosongo

De la serie Échale salsita hoy traemos uno de los grandes himnos salsófilos: Songoro cosongo, un poema de Nicolás Guillén publicado en 1931 y musicalizado en ritmo de son por el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro. Edwin Rodríguez le echó salsita y en la voz de Héctor Lavoe se constituyó en uno de sus grandes temas. A bailar y disfrutar lectores utópicos:

Regalos anónimos

De las cosas que más gratamente sorprenden al viajero utópico en Amsterdam es la amplia gama de actividades artísticas que hay en la noche. Durante 5 años participé en el taller de escultura de los martes en la noche en MK24 y 1 año en el de cortometrajes de los sábados. Como estos cursos hay muchos y es una de las mejores actividades para conocer personas con afinidades similares a las de uno.

Hombre corriendo con estuche de violín

Hombre corriendo con estuche de violín

No es extraño entonces encontrarse con artistas aficionados que llevan carreras profesionales disímiles. Uno de los casos más famosos es el del neurocirujano que una noche de 1982 donó una de las esculturas más célebres de la ciudad, la del Hombre corriendo con estuche de violín (Rennende man met vioolkoffer), también conocida como Hombre corriendo a tomar el tranvía 10, que pasa en la Marnixstraat. Pocas personas sabemos quién es el artista y pues no queda más que respetar su deseo de anonimato. Una pista: es el autor de otro violinista famoso en la ciudad. (Sigue leyendo »»)