¡¡Qué sabroso!!

Máquina de escribir

Mucho se ha hablado de la tendencia que tenemos los latinos de asociar las experiencias placenteras, sexo incluido, con expresiones gastronómicas. Esta mañana, mientras me duchaba, escuchaba un set de Jimmy Sabater. Envidié su voz, la facilidad con que sube y baja de tonos, no por nada un álbum de Joe Cuba lo bautizó como “la voz de terciopelo”.
Seguía en el coro su versión de “Salchicha con huevo” y cuando Jimmy grita: “¡Qué sabroso!” me atacó un instante filosófico. Se me ocurrió la hipótesis de que el mayor aporte de la filosofía latinoamericana al mundo es la categoría del sabor, de la sabrosura (la salsa incluida) y que alcanza su cota superior cuando se puede gritar “¡¡Qué sabroso!!” como expresión de supremo gozo.
Vivir varios años en culturas que no conocen la expresión “Qué sabroso” es la mejor señal que tengo de que esta hipótesis debe ser trazada. Me gusta también su conexión con el alma, pues lo sabroso, la sabrosura, expresa sobre todo una experiencia sensible, lejos de los discursos de la razón, algo que ningún doctorado puede enseñar.
Como generalmente sucede, salí de la ducha y pasó el momento filosófico. Disfrutemos entonces ese reporte de fuego en el 23 de la voz de terciopelo: