Uno de estos niños no es como los otros

"¿Qué le gustaría hacer si fuese invisible por un día?" es una pregunta ingeniosa que apela a nuestro ser voyerista. Se la hicieron hace poco a un joven futbolista carismático quien respondió: “Me imagino que iría al baño de mujeres en un gimnasio”. Woody Allen la respondió en Alice con las hierbas del Dr. Yang, haciendo invisibles a sus protagonistas para que vieran la vida privada de sus seres queridos e incluso participaran en una sesión de psicoterapia de sus exparejas. Esta información es poderosa y es uno de los recursos vitales de todos los organismos de inteligencia públicos o privados. De ahí la imperiosa necesidad de regular su práctica y alcance.
 
Ayer Rebekah Brooks fue detenida y liberada bajo fianza por obstrucción de la justicia en el caso de las escuchas de los detectives privados contratados por News of the World. El mes pasado el juez Baltazar Garzón fue expulsado de manera fulminante de su cargo e inhabilitado por 11 años por haber autorizado las escuchas a los abogados con sus clientes en prisión de la red Gürtel. Nuestra mujer que sabe demasiado,  no nuestra mujer en Ciudad de La Habana sino en Ciudad de Panamá, María del Pilar Hurtado, exdirectora del DAS, goza mientras tanto del asilo político: uno de estos niños no es como los otros. No, no me refiero al juez Garzón (quien evidentemente no merece esta compañía femenina) sino al alcance de la justicia con quienes han practicado de manera justificada o injustificada e ilegal las escuchas.
 
La tradición de los pinchazos en Colombia tiene capítulos célebres, como el que condujo a la muerte a Pablo Escobar o la famosa conversación de Alberto Giraldo con Rodríguez Orejuela: “Tranquilo, estoy hablando desde una línea segura”.  María del Pilar llevó este arte a dimensiones insospechadas pinchando a magistrados, políticos, abogados y periodistas. Una sobredosis incontrolable de las hierbas del Dr. Yang, sin duda. ¿Quién era el beneficiario de toda esta información? Sobra la pregunta, el mismo que trata de protegerla con el manto de la persecución política.
 
Yo también fui escuchado por el DAS.
 
Recién graduado, el director del Departamento de Ciencia Política de ese momento me pasó el chicharrón que le soltó el DAS: querían un joven investigador que les ayudara a poner en contexto la información de inteligencia que recogían. Me sorprendió que me propusiera a mí justo después de publicar una monografía sobre la desaparición forzada en Colombia. Fui a la entrevista más por no desairar al director que por convicción para el cargo. De hecho le llevé al entrevistador una copia de mi libro diciéndole de qué se trataba: en ese momento sería claro que el DAS y yo no seríamos un buen match.
 
Pues no, al hombre le gustó mi franqueza y me dijo que a partir de ese momento empezaba el proceso de selección. En otras palabras, iban a husmear en mi vida privada para darme el visto bueno o no. “Nadie tiene que saber que usted va a trabajar para nosotros”. Ni mi familia, le pregunté. Nadie es nadie, me respondió. No me gustó para nada esa respuesta y llegué a sentirme como el protagonista de Nuestro hombre en La Habana: ¿qué iba a hacer yo ahí?
 
De salida en la entrevista conocí en el ascensor al agente Smith, multiplicado por seis. Era de nuevo el mismo juego infantil: uno de estos niños no es como los otros. No, no tenían las mismas gafas oscuras pero sí el mismo corte de traje Everfit y, no es chiste, todos tenían el mismo modelo de zapatos negros. Todos miraban sin mirar además. Me irán a poner el mismo uniforme, me pregunté. Cómo me voy a salir de esta fue la pregunta que me acompañó durante el camino ese día.
 
Al llegar a casa D no estaba. Llamé a Camilo a comentarle la vaina y en ese momento ya era claro que tenía el teléfono pinchado. Comprendí que era mi oportunidad dorada para escaparme del DAS. Le conté toda la entrevista incluyendo un “ya sabe, no le cuente a nadie” para rematar con la anécdota de los seis agentes Smith en el ascensor. Al día siguiente el entrevistador me llama y me pregunta: “¿No ha hablado con nadie sobre la entrevista, verdad?”. “Noooo, cómo se le ocurre, con nadie”. No me volvió a llamar.
 
Muchos años después volvería a encontrarme con la inteligencia colombiana en Holanda. Sí, mi querida agente Smith, este pedazo de la entrada te lo dedico.
 
