Nostalgia por la panela y el bocadillo

David Walsh, coautor de L.A. Confidentiel — Les secrets de Lance Armstrong, narra que empezó su investigación sobre el dopaje de Armstrong después de ver lo sucedido con Christophe Bassons.

Era 1999. Bassons tenía 25 años y afirmó que no estaba listo para doparse y que desafortunadamente, si algún ciclista quería estar entre los 10 primeros puestos del Tour de Francia, el dopaje era inevitable. Después de esta afirmación, Armstrong empleó todos sus recursos de matón contra Bassons, quien abandonó el Tour diez días antes de su final. Fue el primer tour que ganó Armstrong. Walsh sospechó de inmediato que Armstrong no podía estar limpio y se dio a la tarea de investigarlo.

Cinco años más tarde publicó junto con Pierre Ballester L.A. Confidentiel, el libro que lo posicionó como la oveja negra de la prensa ciclística internacional. Armstrong lo llamó el peor periodista del mundo y demandó al Sunday Times por la publicación de su entrevista con Emma O’Reilly. Armstrong ganó la demanda y ahora el Sunday Times evalúa si reabrirá el caso para pedir el reintegro del dinero que pagó por la indemnización a Armstrong.

Walsh se pregunta hoy por los verdaderos héroes, por todos esos ciclistas que como Bassons no acudieron al dopaje, sacrificando así su carrera en el ciclismo profesional. Sentí entonces nostalgia por la panela y el bocadillo.

Fui de los que se levantó a ver a Lucho Herrera ascendiendo el Alpe d’Huez. De los que vibró con su gesta heroica de seguir pedaleando hasta la meta con la cara ensangrentada luego de una caída aparatosa. Fueron los años de gloria del ciclismo colombiano, cuando los entrenadores y los periodistas europeos se preguntaban qué era lo que comían los ciclistas colombianos para escalar con tanta autoridad las montañas. Descubrieron entonces la panela y el bocadillo, las sustancias «dopantes naturales» de los corredores del equipo Café de Colombia.

Estos años de gloria duraron más bien poco. El rendimiento de los colombianos en los circuitos internacionales empezó a decaer y ya no volvieron a brillar en las competencias. El equipo Café de Colombia desapareció del escenario. Hoy valdría la pena investigar con los directores técnicos de la época si detectaron cómo el dopaje empezó a hacer de las suyas por esa época y si fue esta la razón para retirar al equipo colombiano. O, si en el peor de los casos, no había presupuesto para contratar a los médicos expertos en estas prácticas.

Desde hace pocos años han empezado a reaparecer talentos colombianos en las pistas internacionales. La medalla olímpica de plata de Rigoberto Urán ha sido el logro más reciente. Aunque bueno, al leer la bitácora de Sergio, las dudas que hay sobre el Team Sky (donde trabaja Urán) extienden la sombra inevitable sobre su medalla… tal parece que limpiar el ciclismo profesional del dopaje es la crónica utópica deportiva de nuestro tiempo.

Caso Colmenares: la muerte anunciada v. 2.0.1

Parque del Virrey y Luis Andrés ColmenaresCuenta su hermano menor que lo escuchó hablando por teléfono diciendo que él no quería arreglar problemas a golpes. Cuenta su madre que él no quería ir a la fiesta de disfraces, cuenta también que lo terminó de convencer una serie de mensajes que le envió Laura Moreno. Y cuenta Laura que fue ella la última persona en verlo con vida después de que saltara al caño del parque del Virrey.

Cuenta el abogado de la defensa Lombana que él no cree que Laura Moreno o Carlos Cárdenas se hayan levantado con la idea de matar a Luis Andrés Colmenares. No hay espacio para hablar de una muerte anunciada propiamente –y de momento–, sino quizás de una paliza anunciada que terminó de manera fatal y que nos está mostrando muchos rasgos de la bogotaneidad y el funcionamiento del poder en Colombia. (Sigue leyendo »»)

Uno de estos niños no es como los otros

"¿Qué le gustaría hacer si fuese invisible por un día?" es una pregunta ingeniosa que apela a nuestro ser voyerista. Se la hicieron hace poco a un joven futbolista carismático quien respondió: “Me imagino que iría al baño de mujeres en un gimnasio”. Woody Allen la respondió en Alice con las hierbas del Dr. Yang, haciendo invisibles a sus protagonistas para que vieran la vida privada de sus seres queridos e incluso participaran en una sesión de psicoterapia de sus exparejas. Esta información es poderosa y es uno de los recursos vitales de todos los organismos de inteligencia públicos o privados. De ahí la imperiosa necesidad de regular su práctica y alcance.
 
Ayer Rebekah Brooks fue detenida y liberada bajo fianza por obstrucción de la justicia en el caso de las escuchas de los detectives privados contratados por News of the World. El mes pasado el juez Baltazar Garzón fue expulsado de manera fulminante de su cargo e inhabilitado por 11 años por haber autorizado las escuchas a los abogados con sus clientes en prisión de la red Gürtel. Nuestra mujer que sabe demasiado,  no nuestra mujer en Ciudad de La Habana sino en Ciudad de Panamá, María del Pilar Hurtado, exdirectora del DAS, goza mientras tanto del asilo político: uno de estos niños no es como los otros. No, no me refiero al juez Garzón (quien evidentemente no merece esta compañía femenina) sino al alcance de la justicia con quienes han practicado de manera justificada o injustificada e ilegal las escuchas. (Sigue leyendo »»)

El futuro del torero es impredecible

José Tomás después de una cogidaCreí encontrarme hoy a un visionario utópico cuando leí el titular de la columna del doctor Ramón Vila: El futuro del torero es impredecible. Me imaginé que ya dentro de la misma sección dedicada a los toros en El País de España se empezaba a preparar a sus seguidores para lo inevitable, el fin del toreo. Pero no, era un falso positivo nada más: el doctor Vila se limita a analizar la cornada sufrida por el torero José Tomás, resaltar la noble actuación del equipo médico y desearle sus parabienes para que vuelva pronto al ruedo.

