Premio limón


Una modelo en sesión de maquillaje antes de trabajar como recogepelotas.

Anoche vi el partido entre Martina Hingis y Amelie Mauresmo. Excelente. Pero hubo un detalle sorprendente: los recogepelotas no eran niños sino modelos profesionales. Creo que desde el 2004 es la costumbre en los Abiertos de Madrid, y ahora lo hacen en el torneo femenino. Hay que ser aficionado al tennis, jugador o conocedor en algo de su historia para comprender la función que cumplen los recogepelotas en todo el juego: son los jugadores del futuro y aprenden un montón al ver de cerca los partidos, observar con atención el desarrollo de las jugadas, cómo resuelve un profesional ciertas situaciones de juego, cultivar la pasión por el juego, etc. Por supuesto, la ignorancia de este aspecto por parte de las modelos es más que lamentable: no entienden nada de nada. Hay que reconocer eso sí la buena voluntad de los modelos anoche: en su afán por no mostrarse indignos de su nuevo trabajo, corrían detrás de cada pelota como si estuvieran en la final de 100 metros planos, no sin antes mirar a su jefe, quien les señalaba si debían ir detrás de la bola o no, porque en un descuido les da por atrapar el servicio o una volea; aunque es un trabajo relativamente sencillo, hay que conocer el juego para saber en qué momento hay que recoger o atrapar la pelota.

En un hostal en Boyacá nos atendió un mesero que tenía un pie torcido y era admirable su capacidad para hacer equilibrio con los platos. Admiramos al dueño por darle la oportunidad y contratarlo, pero después de un rato me preguntó: "Honestamente Daniel, si a usted lo atendiera una niña muy bella, con minifalda, ¿usted no le pediría más cerveza? ¿no le darían ganas de pedir otra cerveza para pellizcarle el culito una vez más? En un par de semanas vienen a hacer prácticas al hostal dos promotoras de turismo de Duitama y salgo del mesero, ¿buena idea o no?". Me dicen que en Zara (o como se escriba) y en el Corte Inglés tienen el mismo criterio para seleccionar a sus empleadas. Entré al Corte Inglés a verificarlo y, efectivamente, eran mujeres muy bellas las que atendían. Por un instante me sentí caminando por el Barrio Rojo de Amsterdam, donde las mujeres sonríen y hacen guiños con la mayor amabilidad posible. Bueno, en Amsterdam también dan lengüetazos virtuales, muestran una teta, pellizcan a veces la cola, en fin. El caso es que caminar por el Corte Inglés fue una experiencia similar. Este mismo principio lo traen ahora los picantosos gerentes de los Abiertos de Madrid, que no tienen ni idea de cuánto perturban estos recogepelotas que no entienden nada del juego el desarrollo del mismo.

Por supuesto, los no aficionados dirán que el mundo se debate en medio de problemas más grandes. Y tienen razón. Lo que no saben es que la práctica de los valores de la ética deportiva podrían ayudar a solucionarlos, salvo que esta nueva tendencia se imponga y esto hay que prevenirlo cuanto antes. Premio limón para estos mercachifles de organizadores.