Un boquerón en el camino

Crecí jugando en las vacaciones de mitad de año bajo el sol caldense en la finca de mis abuelos. Me acostumbré a bañarme con agua fría hasta dos veces al día y una en la noche, después de pasar toda la tarde disfrutando en la laguna. Llegué a convertirme en un local más al que los zancudos ya no picaban. El calor siempre lo he asociado con relajación y divertimento. Hasta que llegué a Andalucía: el sol aquí es otra cosa. En un país tropical estamos acostumbrados al atardecer a las seis de la tarde. El sol andaluz dura hasta las nueve o diez de la noche, su intensidad empieza a disminuir a las seis o siete, que es cuando más me gusta salir a pasear.

En una misión investigativa por La Mancha pronto aprendí que trabajar bajo el sol estival es imposible. Con mi compañera de investigación holandesa llegamos convencidos de que íbamos a trabajar de corrido y aprovechar la noche libre. A las siete de la tarde estábamos tostados. Tuvimos que aprender a hacer siesta de dos a cuatro y organizar de otra manera las tareas. Sigo ahora ese patrón cada vez que llego a Andalucía por esta época.

Igual, a veces es imposible escapar a las trampas del cerebro. Me pareció que si me protegía bien podría hacer el camino en bicicleta desde la Playa de la Galera hasta la playa naturista de la Cala Chicré a disfrutar de un baño de sol completo. Cena en un chiringuito y a ver la final de la Supercopa, a ver entre otras cómo le iría a James.

Ramón me llevó hasta la Galera en su camioneta. Me preguntó que si no prefería que me llevara a Jerez de la Frontera para empezar la Vuelta a España. Le respondí que Nairo y Urán ya eran mucha competencia para mí, que fijo me alcanzaban en San José partiendo de Jerez sin problema. El camino en bicicleta a lo largo del Mediterráneo es precioso. La tentación más grande es descender y pasar la tarde en alguna cala. Me salva ser amante del viento y disfrutarlo en mi cara mientras pedaleo.

A mitad de camino el sol me cobró mi osadía. Encontré un chiringuito un poco descuidado y decidí hacer una pausa de una hora. Toni, el dueño o encargado, estaba preparando unos boquerones. Me preguntó que de dónde venía y apenas oyó mi respuesta me confesó toda su idolatría por Shakira y su mala suerte con la historia del plagio de El Cata: “Eso sí que quede claro que ella no robó a nadie, ¡eh!”. Me preguntó que si todas las colombianas eran tan bellas como Shakira:

—Su talento es bien especial, creo que son poquísimas las mujeres compositoras, cantantes y que mueven la cadera como ella. De hecho creo que ninguna se le acerca.

—Es que ella es una artista integral, el paquete completo.

—Sí, por ese lado no tiene par. Pero en cuanto a belleza física, en Colombia te puedes encontrar cada día al menos 10 mujeres igual o más bellas que ella en la calle fácilmente.

—¡Nooo! ¿Qué me dices?

—¿Conoces a Sofía Vergara?

—Madre mía, guapísima, justo la vi anoche en Roquetas del Mar en la película Chef, está pa comé, pa llevá y, si me apuras, hasta pa preñá, qué vamos, qué mujerzota. ¿Ya viste la peli?

—No, todavía no pero seguro la veré.

—Sofía tiene mucho morbo, y con ese apellido que más que apellido parece un verbo. Aquí está el Toni para cuando quiera.

—Jaja, es un bombón y simpatiquísima además. Sofía es barranquillera, como Shakira.

—¿Oye pero dónde queda Barranquilla? Tengo que ir a esa ciudad.

—Al norte del país. Pero adonde quiera que vayas puedes encontrar mujeres así. Bueno, más tipo Shakira que Sofía. Es que Sofía es única.

—Anda, que como Shakira ya sería yo feliz. Y yo que quiero tener hartos hijos.

—Serás de los pocos, porque con esta situación hay muchas parejas que no se animan a tener hijos.

—Por eso mismo. España está envejeciendo y alguien tiene que hacer algo por traer sangre nueva. Aquí estoy yo.

—Bueno, hombre, mujeres andaluzas jóvenes y guapas es lo que hay.

—Pero no son fáciles, eh. Yo me separé de la Lola hace dos años y todavía no me recupero. Ahora estoy concentrado en la situación del país. ¿Sabes qué es lo que necesitamos acá?

—¿?

—Un Putin. Un hombre que haga lo que hay que hacer sin importar cuántas cabezas hay que cortar. Como hicieron con el periodista americano.

—Eso es un poco extremo y digamos que Putin ha cortado cabezas pero en un sentido metafórico, no literal. Bastante bárbaro el descabezamiento del americano, ¿no? –Aquí Toni encogió los hombros, se rascó la barbilla con el lomo del cuchillo y puso cara de “cuando toca, toca”.

—A ver, que cuando toca, toca. No es que sea una cosa de todos los días pero sí es un ejemplo firme.

—Hombre, ¿qué culpa tenía el periodista para ser descabezado?

—Ah, eso yo no sé, pero el mensaje es contundente.

—Pues hombre, a mí sí me gustaría descabezar uno de esos boquerones.

—Ah, fácil, cómete este que ya está listo.

Estaba delicioso. Para cocinar una revolución Toni estaba un poco crudo, pero para los boquerones, qué talento el de este hombre. Le pregunté quién creía que iba a ganar el partido de la noche y me respondió sin dudarlo: “¡Hala, el Madrí!”. Me despedí para continuar mi camino temiendo un posible descuartizamiento por ser hincha del Barça. La tarde en Chicré será otra historia.

Disfrutemos el sonido cai: