Recorro con placer en la bicicleta un pedacito más para llegar a él: el mercado turco, donde las frutas y verduras siempre se ven deliciosas y es posible encontrar de todo aún en el invierno. De hecho se siente como una especie de minivacaciones.
"Ricos" exclama el dueño turco de la tienda mientras empaca los tomates preciosos que escogí. "Vienen de nuestra tierra", anota orgulloso. "Por supuesto, se nota a primera vista que recibieron bastante sol", le digo. Perplejo, guarda silencio por un momento y luego, con el mayor respeto, pregunta: "¿En Holanda?".
MARGREET DE GROOT