Un silencio revelador

Hablaba con un amigo peruano quien consternado me decía que el récord que alcanzó Perú era el más ominoso de la historia de América Latina: los tres últimos expresidentes en prisión, y PPK caminando por el filo de la destitución y la cárcel. Le dije que no sabía cuánto envidiaba ese registro, pues nada más indigno que tener un expresidente financiado por el cartel de Cali, que con desfachatez dijo aquí estoy y aquí me quedo y en efecto se quedó. La presidencia en Colombia es una institución tan poderosa que un caso como el de Samper es posible: puede comprar a su investigador (Heyne Mogollón), como lo demostraron todos los estudios sobre el Proceso 8000.

La periodista Claudia Morales nos vuelve a confrontar con el poder (ex)presidencial en una mezcla de novela policíaca y negra. Policíaca porque mezcla las obras Diez negritos de Agatha Christie, “uno de estos seis exjefes es el violador”, con La carta robada de Poe, “jamás diré su nombre, pero hay cinco personas cercanas mías, dos de ellos periodistas, que lo saben”, blindándose en caso de que alguien quiera sepultar con ella el secreto. Y novela negra porque lo que queda en evidencia es la miseria y la maldad del poder y la condición humana.

El argumento central de Morales para guardar silencio es que su autor –como lo llamó Ángela Vicario– es tan poderoso que, si ella denunciara con nombre propio, su vida y la de su familia correrían peligro o se enfrentarían a muchas dificultades. Estamos ante un secreto a voces que nos lleva de nuevo a la desfachatez del poderoso, «¿Y qué? ¿Qué van a hacer ahora?», y nos confronta como sociedad ante la impotencia ante el poder. La separación de poderes queda entonces reducida a los libros infantiles y a los rigurosos estudios politológicos que resaltan la larga tradición democrática del país.

Los recursos del autor son innumerables. Desde cambiar articulitos de la Constitución, multiplicar por mil la fortuna de sus hijos (¿alguien recuerda las denuncias de Coronell y Gossaín y dónde está este último ahora?), nombrar acólitos en la Corte Constitucional y los demás organismos de control del Estado, estar rodeado de apóstoles o presidiarios, periodistas listos para su defensa mediática y un apoyo masivo que no dudará en calificar de fábula la denuncia de Morales. El gran colombiano, en definitiva. Claudia nos ha puesto frente al poderoso y una más de sus injusticias, ¿y qué vamos o podemos hacer ahora? Es un silencio revelador, muy revelador: a comer todos callados, colombianos. Definitivamente, para envidiar el récord de los peruanos.