El mariachi torturador

Trabajo como mariachi o bolerista (a pedido del cliente) en la Plaza Garibaldi. Recibí ayer un emilio de mi amiga Margarita con el enlace a la noticia del mariachi torturador, un asaltante disfrazado de mariachi, “con su sombrero y portando un machete de 40 centímetros con el que robaba a la gente que pasaba junto a él, pero además de ello, la obligaba a escucharlo cantar”, según cuenta la nota. "Después de que le di mi reloj, la cadena y el dinero, me puso el machete cerca del cuello y me dijo que no me fuera hasta que acabara la canción y cuando cerró los ojos (como parte de su presentación) me fui corriendo y vi una patrulla, la paré y les dije que me había robado un charro con un machete", relataba el joven de 17 años asaltado: “¡¡Cantaba horrible además!!”.

“Ten cuidado con él, anda suelto todavía y de pronto se esconde entre ustedes, los roba y los tortura con una serenata, jajaja”, me alertaba Margarita.

Le respondí que hay que ver a qué cosas tienen que recurrir los artistas para ser oídos hoy en día, si bien no excusa la forma un poco agresiva de cobrar la boleta, hasta traumatizante para la audiencia. Eso sí, hay que abonarle al mariachi torturador la pasión con la que hace su oficio, inolvidables esos ojos cerrados… “Cantar rancheras es un arte muy menospreciado hoy en día, Margarita, además ¿qué criterio tendrá un jovencito asustado de 17 años para decirnos que el mariachi cantaba horrible?”, le pregunté al final.

“Pues eso no lo sabremos hasta escucharlo. En todo caso, ojalá las cosas vayan bien con tu trabajo y no vayas a tener que recurrir a esos métodos para mantener cautiva a tu audiencia, jajajaja —escribió ella de regreso—. ¡Un beso!”. En ese momento decidí, por algo de pudor, dignidad y respeto con mi amiga, no responder a su correo: el mariachi torturador soy yo.

Fábrica de colchones. Diseñamos sus sueños.

Aunque sabía que Jodorowsky estaba en la Feria del Libro de Madrid presentando su libro Manual Práctico de Psicomagia, igual quise pasar por el café Le Téméraire para tener la experiencia de una tarde con sus discípulos. Le pregunté a mi amiga J si quería acompañarme, revisó la dirección del café en Internet para ubicarse y descubrió que ese día Jodorowsky estaría allí leyendo el tarot. Estuvo tentada pero al final su agenda se lo impidió. Mi curiosidad aumentó más aún y preferí irme caminando hacia el café en lugar de tomar el metro para jugar con los nombres de los locales comerciales, imaginando que seguía un poco los pasos de Walter Benjamín en Dirección única pero en la París del siglo XXI. De entrada me encontré con una fábrica de colchones que tenía como eslogan Diseñamos sus sueños, lo cual me pareció un buen presagio para la historia de esa tarde. (Sigue leyendo »»)

El coleccionista

Conocí a Paul en unas vacaciones largas que me tomé en Cartagena. Era hijo de colombiana y francés. Un joven de 22 años bastante apuesto que aparece a cada rato en la publicidad impresa. Prepara además un cocktail sabrosísimo, el Paul Exclusive, una mezcla entre mojito y margarita con ginebra añeja Bols. Después de tres rondas empezamos lo que las feministas llamarían la típica charla entre machos: “¿Con cuántas mujeres de diferentes nacionalidades te has acostado tú, Daniel?”. La pregunta me tomó desprevenido, no esperaba encontrarme a un don Juan cosmopolita tan joven. Su clasificación me gustó más que la burda de un compañero del colegio, cuyo criterio era el tamaño de las tetas (grandes, medianas y pequeñas), y que con el tiempo cambió por el de nombres (2 Natalias, 5 Ana Marías, etc.). 

