Encuentros

Me encontré con esta reflexión del maestro Tsuyoshi Yamamoto el pasado 14 de octubre:

Un barco no puede moverse sin agua

Pero si entra agua al barco, se hunde.

Debes saber cómo usarlo.

Me trajo un instante filosófico que tuve hace muchísimos años, cuando trabajaba como asistente de jardinería en la pequeña empresa de mis tías. Leía por esa época el I Ching. El jardín en el que estábamos trabajando era el de una hacienda a las afueras de Bogotá. En los momentos de descanso, rodeado por la naturaleza y muy cerca de la imponente cordillera, era inevitable sentir cómo muchas de las reflexiones del Libro de las Mutaciones estaban inspiradas en esa realidad. (Sigue leyendo »»)

Sororidad

Empezaré esta entrada con tres viñetas de la vida real:

1.

En una empresa en la que trabajaba en Colombia, la directora y subdirectora estaban terminando un proceso de selección para contratar a una persona. Finalmente quedaron dos candidatas. La primera era una profesional sobresaliente, con experiencia y dos maestrías encima; la segunda no tenía ni de lejos la hoja de vida de la primera, pero era la hija del Dr X. «Y como es la hija del Dr X, no podemos pagarle la cantidad y que le daríamos a la primera candidata, no puedo pagarle menos de 2y», concluyó la directora.

¿A quién escogieron?

A la segunda candidata: los contactos del Dr X traerían nuevos ingresos a la empresa y terminarían pagando de sobra su salario.

2.

Estudié en un colegio internacional. Tenía un amiguito muy simpático, JPT, con quien nos divertíamos bastante. Una vez vino a jugar a nuestra casa en el barrio San Luis, la pasamos muy bien. Cuando su mamá vino a recogerlo entró en shock: el poste de la luz frente a la casa estaba dañado y ella se sintió muy insegura; tuvo que parquear su Mercedes 20 metros más adelante para no quedarse en la oscuridad. A los pocos días JPT dejó de jugar conmigo. No entendía su rechazo, menos que una de las señoras que supervisaba el recreo me llevara a jugar con otros niños. Se lo comenté con mezcla de tristeza y extrañeza a mi mamá, quien me dio una explicación muy sencilla: «A la mamá de JPT no le gusta donde vivimos, ellos viven en El Chicó y no quiere que su hijo juegue contigo para no tener que venir a recogerlo acá».

3.

Viajamos con mi mamá a conocer Miami de niños; mi padre se quedó por trabajo. Nos encontramos con la tía A, que trabajaba por ese entonces en una joyería en NY. Por casualidad, sus jefes también estaban en Miami y nos invitaron a comer. Ya de despedida quisimos tomarnos fotos con ellos, pero declinaron. No entendí por qué no querían fotografiarse con nosotros, hasta que después de decirnos adiós mi tía le llamó la atención a mi mamá: «Con esas pintas tan horrorosas qué iban a querer tomarse fotos mis jefes con sus hijos». Estábamos vestidos como en un día cualquiera en Bogotá.

4.

Cuando sucedió la escena de la primera viñeta no le di mayor importancia de que se tratara de dos mujeres escogiendo entre dos mujeres. Lo que me impactó fue que la selección se decantara por un asunto de clase y relaciones públicas y no de excelencia. Me pareció un buen retrato de cómo funciona Colombia. Ahora que tanto se habla de la sororidad veo esa escena preguntándome dónde quedó la sororidad: ¿en que escogieron a una mujer, independientemente de que se reprodujera el poder y estructura de clase?

Como con el lenguaje incluyente, no puedo dejar de relacionar cierta vertiente del feminismo con exclusión: la fórmula “los y las” excluye a toda la comunidad LGTBI+ (de ahí mi preferencia por el uso de la e), pero con las TERF la cuestión ya es llevada a otro extremo: según ellas, las mujeres transexuales son hombres que pretenden ser mujeres, pero no lo son. Personalmente las considero como uno de los más de cien géneros que ha clasificado la ciencia; hay unas que se reconocen como mujeres, otras que se identifican como trans, no como mujeres, etc. Pero esa insolidaridad de las TERF con los transexuales me asombra. Probablemente habrá hombres que digan que los hombres trans no son hombres, pero hasta donde sé, no existe un equivalente al concepto TERF para los hombres.

