Qué título más potente. Me imagino a Nietzsche escribiendo el título de su primer libro El nacimiento de la tragedia y pienso que tiene que haberse levantado con mucha energía cada mañana a trabajar en él. Un libro magnífico además. El nacimiento de la utopía es, como cabría de esperarse en esta bitácora, un libro utópico. Tiene además la fuerza de inspirar fácilmente 500 páginas para apenas acariciar la superficie de tan magno evento. Porque la utopía estaba ya presente en el mismísimo Big-bang. ¿Algo más utópico que un universo en expansión a partir de una explosión? No es que esté convencido de la teoría del Big-bang, me parece que aún cumple con el papel pacificador de los dioses ante el temor constante de los seres humanos con la incertidumbre.
Una de las tareas de esta bitácora utópica es registrar las manifestaciones de la utopía, en especial, el pensamiento utópico. ¿Dónde surge? ¿qué lo inspira? ¿cuál es su motivación? etc. etc. etc. Hoy recordé a un prohombre utópico, a un profeta del caos cuyo lugar en la historia reciente colombiana no ha sido bien reconocido. Los lectores más perspicaces ya deben saber a quién me refiero. Empecemos con una poesía que le dedícó su viuda, porque así es, un prohombre que se respete merece al menos un poema de su viuda:
Te amo en la creación de Dios
Te amo en tu forma de ser
y aun en mi soledad.
13 de septiembre del 2010, cinco años después de tu partida, Amparo. (Sigue leyendo »»)