Paul interpretó mi divagación como un esfuerzo de sistematización de mi experiencia según su patrón. Entonces, mientras dejaba que mi chip sql funcionara en el trasfondo, respondió con gran orgullo: “Yo he estado con mujeres de 21 nacionalidades”. La cifra me sorprendió de nuevo, y ya de antemano sabía que mi árbol clasificatorio de nacionalidades si acaso tendría 3 ó 4 ramitas, porque claro, a continuación Paul empezó a detallar cuántas mujeres se desprendían de cada rama de su árbol: 1 rusa, 1 polaca, 5 canadienses, 7 alemanas, 5 gringas, 3 brasileras, etc. Como le llevo más de una década a Paul, tuvo cierta paciencia con mi silencio: se imaginaba que si a sus 22 años tenía un récord tan razonablemente impresionante, era perfectamente comprensible que una década más tarde ese árbol tendría tantas ramas que exigiría un alto grado de concentración abarcarlo en su totalidad. Mientras tanto yo pensaba que a él le encantaría el cultivo de bonsái.
“Bueno, ya, dime la respuesta, ¿o acaso son tantas que ya ni te acuerdas? Comprensible, si yo a mi edad ya llevo de veintiuna, me imagino que a la tuya debe ser ya casi medio mundo”. Siempre dispuesto a aprender, me sentí frente a un maestro de la globalización sexual. “Sí, Paul, los números escapan a mi cabeza”, “qué va, estás blofeando”. Nueva ronda de Paul Exclusive y tiempo de iniciar la clase: “Paul, para serte sincero, no creo que haya estado con mujeres de 5 ó 6 distintas nacionalidades”. La forma en que se irguió Paul era suficiente para saber que había logrado posicionarlo en la categoría de experto en el tema: ya no guardaría ningún secreto esa noche. “Dime, ¿cuáles son las diferencias entre, digamos, una polaca y una brasilera?” “Ah, pues que a la polaca le gusta más de frente y rápido y a la brasilera más meneadito y fuerte”. “¿Y qué es lo que las excita?” “¿…?” “Pues, me imagino que a una paisa le encantaría recibir flores, mientras que a una alemana en vacaciones esto la espantaría”, anoté yo, acudiendo a mi modesta experiencia.
Paul nunca se había planteado ese interrogante. Básicamente porque las viajeras de las 21 nacionalidades se lo levantaban por su belleza, sin que él tuviera que hacer mayor esfuerzo. Pero claro, a su edad, el dulce efebo estaba convencido de que él era el conquistador. La mirada de Paul me dio a entender que había descubierto un nuevo ítem para cada ramita de su árbol. Otro Paul Exclusive y sonó el timbre. Una noche gloriosa, sin duda: estábamos frente al nacimiento de una nueva rama en nuestros respectivos bonsáis: un par de mexicanas que había conocido en la playa esa tarde venía a degustar su ya famoso Paul Exclusive. “Creo que quieren un trío, porque se turnaban para besarme esta tarde”. No entré en detalles pero el mensaje era claro: mi pequeño bonsái no experimentaría el nacimiento de su rama mexicana esa noche. Sin embargo, como dicen los expertos de la Fórmula 1, la escudería pequeña (Minardi) vive de los residuos que deja la grande (Ferrari). Las dos mexicanas eran primas y algo de pudor les daba hacer un trío juntas. Así que la más joven, de escalofriantes (para mí) 16 años, inició una charla bastante agradable conmigo, mientras su prima mayor, de la edad de Paul, se perdía con él en algún rincón de la casa. Creo que ella estaba dispuesta a hacer crecer la rama colombiana en su bonsái, a como diera lugar, o al menos, a hacer un esfuerzo para minimizar los fieros de su prima en la mañana. Además, admitámoslo: un hombre sobre los 30 a esa edad también es un trofeo, así que mis acciones no estaban tan bajas tampoco. Mientras improvisaba un Paul Exclusive, ella me abrazó por la espalda y cuando me giré estaba completamente desnuda y me abrazó empinándose para darme un beso. Todo sucedió tan rápido, como un tsunami de deseo, que lo que más recuerdo fue el largo amanecer sorprendiéndome por esta belleza manita a mi lado, algo así como un Mustio Collado depuis la lettre.

Unos días después volví a encontrarme con Paul y le pregunté si había tenido noticias de las mexicanas, si de pronto podríamos verlas otra vez. “¿Las mexicanas? ¡Pero si esas fueron la semana pasada! ¿No me dirás que te acuerdas todavía de ellas? Pásate mejor esta noche y te presento un par de diosas argentinas que conocí ayer”. Fue entonces cuando me di cuenta de que Paul no está hecho (aún) para el cultivo de bonsái: las ramas de su árbol aumentan, pero no crecen.

Sobre el lugar de la Mancha

I.

