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En uno de sus cuentos más bellos, De la construcción de la muralla china, Kafka nos recrea el ambiente que se vivía en China antes y durante la construcción de la muralla, una obra hecha para los siglos por venir. Esto significaba que muchos de los arquitectos que la planearon jamás llegarían a verla mínimamente terminada, pero les quedaba el orgullo y la satisfacción de que las generaciones venideras se beneficiarían de ella.
Desde que sabemos que la Tierra tiene fecha de caducidad, alrededor de 5 milenios –aunque Stephen Hawking advierte que los humanos podríamos destruirla en cien años–, el trabajo de los astrofísicos se asemeja al de esos arquitectos chinos de los que nos hablaba Kafka: generaciones de ellos no vivirán para ver uno de los hitos de su trabajo, la migración de la humanidad (o, según lo anticipan varias historias de ficción, un pequeño porcentaje de elegidos) hacia otro planeta con condiciones favorables para continuar la vida humana. Casi que podría leerse la evolución de la ciencia como la preparación para ese momento.
Tras un viaje de 5 años, mañana la nave Juno entrará en la órbita de Júpiter para explorarlo y quizás encontrar nuevos orígenes de la vida o del universo. Sorprende que el ala radical del feminismo no se haya pronunciado aún sobre el valor simbólico de este evento: Juno se verá cara a cara con Júpiter y entrará a explorarlo. Lejos de ser una historia romántica, Juno representa esa esposa celosa que vive para vengarse de todas las personas con las que le es infiel su marido, Júpiter, a años luz de los discursos del poliamor. Júpiter no debe de estar encantado con esta intensa visita y, si la mitología no se equivoca, la misión podría tener sus días contados. (Sigue leyendo »»)