Debilidades académicas (o no puedo sacarte de mi cabeza)

En mi último paseo por las librerías me encontré con varios libros dedicados a Bob Dylan como parte del conocido Efecto Nobel. No voy a entrar en esa discusión antipática de si se lo merecía o no, si no hay cantantes que han hecho mayores o mejores aportes que él, etc. Hace años se filtró una lista del sonajero de la Academia sueca en el que ya figuraba el nombre de Dylan y mucha gente se lo tomó en broma. Probablemente el, la o los académicos que sugirieron su nombre se tomaron como una cruzada personal la demostración de que sí puede haber un cantante como ganador del premio.

Por supuesto que no tiene nada de raro. Basta con remontarse a Platón para recordar sus comentarios sobre los poetas y por qué deberían de ser expulsados de la ciudad ideal. Tomé al azar uno de estos libros dedicados a Dylan y no puedo negar que escuché el eco del filósofo griego. No hay escritor que no lamente el poder emocional de la música sobre la literatura: bastan unos acordes para evocar todo un universo de emociones, mientras que el verso aún más eficaz palidece como la luz de una vela ante el fulgor del volcán iniciado por la música. Pero esos versos ya sin compás son otra cosa: no es lo mismo leer “eres el metrónomo que marca el compás de mi corazón” que escucharlo con música. Creo que fue un éxito de los setenta u ochenta ese estribillo, con toda la parafernalia de mercadeo asociada (tarjetas tipo Timoteo, camisetas, tazas, etc.). (Sigue leyendo »»)

Tragar o no tragar (2). Senderos que se bifurcan

España nos tenía en vilo sobre qué rumbo tomaría el país dada la disputa de poder en el Congreso de los Diputados. Había varias formas de desbloquear la situación, dos en especial: Mariano Rajoy daba un paso atrás y permitía la coalición Psoe y Ciudadanos para gobernar España, o el Psoe cedía y permitía que la coalición PP y Ciudadanos fuese investida. Lo más difícil de todo era el dilema tragar o no tragar, pues ninguno de los líderes del Psoe o Ciudadanos quería apoyar al corrupto Rajoy. En múltiples maneras expresaron su no a él. A la vez, esta posición abocaría a terceras elecciones, con un resultado similar o con el PP ganando finalmente la mayoría ante el hartazgo de la ciudadanía que ve cómo sus líderes son incapaces de llegar a un consenso.

Pedro Sánchez tensó tanto la cuerda que hoy su partido está dirigido por una gestora, literalmente partido, y hace pocas horas renunció a su acta de diputado. Definitivamente no se traga a Rajoy: optó por el camino que su ética y valores le reclaman. No puede siquiera abstenerse en la votación histórica de hoy para no quedar como cómplice silencioso de la reelección de Mariano Rajoy.

Rivera, por su parte, ha preferido tragarse a medias a Rajoy: apoyará su investidura porque la estabilidad de España es más importante que decapitar al candidato del PP, pero lo hará a través de un pacto con 150 medidas con el que cree que podrá controlar y fiscalizar las acciones del PP. Vienen muchos escenarios a futuro en los que se verá si sirvió de tonto útil (el PP enfrentará varios casos de corrupción en los próximos meses ante la justicia) o si su posición realmente sirve para encausar el gobierno del PP, especialmente para limpiarlo de las prácticas corruptas que trae de nacimiento.

Inevitable evocar el cuento de Borges, El jardín de senderos que se bifurcan, cuando vemos ante la misma situación a dos personajes que optan por diferentes caminos a pesar de que comparten un fin común: el bienestar de su país. Pero ¿lleva alguno de estos senderos al mismo final?

Para Iglesias nunca hubo tal dilema: no es no, si bien la opción que planteaba con los separatistas vascos y catalanes no lo dejaron en mejor lugar. (Sigue leyendo »»)

Largos silencios

Una vez le comenté a un colega holandés que mi mamá resentía que no la llamaba muy seguido. “¿Cada cuánto?”, me preguntó. “Una vez al mes por lo menos”, le respondí. “¿Tanto? Yo hablo con la mía una vez al año”. Para una cultura matriarcal como la latina esta frecuencia anual resulta inimaginable. La anécdota esboza también muy bien la relación entre padres e hijos en dos culturas diferentes.