Cuando escuché por primera vez sobre el estudio de la U. Complutense de Madrid en el que decían que Villanueva de los Infantes era el lugar de la Mancha del cual Cervantes no quería acordarse en la primera frase del Quijote me pregunté sobre el valor de conocer este lugar. Primero, porque Cervantes expresa claramente que la intención de su libro es acabar con los mitos creados por las novelas de caballería; segundo, porque en el capítulo final revela la identidad de don Quijote pero deja abierto un desafío a los lectores sobre cuál era el lugar de don Quijote, para que se peleen los diferentes pueblos de la Mancha, tal como lo hicieron los 7 pueblos griegos sobre cuál era la ciudad de nacimiento de Homero; tercero, porque es un personaje de ficción, ¿qué más da que sea de Villanueva de los Infantes, Argamasilla de Alba o Ciudad Real?

II.

Por azar leí el libro «El lugar de la Mancha es…: El Quijote como un sistema de distancias/tiempos«, justo antes de viajar a España de vacaciones. Fascinante: la investigación arma las fichas del rompecabezas que Cervantes dejó sueltas a lo largo de la novela. Son tantas las pistas que llevan al lugar que la verdad no se comprende por qué después de 4 siglos de estudios cervantinos, nadie se había tomado la molestia de tratar de armarlo. Lo máximo han sido los estudios que tratan de seguir las rutas del Quijote y que el excelente filólogo y cervantista don Manuel Fernández Nieto se ha encargado de desarmar. Hasta el 2004 (fecha de publicación del estudio), se consideraba a Argamasilla de Alba como el lugar de la Mancha más probable donde vivió don Quijote, a partir de la referencia que hace Avellaneda en el Quijote apócrifo. Para Fernández Nieto –en grandes líneas– esta ciudad no puede ser por la sencilla razón de que no está en el Campo de Montiel, la región que Cervantes nombra varias veces como el espacio por donde viajan don Quijote y Sancho; en el estudio de la Comisión, Argamasilla está lejos de ser considerada como un lugar hipotético plausible. El rigor del estudio prácticamente no deja duda sobre la conclusión, si bien los autores aún prefieren llamar su conclusión «la hipótesis más probable», a la espera de que otros estudios la refuten. Si mal no recuerdo, hace un par de meses un equipo de la Universidad de Granada verificó los resultados.

III.

Antes del estudio, Villanueva de los Infantes tenía alrededor de 30.000 turistas al año. Uno de los principales motivos de visita es ir a la tumba de Francisco de Quevedo en la Iglesia de San Andrés. La ciudad en general está muy bien conservada y aún se pueden observar más de 200 escudos de armas en las puertas de las casas del Centro, que reflejan la tradición e importancia que tuvo Villanueva de los Infantes en tiempos de Cervantes: era la principal ciudad del Campo de Montiel. Según cuentan Inez y María Jesús, las excelentes guías turísticas de Infantes, a partir del estudio la cifra se ha multiplicado por cuatro, y es apenas el principio del boom turístico que espera a la ciudad: hay empresas turísticas dedicadas exclusivamente a la Ruta del Quijote, que completa comprende poco más de… ¡2.000 kilómetros! Todo esto será revaluado en los próximos años a partir del estudio, y la gran afectada será Argamasilla de Alba, que se encuentra ahora ocupada en la tarea demostrar los errores de la investigación.

IV.

Algunos habitantes de Infantes empiezan a reconocer personajes del Quijote en la tradición oral de su pueblo. La leyenda que más llama la atención es la del único loco que fue sentenciado en la picota del pueblo, un hombre que disfrazado con yelmo y espada salía a desafiar a cualquier persona que se burlara de él. Su tía no tuvo la paciencia de seguirle el juego y fue vilmente atacada por él: la pena de muerte fue su castigo. Tampoco hay duda de que Cervantes permaneció al menos 2 días de su vida en Infantes, cuando viajó desde Lisboa a Cartagena por encargo de Felipe II. Ya en su época, llamaba la atención el gran número de hidalgos que habitaba Infantes. Por supuesto, es fácil caer ahora en el error típico que resaltaba George Duby en su Diálogo sobre la historia: armar la historia a partir del presente sin darle vida propia y autónoma al pasado, es decir, empezar a buscar a los personajes de ficción en el pasado de Villanueva desde lo que sabemos ahora. Pero también vale la pena disfrutar esos pequeños tics y clicks que hace el cerebro cuando asocia las imágenes de las historias orales con las del Quijote. Por otra parte, no son asociaciones vanas. En la introducción a su edición del Quijote, Fernández Nieto destaca las reflexiones del psiquiatra español Vallejo Nájera, en las que afirma que Cervantes necesariamente tuvo que tener contacto directo con locos, pues sus descripciones son tan precisas y con fundamento en la realidad que es improbable dejarle todo a su genio, por más prolífico y recursivo que sea.

