The Man, 12. Utopía de la justicia divina

Muchas de las personas que opinan sobre el Caso Colmenares insisten en que al final se impondrá la justicia divina, o que la familia Colmenares debe confiar en la justicia divina, "que esta sí funciona". Nunca he entendido la pregunta: "si un árbol cae en un bosque y no hay nadie escuchándolo, ¿hará ruido al caer?": obvio que sí, el ruido no depende del oyente-observador. "¿Cómo puede estar seguro si no había nadie de testigo, si nadie lo oyó?", es la contrapregunta juguetona. Pero si se comete una masacre de musulmanes en la Antárdida y no hay más testigos que los ejecutores, ¿Dios los castigará a ellos?

La justicia divina es una invención humana. Me aterra pensar que tanto Jorge Videla como Augusto Pinochet justificaron las desapareciones forzadas masivas con el argumento de que "eran personas que debían morir" para limpiar a la sociedad de malos elementos. Una idea que por lo demás cobijó a todo el conjunto de países suramericanos sin excepción. Pinochet murió convencido de que había hecho lo correcto y que, por el contrario, Chile estaba en mora de hacerle un reconocimiento público por su labor. No hay dictador que no piense así: hay que desilusionar a todos aquellos fanáticos de Crimen y castigo, a quienes creen que la culpa al final hará imposible la vida del agresor. 

Sin embargo, la justicia divina cumple un papel benéfico en la sociedad: hace que los creyentes no se tomen la justicia en sus manos (así sean víctimas de la injusticia). Una auténtica utopía funcional y saludable hasta cierto punto. De hecho –y desde una perspectiva más amplia– es hasta irresponsable señalarla como tal.  A Pinochet le fue mejor que a Videla, que pasará sus últimos años de vida sentenciado a cadena perpetua.  Si a Videla le fue mal y a Pinochet bien en mi opinión está más relacionado con las diferencias socioculturales entre Argentina y Chile. 

La condena de Videla, aunque tardía, resarce en algo la pérdida sufrida por los descendientes de las víctimas. En algo, porque para el alma humana el dolor producido por el crimen, la injusticia y la impotencia ligada a ella no es fácil de olvidar o perdonar. La sentencia del juez cumple ese papel catárquico que ayuda al alma a encontrar la paz y sanar la herida. 

Como no soy católico sino insípido budista, tiendo a creer en el karma, en la dupla acción y reacción. Aún así, la sonrisa cínica e impune de Pinochet a sus 91 años hace tambalear mi creencia en el karma también, aunque al fin y al cabo es más un principio que un axioma o una ley. 

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