Anna me preguntó emocionada que si abrir una empresa dedicada a hacer piñatas sería una buena idea. Vio la ceremonia de la piñata en la fiesta de los hijos de unos amigos chilenos y le pareció que había descubierto un nicho en el mercado de fiestas infantiles en Holanda. Le conté de los orígenes precolombinos de la tradición y de cómo los mismos sacerdotes la utilizaron como herramienta de evangelización. Recordé una anécdota que hoy pienso que contiene ciertas claves para comprender la política en Iberoamérica.
En una fiesta infantil el momento de la piñata sólo es comparable al canto del cumpleaños, la repartición de la torta, la llegada del mago, las marionetas o los payasos. La piñata despierta la avidez por ser el que más acumula en el menor tiempo posible. Así es, en esta simple descripción de una fiesta infantil ya hay varios elementos reveladores del mundo adulto y sus relaciones políticas. (Sigue leyendo »»)