Disfraces de novia

Mi primer disfraz de diablo, acompañado por 2 brujitas.

No tengo nada contra las fiestas de disfraces, salvo con esas en las que lo obligan a ir a uno con un disfraz específico. El mío preferido es de diablo. Uno de mis días inolvidables fue cuando finalmente me pude disfrazar de diablo en una comparsa en el Festival de Verano de Rotterdam. Sobre un carro de los bomberos improvisamos una versión del infierno, 8 amigas se disfrazaron de diablitas con colas terminadas en trígono, máscaras y vestidos apretados de cuero rojo y negro, suficientemente pequeños para que no las asfixiara el sol de verano. En la parte de atrás los músicos libraban una guerra de tambores y en la parte de adelante había un círculo de fuego con llamas hasta de 1,50 metros al cual llevaba con mi tridente a todas aquellas personas que no tenían cara de estar disfrutando la fiesta. Ya en el círculo de fuego las diablitas les enseñaban a bailar, a moverse, a sacudir los cuerpos y con ellos sus espíritus congelados. Yo bailaba como un verdadero demonio. El gesto de la lengua era un auténtico plagio de Gene Simmons, si bien le agregué un movimiento frenético a la cabeza que él nunca hace. En total pasamos como a 90 personas por la pira y 80 de ellas les preguntaron a las diablitas que dónde podían tomar clases de baile. Lo cual demuestra que hacen falta más fiestas paganas.

Cuando J. me invitó a su fiesta de disfraces no comprendí por qué insistía que fuera vestido con corbata negra. Odio los matrimonios, esas fiestas de disfraces en las que lo obligan a ir a uno de determinada manera. "¿Tú por qué si te puedes poner tu disfraz de hada madrina y yo no el mío de diablo?", le pregunté. "Porque es mi matrimonio y no es ningún disfraz de hada madrina, es de novia. Si te apareces con tu disfraz de diablo no te vuelvo a hablar en 10 años". Lo dijo con voz tan seria que no quiero comprobar la veracidad de su amenaza (aunque es un motivo para que un psicólogo aficionado inicie un tratado sobre la histeria en las mujeres colombianas). Hoy sentí un gran deleite cuando me enteré que entre el 5 y 10% de las bodas en Holanda se cancelan justo antes de la boda. En el e-bay holandés se encuentra cualquier cantidad de trajes de novia a la venta de segunda mano que nunca fueron estrenados. En su mayoría se trata de runaway grooms, pero disfruté con imaginar que en realidad se trata de personas como yo que reniegan de asistir a ese tipo de fiestas con un disfraz determinado y se escapan haciéndole pistola a la mujer psicorrígida que insiste en imponer sus reglas de juego. En la entrevista dice que las mujeres plantadas son más severas que J.: "No quiero volver a verlo en mi vida" (y esto es más de 10 años). Así que creo que solamente me queda elaborar mi frustración y asistir al matrimonio de J. disfrazado de pingüino, aunque tengo la tentación de hacer a medianoche el truco de Superman y aparecer de la nada y a la velocidad de la luz con mi traje de diablo de color rojo fuego. Al fin y al cabo, a la medianoche es cuando se acaban los cuentos de hadas. ¿Será que de verdad J. no me vuelve a hablar? ¿Será que me deja ir con 2 diablitas al menos?

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