Una casa con jardín

El día de la caída de las Torres Gemelas le pregunté a un colega su opinión sobre lo que estaba sucediendo. Él solo pensaba en la obra de renovación que estaba haciendo en su casa: “Mientras un avión no destruya mi jardín me tiene sin cuidado”. Entendido.

Ayer hablando con un colega me comentó con cierta angustia: “Vamos de vacaciones a Grecia en agosto, pero me preocupa mucho su situación económica”. Alcancé a alegrarme por escuchar una voz disidente a la general que desaprueba la inhabilidad y falta de seriedad de los griegos para pagar sus deudas.

“¿Qué te preocupa en especial?”, le pregunté. Su respuesta me hizo acordar del colega de las Torres Gemelas: “Que si hacen un corralito no podremos retirar dinero de los cajeros automáticos”. Grecia vive una crisis humanitaria, hay 300.000 personas viviendo en condiciones cavernícolas, el corralito aumentará esa cifra y a mi colega le preocupa que no podrá retirar dinero en sus vacaciones en Grecia.

“Tienes que hacer lo mismo que los narcos colombianos: empaca en una caja de cigarrillos billetes de 500 euros. Si recuerdo bien, puedes llevar hasta 57.000 euros en una cajetilla, suficientes para cubrir tus vacaciones de 10 días, salvo que tengas plan de reservar una isla con spa de 42.000 euros semanales para ti. Ahí sí estarías en problemas”, le comenté.

“No, viajamos en un plan económico pero igual tienes razón, lo mejor será llevar el dinero en efectivo”, dijo con una exhalación de tranquilidad. "Gracias por tu consejo", y se despidió dándome un leve espaldarazo. Quién sabe cuántas noches en vigilia llevaba el pobre hombre.

Para Virginia Woolf el ideal de la independencia y la libertad era tener una habitación propia. En una señal más del inexorable progreso, para muchos holandeses su viaje a Utópica, su ciudad del horizonte, es una casa con jardín. Y que los griegos paguen sus deudas. A tiempo.

Tarde Donde Fidel

Decía García Márquez que los verdaderos amantes del cine son los que van solos a la función matutina, como parte de su vida y no en plan social acompañados como sucede con las funciones nocturnas. Algo similar podría decirse de Dónde Fidel: los verdaderos amantes de la salsa son los que lo visitan en la tarde, no en plan social como en la noche. Obviamente es una declaración provocadora y pronunciada antes de la era digital.

Ir a Donde Fidel en el mediodía cartagenero es una experiencia similar a ir a escuchar música en la sala Aurelio Arturo de la Biblioteca Nacional en Bogotá. Esta hora me la sugirió el DJ de Quiebra Canto en Cartagena. Como no había mucha gente, me animé a pedirle una canción para bailar con mi pareja: La Quinta Guajira, de la Orquesta Broadway:

“Ajá, te gusta la salsa sinfónica —me dijo—, tienes que ir a Donde Fidel al mediodía, estarás literalmente en tu salsa”. No conocía el lugar y me gustó esa sensación de que me abrían la puerta a un paraíso escondido en la ciudad. Como esos huecos underground de Bogotá donde se entra tocando una clave en la puerta sellada.

Llegué a Donde Fidel al mediodía. Sonaba Rompiendo el violín, de los Jóvenes del Hierro:

Tal como lo predijo el DJ me sentí en mi salsa de inmediato. Me sorprendió además ver que salvo el hombre detrás del bar todo el mundo estaba concentrado en la música. Como en la Aurelio Arturo. Pedí una Póker y me senté en la barra. Fue entonces cuando entró una mujer joven con un vestido de flores semitransparente que dejaba ver que no llevaba sostén. Se sentó muy seria, pidió una Corona y mientras se acomodaba escribía en su celular.

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El trauma de Lubitz (y la catarsis)

Florece el humor negro con los viajes en avión de Semana Santa: “Nos vemos allá, si el piloto no decide hacer un Lubitz”. Estaba sentado en la segunda fila del avión y me dediqué a observar qué hacían las personas apenas se subían al avión. Casi todas miraron a la cabina de vuelo. ¿Buscaban a los pilotos? ¿Contemplaban el espacio desde donde se podría jugar sus vidas? Estaba tan cansado que dormí todo el viaje y no pude fijarme cómo sería la dinámica de la tripulación cuando alguno de los capitanes quisiera ir al baño.

