¿Cómo se traza una línea editorial? Pocos de los autollamados editores hoy en día podrían responder esta pregunta. Recuerdo que antes del estreno de Los abrazos rotos en Madrid, le comenté a mi amiga M. que el suplemento dominical de El País estaba plagiando la línea editorial de Vanity Fair. M. me vio con cara de incrédula y le pareció que yo estaba exagerando. Pues para nuestra sorpresa, en Los abrazos rotos un personaje dijo lo mismo y citó la historia del hijo con síndrome de Down abandonado por Arthur Miller. El reportaje apareció primero publicado en la edición de septiembre de 2007 en Vanity Fair y luego El País Semanal hizo un refrito sin mencionar el artículo original. Y así con muchos otros artículos de Vanity Fair.
Esta práctica obviamente no se limita a El País (Semanal). Una de las críticas fuertes a la revista Semana cuando expulsó a Hernando Gómez Buendía por autoplagio fue que Semana fusila impunemente los cables de las grandes agencias de prensa y sin darles ningún crédito. ¿Con qué autoridad sancionan a Gómez Buendía por citarse a sí mismo?
Luego se dio una situación muy cómica: por decisión del editor o el director para responder a esta crítica, se les ordenó a los redactores que le pidieran a un experto nacional su opinión sobre la nota internacional. Bueno, no exactamente sobre la nota en sí, sino sobre el tema que mencionaba la nota: muchas veces el experto local sostenía la opinión contraria a la nota y esto quedaba reflejado en el artículo. Como el redactor no era un experto en el tema, no le quedaba más remedio que publicar ambas opiniones así fueran contradictorias. Desde hace unos años he observado que se han decantado más por orientarse por el tema del cable y avalar la opinión del experto local. Otra forma de hacer periodismo.
Hoy empiezo a leer El Espectador y me parece un resumen de El País de España. Creo que puedo escanear la primera página buscando notas nacionales para pasar después a la sección nacional y de opinión, el resto ya lo leí en El País. Pero esto de leer al menos 10 noticias de El País en la portada de El Espectador es absurdo, por decir lo menos. El Tiempo, a pesar de que el rediseño es un calco del web site de El País al menos tiene un poco más de libertad en la selección de las noticias. Es como jugar al teléfono roto, que en El Tiempo termina en teléfono rosa.
La antítesis de la línea editorial es la todopoderosa tendencia. Vanity Fair sigue siendo un buen ejemplo: su edición digital está tratando de convertirse en un magneto diario de noticias y en este esfuerzo parece que están siendo guiados por las tendencias de Twitter y Facebook. Qué es popular en estos medios y VF trata de darles un contexto acudiendo a su archivo, pero en este ejercicio alcanza cotas muy bajas. Esto de querer ser cool a cierta edad definitivamente no pega, así el departamento de mercadeo insista en señalar que esa es la tendencia a seguir. Por fortuna la revista impresa sigue siendo fiel a su línea editorial, que fue la que en últimas creo la tendencia a leerla. Este es su valor. El anverso es la comida rápida editorial: los tabloides y la prensa amarillista.
No es una mala analogía decir que informarse es como alimentarse y entregarle así la responsabilidad final de qué consume al lector. Después de todo, una de las grandes bondades de internet es que tenemos todos los medios a un clic y cada uno puede volverse su propio editor. Trazar la propia línea editorial y la lectura entrelíneas siguen siendo los grandes aliados para no engordar o morir por infoxificación. Esta es la crónica utópica. La realidad es que la obesidad es la tendencia.