Mi papá paseaba a su niño interior sin complejos por Bulevar Niza. Había en el centro comercial una tienda que mostraba una amplia gama de estilógrafos Montblanc que hacían babear a su niño interior, a pesar de que hacía ya varios años tenía estilógrafo, lapicero y cartuchera de la marca alemana. A veces entraba para que le mostraran algún modelo nuevo. Llegó a hacerse tan cliente habitual de la vitrina que una vez una vendedora lo invitó a que le ayudara a polichar los estilógrafos. Regresó a casa como si se tratara de un niño aficionado al fútbol que se tomó un selfie con Messi. A mí me gusta trolearlo enviándole fotos de las tiendas Montblanc cuando me las encuentro por casualidad en un viaje.
Pues ahora resulta que me está sucediendo lo mismo, no con estilógrafos sino con parlantes. Hace unos años, mi niño interior iba entrando en pánico en Florencia. Sentí un desasosiego inexplicable luego de estar cinco días caminando por la ciudad, hasta que entré a una tienda de música, encontré una sección dedicada a ECM y la música logró tranquilizar a mi niño interior. Desde entonces en mi checklist de viaje figura siempre la música. (Sigue leyendo »»)