Una tumba en Colombia

La pregunta era cuándo. Era sospechoso que a la firma de las Farc en el Acuerdo de Paz le aparecieran disidencias, que no eran más que el nombre en clave del Plan B en caso de que hubiera necesidad de retomar las armas. El ala política de las Farc reaccionó muy bien a la invitación de Iván Márquez a volver a levantar las armas: “¿Volverlas a levantar? Si apenas nos podemos levantar de las sillas ahora”. Así de obsoleta es ahora la lucha armada. Pero no para Iván Márquez, que ha decidido volver a la comodidad de su refugio en Venezuela y que sean los guerrilleros rasos los que hagan el ruido de los fusiles.

La JEP va al ritmo necesario para que la Farc se diluya como los otros grupos guerrilleros desmovilizados, suficiente para que a la hora de ir identificando a los responsables de los crímenes de lesa humanidad, no tenga ya la fuerza necesaria para acudir a ese nuevo llamado a las armas. Márquez y Santrich parece que prefirieron no pasar por ese proceso donde la amenaza de las demandas de Estados Unidos por narcotráfico se está haciendo sentir cada vez más fuerte. Y, según los movimientos de Santrich antes de rearmarse, acudirán al narcotráfico para financiar la nueva lucha revolucionaria.

La desmovilización de las Farc, esa gran cortina de humo, ha servido para ver de manera descarnada los crímenes de Estado que están escandalizando ahora hasta a los mismos furibistas, el alcance de la corrupción con sus innumerables carteles en el Estado, y la fragilidad de un sistema político incapaz de tener partidos políticos estables y organizados con una visión de país que le fije algún rumbo y lo saque de su triste deriva. Que Iván Márquez quiera volver a montar esa cortina de humo no puede ser más que su esfuerzo por lograr una tumba en Colombia, a la estela del más sanguinario cartel narcotraficante. Poco le importa que los primeros que la encuentren sean los jóvenes que le creen su cuento antes que él, cuando el testigo de una sociedad justa les debería ser entregado para que empiecen de cero sin cometer los errores ni cargar con los crímenes de sus antecesores revolucionarios.

En defensa de cierta aporofobia

Me levanté aporofóbico, pero no como se lo escuché decir a la profesora Adela Cortina en una de las charlas de la Fundación Social allá por los noventa: «La aporofobia se refiere al miedo y rechazo hacia la pobreza y las personas pobres, aquellas que se encuentran desamparadas y con muy pocos recursos». La culpa de mi aporofobia matutina la tiene la candidata a la Alcaldía de Bogotá, Claudia López, que ofrece en su programa 20.000 cupos de educación superior gratuita pero en el portafolio de carreras técnicas, tecnológicas y profesionales que sí están demandando los empresarios. (Sigue leyendo »»)

Nevermore (o perderse para encontrarse)

Noche de invierno en Nueva York. Después de visitar las esculturas de Giacometti en el MET quise atravesar el Parque Central y caminar por The Village, con cierta nostalgia por recorrer los pasos de Poe por el barrio. Mi amiga C me recomendó tomar el bus para cruzar el parque porque caminar en la noche por él podría ser complicado. Le dije que correría el riesgo, pero apenas viera algo sospechoso tomaría una desviación. Bajé por la Quinta avenida, crucé la transversal 79 y me adentré en el parque.

A la entrada me recibió un cuervo, que me dio una mezcla de entusiasmo y escalofrío a la vez. Después cuando le conté mi historia a C me dijo que era imposible que hubiese sido un cuervo, pues habían abandonado Nueva York desde hacía casi un siglo: «De hecho se cree que Poe jamás vio un cuervo en toda su vida». Remató con un estabas alucinando cuando le dije que apenas pasé debajo de él me lanzó una nuez que tampoco supe interpretar si era una señal de advertencia o una invitación para jugar. (Sigue leyendo »»)

Lecciones no aprendidas

1

La semana pasada se presentaba Matar a Jesús, una película colombiana que trae una vez más el tema de los sicarios y las barriadas de Medellín, esta vez con un giro: ¿qué hubiera sucedido si Héctor Abad decide vengar por propia mano el asesinato de su padre? Héctor en la película es una joven fotógrafa. Me invitaron a verla, vi el trailer en Youtube y me pareció que ya había visto 90% de la película. La misma sensación con tantas cosas que siguen sucediendo en Colombia. Pero esta vez escuché a mi inconsciente decir «qué fijación con la violencia». Cada vez que me adentro más en la Comunicación no violenta me doy cuenta de cuánto le gusta a la gente educar con fuete, o decir que cuando alguien no actúa bien, le hizo falta fuete. Quizás de ahí viene la necesidad o el deseo de millones de colombianos por ver cómo los jefes de la Farc hacen una procesión donde deben ser linchados para terminar crucificados. Una inversión perversa de la crucifixión de Cristo: el que actúa mal debe ser así tratado, como Cristo camino de la cruz. Esos sí se lo merecen.

