El plebiscito del 10/16 dejó constancia de la polarización del país frente al proceso de paz. Más de dos años después la polarización no cede, con la gran diferencia de que las fuerzas a favor del No están ahora en el poder. Era y es de esperar que busquen ahora introducir todos los cambios que en su momento el gobierno desatendió. En una situación ideal, estos cambios debieron de ser negociados en la mesa; hoy sabemos que la radicalización de estos grupos es tal que por ellos no habría proceso de paz ni desmovilización de las Farc. El deseo de sanción y venganza es más fuerte que cualquier otra consideración.
Hemos vivido una guerra sucia de larga duración. El precio de la desmovilización es aceptar la reconversión a fuerza política de las Farc, la justicia transicional, la sanación colectiva de las heridas. Pero aparecen organizaciones como la Corporación Rosa Blanca, conformada por exguerrilleras de las Farc, que denuncian violaciones, abusos sexuales y abortos forzados de miembros de la guerrilla. Se estima que son más de mil mujeres afiliadas y sus portavoces dicen que son más porque no todas se animan a denunciar. En un gesto hiperbólico contraproducente, una de sus líderes afirmó que podrían ser millones. Contraproducente porque exagerar las cifras siembra duda sobre la credibilidad de las denuncias. Ya el número de afiliadas habla por sí mismo, no es necesario multiplicarlo por millones. Además de los testimonios sobre el aborto, ¿algo más fuerte y contundente que muestren a sus hijos fruto de la violación como pruebas?
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