A Robert Lemm le fascina la idea de que la Operación Fénix recibió este nombre porque en ella estaba implícita la fuga de Raúl Reyes a París luego del bombardeo en Ecuador. Me puse a investigar y cuando me encontré al agente Smith en el Consulado de Colombia en Amsterdam multipicado por dos esta vez le pregunté que por qué la operación se había llamado así: ¿usted sí sabe? El agente Smith me respondió que por supuesto que él sabía, que había reflexiones filosóficas profundas detrás de ese nombre pero que no me las podía decir. “Pero llame a mi general Naranjo que él si le cuenta todos los detalles”. Para cerrar la burla me dio el teléfono del conmutador de la Policía en Bogotá. Poniéndose serio me preguntó: “¿Usted por qué quiere saberlo?”.
 
Ya había rumores de que había una célula de las Farc o simpatizante con ella en Holanda y les pareció que yo podría conducirlos a ella. “¿Usted en qué trabaja?” me preguntó el otro agente Smith. Le respondí que era editor de Nuevos y Viejos Medios y luego de la explicación de rigor me dijo que él tenía una novela para publicar y le interesaría contratarme. Caí en la trampa: siempre disfruto cualquier oportunidad para hablar de literatura. En ese momento además estaba escribiendo un cuento corto policíaco y me pareció que él sería un lector ideal que podría enriquecerme con sus historias de trabajo.
 
A los dos días me encontré con el agente Smith pero con su traje de mujer: una escritora de cuentos infantiles que había emigrado de Colombia por la violencia y estaba tratando de ser publicada en Holanda. El otro agente Smith le había dado mi teléfono para que le ayudara con su tarea.  Empezamos a charlar y su tono de voz no era natural (tip no. 1). A pesar del generoso par de tetas su lenguaje corporal era el mismo que su versión masculina (tip no. 2). Me mostró su carpeta con cuentos y cuando detecté los primeros errores gramaticales y de concordancia en la historia fue evidente que los cuentos no eran de ella (tip no. 3: agente Smith, ¿cómo no se lee primero lo que va a mostrar?). Para rematar la escena cómica, le llegó a la agente Smith una sorpresa inesperada: un par de amigas comunes que sabían ella en qué andaba. A pesar de saberse descubiertos, el otro agente Smith me espió durante algunos días. Lo vi escondido un par de veces y aproveché para tomarlo del pelo saliendo por la puerta de atrás de mi casa y encontrándomelo en la esquina por casualidad
 
Hoy me pregunto si en el libro de cuentos infantiles de la agente Smith se encontraba también la cartilla para infiltrar al enemigo, toda una pieza de la literatura infantil. La última vez que la vi en acción (a la cartilla, no a la agente Smith) fue en la captura de Johan Armando Cubillos Gutiérrez, el joven hacker que tuvo la divertida osadía de publicar en tiempo real los resultados de su infiltración. Estaba tan excitado que no se dio cuenta cuando la agente Smith le envió un enlace a una página ficticia de Twitter mediante la cual reveló su dirección IP. Así es, el agente Smith ya está también en Twitter y juega a disfrazarse como un tuitero más.
 
Ante el problema de las escuchas el gobierno colombiano reaccionó con el DAS igual que Rupert Murdoch con News of the World: cerraron el negocio. A la revista Semana le vendieron algunas de las bases de datos del DAS y dijeron que aún había más circulando en el mercado. Publicaron algunos de los casos con mayor impacto y rápidamente el manto del silencio cubrió las intenciones de publicar más casos. ¿Presión de ex-agentes? ¿del gobierno? ¿recelo profesional sobre el uso de las fuentes? ¿temor a que el país no esté preparado para tantas verdades? Quizás una combinación de todo esto. El caso es que esa información publicada por Semana nos mostró más allá de cualquier duda posible que la mano negra sí existe, está vivita y coleando, y que el Estado se la lavó en esta ocasión muy tranquilamente cerrando el DAS.
 
Tanto la fiscalía como los investigadores de las escuchas a Gürtel testificaron que el juez Garzón siempre fue muy escrupuloso con estas, velando por que se garantizara el derecho de defensa. En su defensa, Garzón adujo que autorizó las escuchas porque era la única manera de evitar el blanqueo de capitales que se estaba coordinando desde la cárcel. ¿Cómo justificarán María del Pilar o Rebekah las escuchas a los magistrados, políticos, abogados y periodistas?
 
Solo puedo imaginarme la sonora carcajada del Dr. Yang.
El Dr. Yang hipnotizando a Alice

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