En Amsterdam he conocido varios casos de hijos que dejan de hablarse con sus padres durante muchos años. Una amiga llegó a alcanzar 17 años sin hablar con su padre, mientras que otra ignora a su madre desde que tenía 22 años, y ya va para los 45. No son personas fáciles, estas distancias las han marcado de múltiples maneras. Obviamente, al disgustarse con ellas ya sabe uno que podrán pasar décadas y no habrá ningún esfuerzo por recobrar el contacto.

Caso diferente es el de una Tanja Nijmeijer, que decide dedicar su vida a la justicia social y se enrola en las Farc, perdiendo el contacto con su familia hasta que su madre finalmente es capaz de hablar con ella y comprender los motivos de su hija para irse tan lejos de ella y la familia. O el de una joven Diana Quer que es buscada por toda España en este momento y no se sabe muy bien si fue secuestrada o quiso escapar de las constantes discusiones con sus padres. (Sigue leyendo »»)

El mejor acuerdo posible (8). El retorno del gran sancocho nacional

En los ochenta Jaime Bateman enunció el gran aporte de Colombia a la ciencia política, la gastropoliteia, cuyo enunciado principal era que para firmar la paz en Colombia era necesario conformar el gran sancocho nacional: sentar en una misma mesa a Turbay Ayala, Luis Carlos Galán, el M-19, Pastrana, Gómez Hurtado, etc. para discutir a fondo los grandes problemas del país. No son pocos quienes han visto en la gastropoliteia el origen de la Constitución del 91, que empieza por reconocer en sus primeras líneas el carácter pluralista de la sociedad.

Humberto de La Calle, the man of the hour como dirían los estadounidenses, sigue atrapado en su síndrome de La Habana, con remembranzas del bipartidismo atávico de la democracia nacional, y repite con convicción que el Acuerdo es entre el Gobierno y la guerrilla. Como si la C-91 no hubiera ayudado a superar el modelo bipartidista bipolar. La misma bipolaridad nacional que niega todas las variantes genéticas para terminar imponiendo como únicamente válidas las combinaciones XX y XY, negando todas las demás variantes existentes y de ahí su pánico ante la ideología de género. La exclusión en Colombia se extiende por muchos terrenos. (Sigue leyendo »»)

Amanecí radicalizado (2)

En mi círculo familiar y de amigos, alrededor de 40 personas, fui el único que votó No. Sin embargo, con todos con quienes he hablado, en general se han mostrado satisfechos con la victoria del No. En aras de lograr el fin del conflicto armado todos estuvieron dispuestos a tragarse los sapos del Acuerdo con tal de que se silenciaran las armas. Ahora con el No ven que es posible lograr la paz sin tener que tragarse tantos sapos.

El país estaba efectivamente votando bajo la amenaza de las armas. Fue muy coherente la Fiscalía General al resaltar que la votación del plebiscito debería de ser hecha con la guerrilla desarmada, una quimera que dejaba en evidencia la presión que ejerció el Gobierno al resaltar que el plebiscito era por el Sí o por la guerra. Curiosamente no hay registrada ninguna pronunciación de los principales voceros del No a favor de la continuación del conflicto por la vía armada.

Esta amenaza contribuyó a polarizar en gran parte el país: todavía se escucha la “indignación” de los votantes del Sí diciendo que los del No quieren más bala y más guerra. Esto no es más que repetir el discurso del Gobierno sin entrar a analizar lo que piensa la otra parte. Igual como hizo las Farc, cuya primera reacción fue decir que triunfaron los enemigos de la paz y los belicistas.

La marcha masiva de los estudiantes bien puede ser vista como el clamor de todo un país que no quiere más guerra. Hay gente que dice que el país está en medio de la incertidumbre, lo cual no es de por sí negativo: ¿qué pasaría si el cese del fuego fuese definitivo? El gran riesgo en ese caso es que desaparezca la voz de las Farc, pues históricamente se ha hecho sentir a través de las armas, sin olvidar que cuando lo hizo políticamente a través de la UP fue miserablemente masacrada por la mano negra del Estado. Siento aún la frustración de no haber podido votar por Jaime Pardo Leal (todavía no tenía cédula pero era mi candidato).

Las Farc tiene ahora la opción de oro de pedir su espacio político en la sociedad. Quizás se da cuenta de que por la vía armada no logrará ninguno de sus objetivos y que es el momento de hacer la transición; ya han tenido una visión de lo que podrían obtener por la vía democrática. En este sentido parecen apuntar las declaraciones de sus jefes. Se impone entonces la flexibilidad para sentarse a negociar de nuevo y mantener el cese del fuego, igual para el Estado.

La amenaza de la guerra es real, pero mientras los actores quieran negociar no tiene por qué suceder.