Me despierta mi amiga Aki con la noticia de que Ryuichi Sakamoto tiene cáncer de laringe. Qué azote de noticia. Para los amantes de la buena música este es un palo mayor. ¿Por dónde empezar a agradecerle a Sakamoto todo el alimento espiritual que nos ha dado?
Quizás por la melodía que le da origen a esta entrada:
Tuve la fortuna de escucharla en el Muziekgebouw aan het IJ, la única vez que lo vi tocando en vivo. Tenía la esperanza de que interpretara Forbidden Colors, pero no sucedió, una pieza que solamente un alma japonesa puede componer:
Borges decía que la gente nace platónica o aristotélica. En la música, la gente nace mozartiana o bachiana. Sakamoto es de los últimos ():
En un mundo donde cada vez es más difícil escapar del ruido es todo un placer sublime escuchar Amore en el descanso de un paseo de otoño en la bicicleta:
O su pieza maestra para Babel, de Gónzalez Iñarritu, empatada en un vuelo melódico con la música de Santaolalla:
Esta noche iluminaré mi pequeño jardín japonés y la dedicaré al maestro Sakamoto. Mi mejor energía estará con él, ojalá le llegue.