El accidente de José Tomás llega justo después de una columna de Vargas Llosa defendiendo, cual bully, la fiesta brava. Para él:

La fiesta de los toros representa una forma de alimento espiritual y emotivo tan intenso y enriquecedor como un concierto de Beethoven, una comedia de Shakespeare o un poema de Vallejo.

Para ilustrar sus ideas, decide escoger a una señora compañera de mesa para torearla con sus brillantes ideas. Ya sabemos que él necesita este alimento espiritual y, al tamaño de su ego, muy probablemente habrá tenido la sensación de que cortó rabo y dos orejas con su impecable exposición. Pues no. Pitos y rechiflas para este brillante e improvisado mataor.

Antes debo confesar que sé apreciar el arte del toreo y, en especial, del rejoneo. El lenguaje corporal del torero en la corrida o el movimiento de los caballos frente al toro son artísticos y tienen la fuerza para conmover estéticamente al observador. No me sorprende entonces que hayan sido inspiración para Goya, Picasso o Botero. La figura mitológica del minotauro picassiano es la suma de esa comunión que se da entre toro y torero, entre la fuerza y constancia del toro y la inteligencia y habilidad del torero. Pero hay dos problemas grandes con estos artes del toreo y el rejoneo: la necesidad de muerte y la sed de sangre del público. La imagen de José Tomás ensangrentado, probablemente ofreciendo las orejas del toro al público, es el sinónimo de una gran faena.

Vargas Llosa le espeta a la señora que la langosta que se está comiendo fue hervida viva a fuego lento "porque, al parecer, padeciendo este suplicio su carne se vuelve más sabrosa gracias al miedo y el dolor que experimentan". Oigo el largo "oooleeee" que se habrá autoprodigado el escritor. Pero olvida que nadie le estaba poniendo música al cocinero, avivándolo con cada giro de la langosta o esperando babeante el momento de la muerte del crustáceo. De esta suma de características viene la palabra bullying, del placer que sienten las personas cuando ven arrinconada a otra, no solo se deleitan con ello sino que avivan el abuso. Ya por simple educación cívica es un arte que se debe de acabar. Y hay que darle un punto de razón a Vargas Llosa: es necesario examinar la forma en que se preparan las langostas para que se les dé una muerte rápida e indolora. Pero lo uno no justifica lo otro, vergonzoso decirle esto a alguien como el escritor peruano.

El escritor torero también dice que sin la fiesta brava no habríamos conocido las obras inspiradas en ella (y claro, al citar a Goya o a Picasso el hombre se da un nuevo "ooooollllleeeeee" grandioso, está llegando a la cúspide del delirio, ya está apuntando al rabo). Sucede que quizás salvo Botero no hay otros artistas contemporáneos que utilicen la fiesta brava como fuente de inspiración desde hace varias décadas. Es una fuente de inspiración agotada, luego los argumentos sobre su imperativa necesidad estética no aplican ya. Recuerdo que en Vivir para contarla,  cuando García Márquez va con su madre Luisa Santiaga de regreso a Aracataca a vender la casa, utiliza una expresión taurina de bella manera para narrar la discusión con ella y su futuro profesional al confrontarla con su propia experiencia: García Márquez cuenta que le dio "una verónica larga". Claro, algo va del uso elegante y estético del toreo por García Márquez al que hace Vargas Llosa con su compañera de cena (ooolleeee). Pero no más.

Finalmente Vargas Llosa acude a la consabida libertad propia (o el individualismo extremo) para decir qué se ve y que no. Que le respetemos su libertad para disfrutar de la fiesta brava. Pues tampoco. Resulta que el placer estético que él tanto necesita depende de personas como José Tomás (qué punto tiene hablarle del sufrimiento del toro o de la imposibilidad de prevenirlo ante la emboscada o encierro que se le viene) que arriesgan su vida para complacerlo. En un delirio utópico, comparto los parabienes del doctor Vila y le deseo larga vida a José Tomás, que ojalá al recuperarse se vuelva un activista a favor del fin del toreo y que si el futuro del torero ha de ser incierto lo sea porque su oficio se va a acabar y no porque está en una unidad de cuidados intensivos. Que las columnas como la de Vargas Llosa queden como ilustración de lo que hace el bullying educado y cultivado y que el autor se compre la colección de 100 DVD de Momentos orgásmicos del toreo para verla en su televisor de alta definición y tridimensional cada vez que necesite alimento espiritual.

The Man, 9

Sven Kramer

La tensión anoche fue increíble. Según reportes de sintonía, más de 5 millones de hogares en Holanda vimos por televisión la final de los cinco mil metros. Sven Kramer estaba a tope: dio varias vueltas de 29 segundos, solo al final aflojó un poco pero remató con un tiempo de antología, récord olímpico y medalla de oro. El coreano Lee estuvo excelente también, alcanzó a jalar a Bob de Jong pero no lo suficiente para llevarlo al podio. Chad Hedrick se despidió de su vida olímpica quizás con su peor carrera en los JJOO. La presión sobre Kramer era enorme: todo el país estaba a la espera de que ganara. Y lo logró. Como dijo el periodista en la tele, este es el primer paso para convertirse de campeón en leyenda. Sven Kramer, The Man.