Utopian Sniper (1)

Tres veces intentaron reclutarme las fuerzas del orden. La primera fue antes de graduarme como bachiller, cuando me salvé del servicio militar obligatorio gracias a que de los 11 que presentamos excusa médica, 10 habían pagado por la libreta militar; yo fui la ñapa.

La segunda vez fue cuando fui a una entrevista de trabajo en el extinto DAS.

La tercera fue en Holanda. La empresa para la que trabajaba entonces organizó una salida con los empleados a uno de los centros de instrucción de la policía neerlandesa. Todo muy sofisticado, como era de esperarse. La primera demostración fue en el simulador de casos delictivos. Una sala con un proyector enorme y dos grupos de sillas con capacidad para 50 personas. El instructor que nos asignaron nos explicó la dinámica del ejercicio: en la pantalla se proyectarían situaciones delictivas (hurtos, asaltos a mano armada, etc.); los participantes seleccionados tendrían un arma que dispara un rayo láser para interactuar con la escena.

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Enigmas

1.

Después de que se aprende a hacer el pesto en casa es imposible volver a comprarlo enlatado en un supermercado. La excepción es el que compro en una trattoria cerca de casa donde lo preparan exquisito. Me divierte jugar a tratar de desencriptar la receta del chef. Lo que más me llama la atención de su receta es que siempre sabe igual. Después de volverme cliente fiel en algunos restaurantes puedo detectar si cambian el chef. Noto esto sobre todo en los de comida colombiana. Hay una cadena de restaurantes italianos que me gusta mucho y nunca la misma pasta o pizza saben igual. Incluso varía el sabor según el día. Seguramente la trattoria sigue la receta al pie de la letra, siempre con los mismos ingredientes.

Me he aferrado a una receta particular, pero la práctica imposibilidad de comprar la misma albahaca o queso parmesano hacen que –contrario a la trattoria— el pesto que preparo siempre sabe diferente. A veces, muy a veces, creo que he logrado desencriptar la receta de la trattoria; sé que la clave final está en los ingredientes. Me pregunto sobre la logística de las grandes multinacionales de alimentos para lograr que sus productos conserven siempre el mismo sabor.

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De la serie Lost in translation presentamos Mártires

1.

En clase, a principios del bachillerato, oí preguntas de mis compañeros tales como:

—Si la reencarnación existe, ¿de dónde vienen tantas almas? Si la población en el siglo XX es de seis mil millones y en el XIX era de mil millones, ¿de dónde aparecieron esas cinco mil millones de almas, dónde estaban escondidas?

—Si según el Génesis Dios creó el mundo en 7 días, pero en la época de las escrituras se desconocía que la Tierra era redonda o siquiera que América existía, ¿cuánto tiempo le está tomando la creación del universo a ese ritmo?

—Si un astronauta se muere en el espacio, ¿desciende al cielo?

—Si todo se originó en el Big Bang, ¿qué había antes? ¿no había prerrequisitos para hacer posible esa gran explosión?

Es simpático ver también a los budistas buscando la reencarnación de un lama en los Estados Unidos, pues las leyes de la reencarnación no contemplan la distancia física para que esta se dé.

Todo muy misterioso. En una de sus citas célebres, Rodolfo Llinás dice que:

Dios es un invento del hombre. Y como todos los inventos humanos, se parece a él. Dios tiene dos razones de ser: a los inteligentes les sirve para gobernar a los demás y a los menos inteligentes para pedirle favores. A todos, para explicar lo que no entendemos de la naturaleza. Es una lógica de un primitivismo nauseo.

Y de lo más nauseabundo son los crímenes cometidos en nombre de este dios o dioses.

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Ustedes no son Charlie (o el derecho a ofender)

“Nos vomitamos sobre todas esas personas que de súbito son ahora nuestros amigos”. Una de tantas respuestas provocativas que dio Bernard Holtrop (uno de los dibujantes fundadores de Charlie Hebdo) en una entrevista con De Volkskrant. A mí también me indigestó ver a Netanyahu marchar contra el terrorismo; un acierto del Elíseo convocar a Abu Mazen para resaltar que la marcha era por la unidad, por los valores occidentales, contra el terrorismo y contra la intolerancia. Los líderes mundiales se cuidaron mucho de no llevar pancartas diciendo Je suis Charlie. Desde este punto de vista, el vómito de Bernard Holtrop es inmerecido (como tantas veces ha sucedido con el semanario).

En un editorial, Jyllands-Posten expresó que su decisión de no imprimir viñetas de Charlie Hebdo obedecía a la responsabilidad que debe a sus empleados y colaboradores:

Hemos vivido con el miedo de un ataque terrorista durante nueve años. Sí, esta es la explicación de por qué no publicaremos las viñetas, bien sean las nuestras o las de Charlie Hebdo. […] Somos conscientes de que nos inclinamos ante la violencia y la intimidación.

Un editorial sensato y responsable, solamente una persona intransigente leería cobardía en su declaración.

He pensado mucho en cómo Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez, nos ayuda a comprender lo que sucedió con Charlie Hebdo. La compañera de Charb señaló varias veces que él sabía que iba a morir pero no podía parar, no podía inclinarse ante el terrorismo, como lo ha hecho Jyllands-Posten. Desde esta perspectiva, Estados Unidos también se habría arrodillado ante el terrorismo al no enviar a una figura prominente (Obama o Kerry) a la marcha del domingo. Sus disculpas fueron más que aceptadas: la presencia de alguno de ellos habría exigido tales medidas de seguridad que era mejor no importunar a las autoridades francesas. O en buen colombiano: no daremos papaya. Kerry visitará París este jueves.

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Abatido (pero tampoco soy Charlie)

Los sucesos en París me han dejado abatido. El asesinato de los dibujantes de Charlie Hebdo, del policía francés musulmán indefenso en la calle, la agente que patrullaba el tráfico, dejan una huella de indignación profunda, duelen. Pero tampoco celebré que dieran de baja a los asesinos. Sentí pesar por ver a tres jóvenes totalmente perdidos en la vida, sin otro camino que el islamismo radical y sin respeto alguno por quienes no comparten sus creencias.

¿Hasta dónde llegarán ahora las consecuencias de los actos de estos tres jóvenes perdidos (y sus jefes)? Este es el momento preciso para que los islamófobos se pronuncien y nos recuerden que “el fin está cerca”. Como Ayaan Hirsi Ali diciendo que es hora de responder al islam, pues tanta moderación y conciliación han sido atendidas con Kalashnikovs en el corazón de París. O los fundamentalistas de la libertad de expresión, que abogan por el legítimo derecho a decir lo que se quiera sin temor alguno.

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