La primera viñeta me reafirma más en que la lucha social debe ser por lograr como base el respeto y práctica de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH). Hoy en día veo al feminismo como un subgrupo de esa Declaración (las mujeres), pero que parece que no se cuestiona el poder en la sociedad. Es la conexión con la segunda viñeta: la que discrimina entre dos niños es una mujer. En la tercera viñeta, es un matrimonio judío el que no se quiere fotografiar con un niño y una niña latinos porque visten ropas baratas. Claro, es fácil endilgarle todo esto al heteropatriarcado, pero curiosamente en todas las escenas son mujeres las que reproducen el dictado del poder, del que se benefician ellas también.

Miro de nuevo con amor y ternura a mi madre, que nos educó en igualdad de términos con mi hermana sin haber tenido mayor conocimiento del feminismo en su época. ¿Quizás porque su signo zodiacal es Libra? Heredé de ella esa igualdad vivencial que tan bien empata con la DUDH gracias a la cual puedo decir que nunca he discriminado a nadie por su sexo, género, religión, raza, condición social, etc. Sí por ser malas personas, pero ese es otro tema. De mi madre también heredé la solidaridad; de los choques más duros de aprender en la realidad es que esos utópicos solidarios seguimos siendo una minoría.

Y hoy, de camino a Utópica, me sigo preguntando si el feminismo debería disolverse globalmente en la promoción y práctica de la DUDH, donde no hay espacio para feministas TERF, entre otras discriminaciones. De ahí en adelante podríamos organizarnos mejor como sociedades.

Ah, de JPT no volví a saber nada: se hizo amigo de niños menos aplicados, perdió el año y tuvo que salir del colegio… Solo le deseo que esté muy bien, que haya conservado su simpatía y se haya liberado de la educación de su madre.

La ley de la corrupción: se mete o lo sacamos

Gracias a Narcos la ley de los dos metales del narcotráfico, plata o plomo, ha alcanzado resonancia mundial. Ahora que leo el libro La impunidad del poder, de Ramón Jimeno, quiero encontrar un nombre para la ley de la corrupción en Colombia. Un poco de contexto: el libro de Jimeno trata sobre dos hombres, el coronel Carlos Alfonso Velásquez y el abogado y defensor de los Derechos Humanos, flamante nuevo ministro de Defensa del gobierno de Petro, Iván Velásquez. Ambos tuvieron que enfrentarse a lo que cualquier ciudadano de bien debe confrontarse cuando va a trabajar con una entidad pública en Colombia, desde una universidad hasta cualquier ministerio: con la corrupción.

Ese encuentro es un rito de pasaje que separa a los niños de los hombres, que dirían sarcásticamente los corruptos. Le doy el nombre tentativo de ley de la corrupción: se mete o lo sacamos. La historia de los dos Velásquez tiene ese punto común: ambos respondieron por ahí no paso, sáquenme (si pueden). Jimeno narra la lucha de ambos contra esos poderes que dan la impresión de que ya son mayoría en las instituciones públicas. Resuena esa frase resignada de una examiga mía que utilizan todos los que están en el ajo: todos lo hacemos. Y no todos sobreviven para contarlo: las excepciones merecen libros como el de Jimeno. Seguiré pensando en el nombre para esa ley, se aceptan sugerencias.