V.

El momento más emocionante de estas asociaciones fue tomar el mismo camino que Cervantes le dio a seguir a don Quijote en sus dos primeras salidas desde Villanueva. Dado que Infantes prácticamente está detenida en el tiempo, el camino de salida que recorrió don Quijote hoy en día sigue siendo rural y conserva su sentido original. Recordé el cuento de Borges La memoria de Shakespeare, y por un instante pensé que el paisaje me ofrecía la memoria de Cervantes en el momento en que su célebre y querido personaje empezó su primer viaje. O imaginar el diálogo con Sancho cuando inician el segundo. Ahí yo era Dito Panza, en compañía de la Princesa Micomicona en nuestros caballitos de acero, el mío sin nada que envidiarle al rucio del escudero. En ese mismo instante me pregunto por la naturaleza de la creatividad, por el esfuerzo sostenido, admirable, que recorre todo autor con sus personajes, muchas veces sin saber a dónde van a llegar. Llega también el hermoso y revelador cuento de Kafka, La verdad sobre Sancho Panza, que para mí sigue siendo la mejor definición de qué es literatura que conozco:

Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de don Quijote, que éste se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie. Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de la responsabilidad, a don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.

 

 

VI.

La despedida de Infantes no podía ser desde otro lugar que las Cabezas de Fuenllana, el punto final de retorno de don Quijote y Sancho a su lugar de origen. En la cumbre hay ahora una antena repetidora, pero igual circundándola se pueden ver al menos 6 pueblos, incluyendo, cómo no, Villanueva de los Infantes. La vista desde ahí es una celebración vital por la utopía creadora, por la mirada compartida con el autor al final de su obra. Nos despedimos y seguimos el camino marcado no por el amor de Dulcinea (el Toboso), sino por el que para muchos es el lugar más hermoso sobre la Tierra: la Alhambra, en Granada, dirigidos sin saber por cuál Cervantes o –al decir de Kafka– Sancho Panza.

Sin tetas sí hay paraíso

Finalmente pude cumplir la invitación que me hizo Santiago para visitarlo en Zürich. Además de amigos del colegio, compartimos la afición por la escultura y me dijo que era imperdonable que aún no hubiese ido a ver el Museo de Bellas Artes de Zürich, que tiene la colección más completa de Giacometti. Pasamos todo el sábado disfrutando cada detalle, con ganas de ir cuanto antes al taller de Santiago a jugar con la arcilla un rato: ¿cómo puedo decir ‘esculpir’ después de ver a este monstruo? Nos detuvimos en un bar cerca de su casa y charlamos un rato. Me contó más sobre su cambio de carrera, de cirujano plástico a estudiante de psicoanálisis en el Instituto C.G. Jung.

