Utopian Sniper (2)

Me había pasado un poco el desasosiego con la historia de Chris Kyle y su habilidad para matar bárbaros hasta que leí la columna de Mario Vargas Llosa en El País el domingo pasado, El harakiri, una nueva oda del nobel peruano al neoliberalismo. Descubrí un macabro paralelismo entre Kyle y Vargas Llosa; el primero ejecutando bárbaros, el segundo, todo lo que no sea neoliberal. Podríamos decir que ambos trabajan para el mismo amo.

Kyle no se cuestiona sobre sus víctimas, Vargas Llosa tampoco. Apuntó su teleobjetivo contra Syriza en Grecia para dar de baja a un partido de izquierda, sin cuestionar que los griegos lo votaron después de 5 años de medicina neoliberal, de obediencia puntillosa a la Troika, que apenas han servido para que Grecia sobreviva, no para que crezca. Pero desde que Vargas Llosa es un francotirador del neoliberalismo, estos matices no cuentan para nada.

Independientemente de los resultados de la negociación de Tsipras y Varoufakis con Europa, lo cierto es que hay 300.000 familias en Grecia viviendo en condiciones cavernarias: sin electricidad y sin calefacción en pleno invierno. Esta es una crisis humanitaria que necesita ser paliada cuanto antes por Europa. Resulta obsceno que la Troika actúe tan rápido para rescatar la banca pero no a las personas que más necesitan esta ayuda financiera. Gracias a Tsipras estos griegos vuelven a ser visibles. De haber seguido con la política de Samarás, no serían más que daños colaterales de los ajustes de la Troika.

Para Vargas Llosa estos 300.000 griegos no existen. Lo que importa es que Grecia pague sus deudas. Va a ser que además de francotirador neoliberal sirve también como cobrador de deudas:

¿Por qué tendrían los españoles que pagar de sus bolsillos las malas políticas de los Gobiernos griegos, además de estar pagando ya por las de los suyos?

En Colombia decían que a García Márquez se le paraba cuando se encontraba de viceministro para arriba. Un chiste para ilustrar su fascinación por el poder. A Vargas Llosa parece sucederle lo mismo pero con un PIB alto. Solo así se explica esta observación extática de Alemania:

Alemania ha tenido Gobiernos prudentes y competentes, austeros y honrados y, por eso, mientras otros países se desbarataban, ella crecía y se fortalecía. Y no hay que olvidar que Alemania debió absorber y resucitar a un cadáver —la Alemania comunista— a costa, también, de formidables esfuerzos, sin quejarse, ni pedir ayuda a nadie, sólo mediante el empeño y estoicismo de sus ciudadanos.

El alto PIB de Alemania es suficiente para que Vargas Llosa la mire como ejemplo a seguir. Sin embargo, en 2011, el historiador alemán Albrecht Ritschl destacaba que Alemania fue, de lejos, el peor deudor del mundo en el siglo XX. Incluso dejó de pagar los gastos de la segunda guerra mundial en 1990 bajo el gobierno de Helmut Kohl. Una quita de deuda sin contemplación alguna, la misma que le niega hoy a Grecia (y con un partido neonazi activo en su parlamento).

Se equivoca también Vargas Llosa en el análisis de la transferencia freudiana que hace de los griegos: la antipatía que se siente por Merkel y el gobierno alemán se debe a las medidas de austeridad que lograron imponer en Europa y a las cuales más de un reconocido economista ha criticado (Krugman, Sachs, Stieglitz, etc.). Si algo cabe de responsabilidad a Alemania en la crisis griega es que después de 5 años de su medicina, el país no va mejor, lo único que crecen son su deuda y la pobreza.

Me pregunto si la transferencia freudiana válida en el caso de Vargas Llosa sea la de su célebre puñetazo a García Márquez. Desde entonces sabemos que él disfruta de darle un derechazo a todo lo que sea de izquierda. Ojalá Varoufakis y Tsipras logren reactivar la economía griega e introducir las reformas que necesita para crecer y, sobre todo, para sacar de las condiciones cavernícolas en las que viven cientos de miles de griegos. Si lo logran, la izquierda le dejaría el ojo derecho colombino al neofrancotirador peruano. Y ya es hora.