Actos de magia y el camino a Utópica

Esta humilde bitácora utópica se guía con especial interés por actos de magia estéticos. Toda una serie dedicada a cómo se compone un son y a otras obras que logran sumergirnos en realidades virtuales sin darnos cuenta. Esta mañana amanecí recordando a Woyzeck on the Highveld, de The Handspring Puppet Company, una obra que vi por allá en 1996 en el Festival de Teatro de Bogotá. Recuerdo que la repetí, fue tal la impresión que me causó. Hoy encuentro que está disponible en Youtube:

Es tal la vida que cobran las marionetas que los titiriteros se pueden dar el lujo de mostrar sus cuerpos maniobrándolas pero la atención del público está enteramente con ellas. Tuvieron que pasar muchos años, 9 para ser preciso, para volver a vivir una experiencia similar en Sevilla, cuando vi a Rafael Álvarez, El Brujo, con su obra Misterios del Quijote. Casi dos horas en las que estábamos completamente hipnotizados por él. En la presentación de la obra se lee: «El viaje y la aventura como única patria de aquellos que prefieren vivir soñando a morir de un ataque de cordura». Podría decir que es el mismo espíritu que acompaña a esta bitácora en su viaje a Utópica, la ciudad del horizonte.

No he visto aun su Autobiografía de un yogui y bien vale la pena volver a España para verla. Esta mañana recuerdo también dos de los trucos más soberbios de Nabokov en La Veneziana. Como también con cierta desilusión esa asunción fallida de Remedios, la Bella, en Cien años de soledad. Me recuerda mucho a esos intentos de trucos de magia que he intentado a lo largo de mi vida y solo funcionan en mi imaginación. No dejan de ser poemas quijotescos en todo caso, pero no se elevan. Hay que regresar de nuevo al improvisado Laboratorio Acme y seguir ensayando hasta lograr alguno.

The Man (26). Vladimir Putin, ¿el último coletazo del siglo XX?

Llevo casi dos años sin publicar perfiles en esta sección y no precisamente por falta de personajes, es pura y simple falta de tiempo. Pero hoy, como humilde cronista utópico, debo registrar a Vladimir Putin y su mazazo a la utópica creencia de un Occidente en paz.

Hay un dicho muy común entre los que trabajamos en IT: «No hay tecnología que supere al almuerzo», citado con una sonrisa minutos antes de salir a comer en medio del arduo trabajo. Quiero creer (he aquí el punto utópico de esta crónica) que Putin es de los últimos coletazos del siglo XX, de un siglo que se entregó al poderío de las armas militares mientras la sociedad crecía impulsada por la globalización, la tecnología y la digitalización. Podríamos llamarla la transición del modelo de poder del siglo XX al XXI: qué pesa más hoy en día, ¿el poderío militar o el tecnológico-digital? ¿Tiene sentido emplear la fuerza cuando hay herramientas mucho más poderosas? ¿vale más ser el país más grande o el más influyente en el mundo globalizado? ¿O es eso lo que queremos creer, como la sonrisa digital en Instagram para dejarla caer en la realidad como una mueca luego de tomada la foto?

Hay cosas sorprendentes o cuando menos llamativas de Rusia: ¿por qué el país más grande del mundo, el de los 11 usos horarios, quiere expandirse un poquito más? ¿por qué a pesar de tantos recursos naturales de los cuales depende buena parte de Europa su economía es apenas mayor que la de España (45 millones de habitantes) y menor que la de Italia (60 millones)? Creo que da una idea del tamaño de la corrupción y de la incapacidad para reconvertir las ganancias en una economía sólida y creciente. Putin no sale bien parado de ese balance como gestor.

Resulta curioso también que después de las recientes experiencias de EUA con Irak y Afganistán, donde el poderío estadounidense dominó sin problemas al principio pero terminó derrotado a largo plazo, Putin crea que puede hacerlo mejor en Ucrania: se expone también a una desgastante guerra asimétrica que le haga la permanencia imposible durante los próximos años o décadas. La pregunta del millón para él sería: ¿qué gana en Ucrania que compense la pérdida de la relación con Europa y Estados Unidos? ¿Qué no se pongan misiles de la Otan en Ucrania? Hemos llegado a ese mundo absurdo que reseñaba García Márquez en su discurso de Nobel: un mundo capaz de destruir cien veces a todos sus habitantes más «la totalidad de los seres humanos que han pasado por este planeta de infortunios». Da igual tener misiles en la frontera que a miles de kilómetros: no hay cómo defenderse de esa locura si llega a desatarse. Putin, con un par, llega incluso a desafiar a Finlandia y a Suecia. (Sigue leyendo »»)