Loving Pablo también se perdió de ese paso adelante que dio Virgie en la narración del negocio: hay juegos de poder que reflejan muy bien cómo se mueven los hilos en el país y eliminó a un personaje clave en la narración de Vallejo: el Ajedrecista, de quien narró cómo Sarmiento Angulo le blanqueó capitales, si bien en su ego ella no es consciente de que se acusa de una maldad peor: quiso educar a Escobar para que aprendiera a blanquear de manera tan limpia o incluso más sofisticada que el Ajedrecista. Es decir, haberle subido el nivel a Escobar. Y como el negocio sigue adelante, es de suponer que hay gente que sigue blanqueando muy bien, mientras la atención de la gente (cineastas incluidos) sigue enfocada en las metralletas de los sicarios o el sadismo del Patrón.

2

La jugada más criminal de Escobar por la que pasarán décadas sin ser juzgado (y quizás jamás) fue la filtración del plan del M-19 al Ejército colombiano, como lo narra su hijo Sebastián Marroquín. Hoy se sabe que el Ejército tenía conocimiento del plan al menos dos meses antes y que optó por la estrategia de La ratonera (atrapar al M-19 dentro del Palacio) en lugar de prevenir la toma. De nuevo, Vallejo nos cuenta que la Toma era una excusa perfecta no solo para volar el ala que contenía todos los procesos contra Escobar, sino también la que contenía todos los procesos por violación de los derechos humanos del Ejército colombiano. Una carambola a tres bandas: golpe al M-19, destrucción de los archivos contra Escobar, contra el Ejército. Cuenta Vallejo que Escobar le dijo que había sido el millón de dólares mejor invertido en su vida. De ñapa, el Ejército se regaló acabar con elementos molestos como el magistrado auxiliar Carlos Urán. Uno de esos desaparecidos de la retoma del Palacio que niega la congresista María Fernanda Cabal. (Sigue leyendo »»)

The Man (25). Ara Güler, retrato de una pasión

El perfil podría titularse también El ojo de Estambul, como se le conoció en vida a Ara Güler, porque al fin y al cabo retrato de una pasión es un lugar común para referirse a creadores que han hecho una obra significativa siguiendo su pasión. En el caso de Güler se puede hablar del joven que descubre la fotografía en su adolescencia y empieza a caminar por el mundo tomando fotos sin parar. Descubrió las portadas de Life y encontró su vocación: el fotoperiodismo. Se dijo a sí mismo que eso era lo que él quería hacer y aprendió sobre la marcha cómo hacerse fotoperiodista. Lo logró tan bien que la por entonces recién creada Agencia Magnum lo escogió como su hombre en Turquía.

Se estima que el archivo de Güler consta de casi dos millones de negativos que testifican el final del siglo XX, en especial, la historia de Estambul. En el documental sobre su vida, él mismo se sorprende ante el volumen del archivo, llega incluso a decir que ya no le pertenece ni siquiera a él sino a Turquía. Es increíble cómo un joven toma una cámara y la convierte en su pasaporte para viajar y descubrir el mundo, para presentar ángulos particulares y que revelaron no pocas sorpresas, incluyendo una antigua ciudad griega cuya historia remota era desconocida para sus propios habitantes actuales.

En el documental ni siquiera se le pregunta por el uso del retoque digital. De hecho, de las cosas más impresionantes de sus imágenes es la captura de la realidad pura y dura, en todo su espectro, desde el descanso de un pescador a la barbarie de la guerra.

Ya se ha dicho muchas veces: el gran crimen de la educación tradicional es que no cultiva las pasiones, no sirve siquiera para identificarlas. Las teorías de conspiración dicen que es así para favorecer el sistema de producción; preparar personas para cumplir órdenes, asimilar conceptos y ponerlas a trabajar en la cadena de producción. Aparecen entonces anomalías como Güler, que con el simple acto de tomar una cámara e irse a recorrer el mundo nos deja un legado esencial para descubrir nuestra propia identidad tan solo guiado por la pasión.