—Sencillamente me mamé. No tanto por el trabajo en sí, que me gustaba, sino por las mujeres que se iban a operar. Al principio los cuentos para operarse me parecían divertidos, al final, me tenían mamado.
—¿Por eso se llaman glándulas mamarias entonces?
—No, no eran las mamas las que me tenían mamado, eran las niñas y sus mamás, porque cada vez son más niñas las que van a operarse y ahí está la mamá alcahueta sonriente al lado de ellas. Pero es con todas las edades. Me llegó una paciente de 28 años que me dijo que ya se estaba acercando a los 30 y que tenía que “rejuvenecerse” porque corría el riesgo de que el esposo empezara a mirar a las jovencitas de 20 que cada vez estaban más buenas, gracias a las cirugías, “obviamente”, y ella no podía dar papaya. Siempre tengo con las pacientes una charla sobre sus motivaciones, los riesgos, es como un manual, pero esta vez decidí que iba a ir al fondo del asunto. Ella terminó llorando, confrontada con sus vacíos e inseguridades, los celos infantiles, la obsesión por el espejo. Fue una terapia relámpago ¿y sabes qué? Me gustó. Claro, no creas que esperaba algún cambio: mientras lloraba estaba preocupada porque se le estaba corriendo el delineador y finalmente decidió que quería hacerse la cirugía. Modestia aparte, le quedaron muy buenas.
—Ella ahora sí feliz, me imagino.
—La silicona es el efecto placebo de hoy en día. Salió sintiéndose la mujer más hermosa del mundo, dispuesta a desafiar a todas las hembras por su macho, como todas. No, no como todas.
—Están las que no quedan satisfechas.
—También, pero estoy pensando en las pacientes a las que no les pongo sino que les quito. Es el otro lado de la moneda. Salen caminando como si se hubieran librado de un peso enorme, muy sencillas, ni siquiera se preguntan si les quedaron bien o no, sino que se sienten satisfechas porque ahora son más pequeñas. Comparto su satisfacción y alegría, me dan hasta una sensación de nobleza.
—¿Cuál es la proporción entre las que se ponen y se quitan?
—Noooo, mínima, 1 en 20 si acaso.
—¿Cuántos implantes pusiste?
—Por ahí unos 350 pares.
—Qué horror.
—Eso no es nada, vieras los colegas de Medellín o de Cali.
—Si recuerdo la última vez que estuve en Bogotá cómo es de impresionante ese fenómeno.
—Eso es, un fenómeno. No creas que uno como cirujano es indiferente; no faltan los colegas que multiplican cifras cuando se encuentran sus pares de tetas caminando por la calle. Pero yo me mamé. Esa tarde de terapia con la paciente me dijo que lo mejor para mí era cambiar de profesión, entre otras, porque les voy a prestar un servicio integral a mis pacientes.
—¿…?
—Claro, después de operarlas podré atender las depresiones poscirugía porque el mundo vuelve a la realidad después de 6 ó 7 meses de implantes.
—Un servicio integral, definitivamente.

Entró en el bar en ese momento una amiga polaca de Santiago, Kazia:

—Hola, ¿de qué están hablando?
—De tetas, contestó Santiago. Mira, aquí donde ves a Daniel, es un experto en la materia.
—Ah, ¿tú también eres cirujano plástico?
—No, artista plástico. Cuéntale tu historia del taller a Kazia.
—En el taller de escultura, hace unos años, estábamos modelando a una joven surinamesa de torso perfecto. Mi preocupación por ser fiel a la modelo era notable. La profe dio otra vuelta para ver el trabajo de los compañeros del taller, pasó de nuevo por mí y me dijo: “Sí, así un poco mejor”. Tres vueltas después me preguntó: “Oye, ya me doy cuenta que te fascinan sus pechos, pero ¿por qué no trabajas un poco más el cuerpo? ponle brazos, más espalda, ¿qué tal una cabeza?”. Yo seguía feliz modelando los senos.
—Tenías potencial para cirujano plástico. Pero esta noche no podemos dejar que se vaya sin dejarnos algún trabajo. Kazia, ¿por qué no nos haces de modelo esta noche?
—Vamos.


En principio, los tatuajes son antiafrodisiacos para mí. Fue un poco tarde cuando descubrí el de Kazia en la parte baja de la espalda, similar al de la imagen a la derecha. Me pregunto si tendré de ahora en adelante una asociación erótica entre los tatuajes en la parte baja de la espalda y la posición del perrito…


El amanecer me sorprendió modelando a Santiago y Kazia. También me pregunté cuándo fue la última vez que tuve un trío. Hace como 15 ó 16 años, cuando con C. nos tomamos muy a pecho eso de cuidar las novias de nuestro amigo O. que se fue a prestar su servicio militar y de mi tío M. cuando huyó por amenazas del país y nos encargó la noble y placentera tarea de cuidar a su novia. Tiempos aquellos, en los que podíamos dedicar todo un mes de vacaciones a explorar las relaciones humanas en sitios paradisiacos. Kazia entreabrió sus ojos, sonrió y volvió a cerrarlos. Seguí con la arcilla, disfrutando el contacto con esta mientras recordaba la sensación de los senos de Kazia y pensando también en las sorpresas que anunciaba ella con su sonrisa para esa mañana.

Zürich fue una fiesta.