Versatilidad

Esta mañana de verano busqué el programa de flamenco de la Javeriana y me encontré con uno de homenaje a los Carrangueros de Ráquira. Vi el paisaje montañoso de mi amado Monguí, la sensación del musgo de 7 colores húmedo en mis manos, los campesinos con la piel cobriza de cultivar papa bajo el sol y la gran sorpresa de que desde el ascenso hasta la casa más alejada en el camino, Boyacá ha sido tomada por el vallenato. El ascenso con Juan Florencio a la nariz del diablo para mostrarnos la curvatura de la tierra, el paisaje silvestre del páramo reservado para los caminantes que aman la naturaleza. Ya sé que mi primer viaje cuando regrese de visita a Colombia será una caminata Monguí-Laguna de Tota.

 

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XXI

Otro encuentro con la mano invisible. Me dejó completamente agotado: esta vez clavó una garra en cada uno de mis chakras y me jaló varias veces con gran fuerza hacia la Laguna. No tendré casi energía para luchar contra ella si me ataca otra vez, me siento muy débil, exhausto. Será imposible además descender hoy por provisiones: a lo lejos empiezo a escuchar los rezos de los campesinos, seguro vienen a exorcizarme. Al otro lado de la laguna veo a Alejandro, en perfecta salud, charlando con treinta montañistas más por lo menos. Van a tener que rezar bastante para disolver esa reunión. Alza una copa de ron y me invita a venir donde ellos. Un viento muy fuerte empieza a envolverme. Creo que el encuentro es inevitable. Trataré de atravesar la Negra, pero antes, voy a esconder los diarios y a confiar en que algún otro montañista los encontrará y podrá contar la verdadera historia del fantasma (¿o los fantasmas?) de la Laguna Negra.

XX

Otra jornada de aprovisionamiento por las casas de los campesinos pero no pude recoger mucho: el tobillo está muy mal, yo estoy muy débil y me toma horas caminar un kilómetro. Todo estaba muy silencioso, hasta que escuché un megáfono invitando a una jornada de exorcismo del fantasma de la Laguna para mañana y alentando a todos los vecinos para que enciendan antorchas alrededor, no sea que se (me) vaya a escapar de la Laguna: «el fantasma ahora está empezando a incendiar casas, vamos a librarnos de él, no se olviden de rezar tres padrenuestros esta noche».

XIX

Qué cagada: incendié una bodega llena de frailejones, pero el fuego se extendió al techo de paja de la casa principal y vi cómo salía corriendo toda la familia. La madre tocó a rebato y no tuve más remedio que esconderme entre un rebaño de ovejas. Ya no quiero volver a la Laguna, pero por el momento, es el único refugio seguro que tengo. Vino gente de todos los rincones a ayudarlos; si me encuentran, me matan. Qué desespero haberle hecho ese daño a esa pobre familia. Si logro escaparme, buscaré la forma de resarcir el daño.

XVIII

Pisé una trampa de dientes de hierro y duré con el tobillo aprisionado por dos horas. De nuevo unos perros me delataron y cuando los campesinos empezaron a disparar grité una serie de aullidos y gritos incoherentes que efectivamente los asustaron y se escondieron. Con la navaja terminé de desarmar la trampa, pero el tobillo quedó bastante lastimado, me duele mucho apoyarlo. Tuve que improvisar un bastón, una venda y regresarme al campamento, no podía arriesgarme a dormir por el camino. Tendré que dejar la idea del incendio para mañana, pero ya sé que al menos con los aullidos se esconden.
Encontré también más fósiles humanos en el camino. Imposible que sean de Alejandro. Dormiré mañana todo el día, recogeré fuerzas y prepararé el incendio.