C. me escribe que llegó bien a Brasil luego de ver una película no muy relajante para el vuelo: Gravity. Le dije que menos mal no pasaron Relatos salvajes, una película que evidentemente jamás será presentada en un avión, mucho menos después de Lubitz. Ya muchos han señalado que quizás la película inspiró a Lubitz. Una injusticia, porque precisamente la película lo que hace es brindar una catarsis para todos los que tienen tantos resentimientos acumulados y han fantaseado con estrellar un avión con todas las personas que les han hecho daño. No fue el caso de Lubitz, que acabó con la vida de 149 personas de las que no sabía ni le habían hecho nada.

Pensé que nunca iría a escribir sobre Lubitz. Me dejó seco, sin palabras. Luego de tomar el vuelo me di cuenta de que estaba empezando a nacer una especie de trauma de Lubitz. La gente que le tenía miedo a volar, ahora le tendrá pánico. Soy de los que puede leer mientras el avión está despegando. Esta vez sentí desasosiego. Un amigo con miedo a volar me decía que el problema es que un avión es una bomba volando, “se llega a despresurizar y se acaba todo”. Ni me atrevo a preguntarle qué siente ahora.

Después descubrí un miedo más profundo a que el piloto fuera un kamikaze. Me encontré con el temor de insensibilizarse al punto de irse contra una montaña sin importar la vida de los demás, completamente ciego o incapaz de ver una mínima luz al final del túnel. Me da pánico esa respiración serena antes de semejante impacto. ¿Cómo se hace la catarsis de eso?

The Man (18). Florentino Pérez, el último romántico

La construcción es la que lo ha hecho un hombre Forbes. Pero su fuerte es la deconstrucción. Anoche perdió el Real Madrid ante el Barça pero lo hizo dejando cierto buen sabor. No fue como esas derrotas ante el Barça de Guardiola que sumían al madridismo en honda depresión. Al ver el mediocentro del Madrid (Modric, Kroos, Isco, y James en la grada) se notan las horas de Florentino deconstruyendo al Barça de Guardiola, qué tienen ellos que no tenemos nosotros. Y ahora tiene un mediocampo de lujo, jugadores que pueden armar juego. Hoy estará de nuevo Florentino, cual doctor Victor Frankenstein de regreso en su laboratorio, preguntándose que con Casillas, Navas, Ramos, Marcelo, Varane, Pepe, Kroos, Modric, James, Isco, la BBC, ¿qué más hace falta para batir de una vez por todas al Barcelona?

La faceta deconstruccionista de Florentino estaba bien oculta tras su gigantesca empresa de construcción, ACS, y ese capítulo oscuro cuando le entregó al gañán de Mourinho los mandos del Madrid. Fue una medida propia del desespero de no saber qué más hacer para acabar con la dominación del Barça de Guardiola. “Yo sé cómo hacerle esa vuelta, jefe”, le dijo el técnico portugués y Pérez compró sus servicios. Mourinho cumplió con su palabra, a costa de metamorfosesar el madridismo en mandrilismo. Con Mourinho, Florentino nos dejó ver su faceta de Mr. Hyde. ¿Cómo después de ver que Pepe y Mourinho pisaban al rival en el piso pudo decir que eran fieles representantes del madridismo?

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Utopian Sniper (3)

Ha vuelto a despertarme la pesadilla de que soy un francotirador. No me recupero de esa escena de American Sniper en la que Kyle asesina al francotirador de la resistencia iraquí a 1.920 metros de distancia. Una belleza de disparo. Esto es lo que me despierta, el horror de ver lo bello en la precisión del francotirador al disparar a otra persona.

Mi inconsciente me trajo a la memoria a Wile E. Coyote y la felicidad cada vez que llegaba un paquete de los laboratorios Acme. Creo que gracias a él aún mantengo intacta la felicidad cuando me dan un regalo o llega algún paquete de una compra en línea. Wile E. Coyote fue la preparación para la ceremonia de graduación con De Quincey y su Del asesinato considerado como una de las bellas artes. Probablemente De Quincey compartiría que el disparo de Kyle entra en la clasificación.

Cuando Stockhausen propuso que los ataques del 11 de septiembre entraran también el mundo se le fue encima. Tuvo que repetir, de manera resumida, la introducción de De Quincey a su libro. Como director de orquesta, Stockhausen sabía de qué hablaba al ver ese crimen orquestado con cuatro aviones y esos dos grandes estruendos inolvidables al ojo y corazón humanos; casi igual que con el atentado de Atocha, cuando gracias a la impuntualidad, al error en el tiempo (whiplash!), Madrid se salvó de una desgracia aún mayor.

Stockhausen ya no vivió para alabar la desaparición del avión malayo. En la música de Arvo Pärt el silencio es fundamental, la raíz de la cual nace y a la cual vuelve. El avión malayo entra en los anales del asesinato considerado como una de las bellas artes como un gigante alado que desaparece sin dejar el más mínimo ruido, la más mínima huella, silencio total.

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