Qué título más potente. Me imagino a Nietzsche escribiendo el título de su primer libro El nacimiento de la tragedia y pienso que tiene que haberse levantado con mucha energía cada mañana a trabajar en él. Un libro magnífico además. El nacimiento de la utopía es, como cabría de esperarse en esta bitácora, un libro utópico. Tiene además la fuerza de inspirar fácilmente 500 páginas para apenas acariciar la superficie de tan magno evento. Porque la utopía estaba ya presente en el mismísimo Big-bang. ¿Algo más utópico que un universo en expansión a partir de una explosión? No es que esté convencido de la teoría del Big-bang, me parece que aún cumple con el papel pacificador de los dioses ante el temor constante de los seres humanos con la incertidumbre.
Una de las tareas de esta bitácora utópica es registrar las manifestaciones de la utopía, en especial, el pensamiento utópico. ¿Dónde surge? ¿qué lo inspira? ¿cuál es su motivación? etc. etc. etc. Hoy recordé a un prohombre utópico, a un profeta del caos cuyo lugar en la historia reciente colombiana no ha sido bien reconocido. Los lectores más perspicaces ya deben saber a quién me refiero. Empecemos con una poesía que le dedícó su viuda, porque así es, un prohombre que se respete merece al menos un poema de su viuda:
Te amo en la creación de Dios
Te amo en tu forma de ser
y aun en mi soledad.
13 de septiembre del 2010, cinco años después de tu partida, Amparo.
Doña Amparo tampoco le cree mucho a la teoría del Big-bang, aunque por otras razones. Mi abuela también le reclamó en varios poemas a mi abuelo por haberse muerto, por dejarla sola sin cómplice en la vida. Julio César nos dejó una de las grandes utopías en la historia de Colombia: reducir la corrupción a sus justas proporciones. Una utopía que con cada día que pasa se entroniza más en la categoría inalcanzable porque, vale anotarlo, contrario a lo que muchos creen, hay utopías alcanzables.
¿Qué fue exactamente lo que vio el gran Julio César para dar nacimiento a esta utopía? No lo sé, salvo más utopías encomiables (la grandeza del país, el honor, la dignidad, el orgullo patrios, etc.), no hay rastro del monstruo que vio. Hace como 15 años, a un amigo que tuvo la osadía de citar a Julio César en una entrevista semiintelectual con Margarita Vidal, le preguntaron que qué había pasado en ese momento, que la entrevista iba bien pero cómo fue a citar a ese personaje. ¿Duda alguien hoy en día de su sabiduría y la pertinencia de mencionarlo?
El tamaño del enemigo para la época quedó de manifiesto cuando JC no fue capaz de aplicarle las mismas técnicas de defensa de la democracia que utilizó contra sus opositores políticos. No, no los conservadores sino aquellos héroes que estaban abriendo el espectro político colombiano. El gobierno de Julio César pasa también a la historia con el nacimiento de la desaparición forzada en el país. Su Estatuto de Seguridad sentó las bases para el holocausto del Palacio de Justicia: aún hoy en día a grandes sectores de la población les cuesta aceptar que hay otras formas de defender la democracia alternativas a la violencia legítima. Dar fuete y palo son costumbres arquetípicas en la noción cultural de disciplina y castigo ejemplarizante.
El año pasado, recién llegado de visita a Colombia, me recibió el alcalde mayor en la cárcel, el destape de los ilícitos en el sector salud y otra que no me esperaba para nada: me enteré por una fuente muy confiable de que una compañera de universidad había sido prepago, aún antes de que se conociera este término. Sus proxenetas eran, mejor dicho, son, miembros de una red bastante poderosa en Colombia, con brazos laaaargos en el poder. Una amiga que fue muy amiga de ella un día dijo: "No me vuelvan a hablar de ella, no quiero volver a escuchar su nombre siquiera". Nunca me atreví a preguntarle el motivo. ¿Quizás le propuso entrar en la red? ¿quizás le contó lo que pasaba? Dan náuseas estos hombres que emplean su poder en la corrupción de mujeres jóvenes. Pero esta será tema de otra entrada dedicada a DSK.
"Es mejor negocio la política que el narcotráfico" es ya otra frase célebre de la política colombiana. La pronunció el honorable senador de la República Juan Carlos Martínez, el hombre que desde la cárcel maneja medio páis, como dijo en un reportaje Semana. Le hace sombra a ese otro diagnósito lúcido propio de RH Moreno-Durán: "La política en Colombia es tan nociva que hasta corrompió al narcotráfico", frase que hizo sonreír al hijo de Pablo Escobar, Sebastián Marroquín, al final de la presentación de su documental Pecados de mi padre en Amsterdam. "Ningún cargamento da más dinero que una alcaldía", remachó Martínez. El corolario del monstruo que vio Julio César se refleja en el escenario político actual colombiano: ya no hay partidos políticos. La política se divide entre los que van a robar y los que tratan de hacer algo por el país en medio del saqueo de lo público. Tiene su punto cómico la invitación de Santos a desmovilizarse a las Farc: ¿invitarlos a participar en la democracia colombiana? ¿a fundar un partido político que no dura ni dos meses después de una elección? Complicado.
Todo esto lo vio el gran Julio César. A la gente le pareció una anécdota hasta descarada y sinvergüenza en su momento pero él hablaba desde la verdad y el conocimiento de causa. Llevar la corrupción en Colombia a sus justas proporciones, qué gran utopía.