La adolescencia vive para sí misma en narcisista autocontemplación sin oficio ni beneficio como Aquiles en el gineceo cuando aún no acepta que debe ir a Troya.
Javier Gomá en La Contra
La adolescencia vive para sí misma en narcisista autocontemplación sin oficio ni beneficio como Aquiles en el gineceo cuando aún no acepta que debe ir a Troya.
Javier Gomá en La Contra
Y si viaja en coche, hay algo muy importante… A más de 100 km/ h, el ángel se baja del coche. Sus alas no pueden ir más rápido…
Fina Armengol, presidenta de la Asociación Amigos de los Ángeles en La Contra
Doña Fina ha abierto un caudal de preguntas imaginadas al revelarnos esta propiedad de los ángeles, su límite de velocidad: imaginemos el choque de ángeles que se produce cuando despega un avión con 300 pasajeros a 450km/h. Quizás el miedo que sienten muchas personas al despegar sea no de ellas sino de su ángel de la guarda, que fiel a su tarea sabe que no podrá acompañar a su protegido en el vuelo. O el choque de ángeles en el arranque de las carreras de Fórmula 1. Creo que perdí mi ángel de la guarda cuando de niño llamaron a mi abuelo y le dijeron que había una emergencia en el circo que tenía. Me dijo: "¡Vámonos a mil al circo!". Y fuimos bastante rápido, la verdad sea dicha. ¿Qué pasa con esos ángeles que se bajan del auto, del avión, de las naves espaciales (los astronautas tampoco se salvan del desamparo)? ¿Cuándo se reencuentran con sus protegidos? Probablemente los ángeles no necesitan GPS, les basta con el suspiro de Dios que les señala dónde está su protegido. Si alguien toma un avión de Bogotá a Madrid, ¿su ángel lo reencontrará después de atravesar el Atlántico durante un mes? Y si justo cuando llega la persona se regresa de Madrid a Bogotá, ¿vivirá otro mes sin ángel de la guarda? Qué complejo este mundo de los ángeles. Curiosamente, ahora mismo recuerdo un ángel gay que me salvó la vida.
Y sabes el momento preciso en que queman su alma porque la luz parpadea un instante.
Juan Meléndez, sobreviviente del corredor de la muerte narra su experiencia de los ejecutados en la silla eléctrica a 2.000 voltios, en La Contra entrevistado por Ima Sanchís.
Uno de los textos que más me ha marcado es El chiste y su relación con el inconsciente. Me enseñó el hábito de observar qué hace reír a una persona o qué me hace reír a mí mismo. Me sorprende, por ejemplo, que las veces que he visto el programa de videos cómicos gringo, las caídas de las personas siguen siendo un tema constante, acompañadas de grandes carcajadas, sin consideración por el dolor del caído. En este tono releí el mencionado ensayo de Vila-Matas y me pregunté cuál era el origen de mi risa. Por una parte, estaba en el gozo de su narración y, por otra, en la asociación final que hace, una crítica a todos estos autores inmortalizados por las editoriales que en realidad no son más que instrumentos para mantener engrasadas sus máquinas de producción. Pero igual sentí empatía por el poeta burlado, una experiencia que cualquier persona creativa, por más genial que sea, ha vivido alguna vez.
Fue todo un gozo descubrir la vida de McGonagall. Leí su autobiografía y las notas de prensa publicadas sobre él. La parte que más me conmovió es su descripción de cuándo recibió el don de la poesía, párrafo con el cual abre su autobiografía: (Sigue leyendo »»)

El Festival del MamBo que me perdí: una selección de 30 años del trabajo de Fernando de Szyszlo, uno de mis pintores preferidos, hombre sabio.